Mainstream y no tanto
Enofusión 2016, una amalgama de vinos sin complejos

Px viejísimos, vinos rebeldes, cavas de prestigio, bodegas grandes y pequeñas y una pequeña muestra de vinos foráneos camparon por la sexta edición de Enofusión, que reunió a winelovers de diferentes pelajes. Raquel Pardo
Burdeos y sus Grands Crus abrieron el pasado lunes la sexta edición de Enofusión, la llamada “isla del vino” del Congreso Internacional de Gastronomía Madrid Fusión, que cerró ayer las puertas de su duodécima entrega con una muestra de vinos para todos los gustos, desde los masivos a los rebeldes y casi desconocidos para el gran público.
Philippe Castejà, presidente del Consejo de Grands Crus de Burdeos, fue el encargado de comentar la primera de las catas del Centro del Vino, ayudado en la traducción por la enóloga Isabel Mijares. El francés comenzó haciendo una introducción a la que es una de las mayores regiones vitivinícolas del mundo, y donde una de cada cuatro personas trabajan en el sector del vino. Repasó los suelos predominantes, arcilla, grava y arcilla sobre suelo calcáreo o gravas puras mezcladas con arena y recordó que el 75% de la producción de la región es vino tinto, el 20% blanco y un 5% rosado. La cata consistió en vinos de la llamada orilla izquierda del río Garona y de su margen derecha, yendo hacia atrás en el tiempo. Comenzó la cata con el vino de Pomerol La Croix Du Casse 2012 (orilla derecha), un tinto aún joven para consumir pero ya con cierto volumen en boca; siguió Domaine de L’Eglise 2011, también de Pomerol, y mayoritariamente de merlot, potente y elegante, con aromas florales y delicados; continuó Château Beau –Site 2010, de Saint Estèphe, orilla izquierda, elaborado con cabernet sauvignon y repleto de aromas propios de esta variedad, pimientos verdes. Siguió Château Lynch- Moussas 2006, de Pauillac (orilla izquierda), un vino Grand Cru Classé con bouquet, complejo y especiado; Château Batailley de 2001, un Grand Cru Classé de Pauillac, fue el siguiente, y la cata terminó con un magnífico Premier Grand Cru Classé de Saint Émilion de 1990, Château Trotte Vieille, complejo y lleno de encanto.
Otra de las catas del primer día de Enofusión 2016 fue la que trataba de atisbar y defender la capacidad de envejecimiento de los vinos de Ribeiro, y que fue el primer acto oficial de la nueva gerente de su Consejo Regulador, la periodista gallega Cristina Alcalá. Alcalá se acompañó del director técnico del organismo, Pablo Vidal, para mostrar cómo cambian estos vinos con un año más en botella, sin perder la frescura atlántica con la que vienen marcados. Se mostraron vinos de la misma marca y dos añadas diferentes, aunque la más “vieja” fue la de Viña Mein, un 2011, debido, comentó Vidal, a que las bodegas no guardan estos vinos y el consumidor demanda ribeiros del año. Pero la cata de 14 vinos mostró que la paciencia les sienta bien, y que son capaces, muchos de ellos, de dar gratísimas sorpresas si se guardan, ganando en cremosidad y volumen, en madurez, sin perder sus características notas de frescor.
Otra de las catas del día la protagonizó el comunicador Jordi Melendo, autor de la primera (y única) guía en español sobre Champagne, recién salida al mercado. Melendo es uno de los más destacados embajadores de esta bebida en España, y comentó algunas de las etiquetas más destacadas que llegan a nuestro país, sin ser las más conocidas, como Henri Abélé (casa de champagne propiedad del grupo vitivinícola Freixenet), Lanson, Laurent-Perrier o Ayala.
El martes se descubrieron en el Centro del Vino las tannat de Uruguay, con cuatro ejemplos elaborados con esa variedad que presentó la enóloga Estela de Frutos.
Tras una cata armonizada de vinos de la DO Catalunya y platos catalanes llegó el momento de presentar el concurso Garnachas del Mundo, que por primera vez deja su sede habitual en Perpignan y se traslada al corazón de Campo de Borja, al Monasterio de Veruela. Las estrellas de la cata no fueron tanto los vinos como tres magníficos sumilleres, los tres con el título de mejor de España en años distintos, Guillermo Cruz, Pilar Cavero y Raúl Igual, que defendieron con destreza y, en ocasiones, diplomacia, las diferentes garnachas que se mostraron en la cata, en su mayor parte aragonesas, de Campo de Borja, y con pinceladas de Italia, Australia y Francia, donde destacó el Cadene 1996, un vino de Banyuls, y se echó en falta, quizá por falta de participantes en el certamen que tendrá lugar el próximo 5 de febrero en Zaragoza, garnachas de otras zonas españolas aparte de la anfitriona, como las de Priorat, Navarra, Rioja o Gredos, también de calidad pese a que Campo de Borja se autodenomina “El Imperio de la Garnacha”.
Torres quiso estar presente un año más en Enofusión no solo con un stand en la parte de exposición, Expobodegas, también con una muestra de los vinos que elabora en Chile, menos conocidos en el mercado español.
El miércoles, último día de Enofusión, se celebró una cata retrospectiva de los vinos de Alejandro Fernández, uno de los exponentes de la tempranillo y uno de sus mejores embajadores. Fernández, junto al enólogo y sumiller Jesús Flores, amigo del bodeguero y miembro también de la mesa de cata de Sobremesa, mostró tintos de sus marcas Pesquera, Condado de Haza (DO Ribera del Duero), Dehesa La Granja (V.T. Castilla y León) y El Vínculo, además de Alejairén 2012, su primer blanco de esta última bodega, con DO La Mancha. Fernández también recibió este año el premio Enofusión Luis Hidalgo 2016 a su trayectoria como difusor y defensor del vino.
De puertas afuera… del Centro del Vino
Además de la incesante actividad del Centro del Vino, Enofusión dio para más, con exposición de bodegas de reciente creación, novedades y nuevas añadas. La mayor parte de la atención del público se centró en la alfombra roja que ocupaban las barricas de Inkordia Wines, un grupo de amigos, como les gusta denominarse, todos ellos elaboradores de vino en diferentes puntos de España, desde Tenerife a Bierzo, pasando por Galicia, Ronda, Gredos o Salamanca. En común, una juventud no siempre acorde con la edad de los elaboradores y una apuesta por vinos de pequeñas producciones, honrados y sinceros y elaborados sobre todo con variedades autóctonas y procurando una mínima intervención de la mano del hombre, una suerte de frente que se opone a grandes bodegas que elaboran cientos de miles de botellas; de hecho, no era raro encontrarse con vinos como los de Esmeralda García y Jesús Hermida, Pagos de Nona, uno de ellos, El Couto garnacha, con apenas 150 botellas en su añada 2015. Pero el recorrido merecía la pena por encontrarse con tintos como el Ignios Baboso Negro que elabora Borja Pérez en Ycoden- Daute Isora (Tenerife), o el Charlotte Allen que elabora la viticultora del mismo nombre en Salamanca, un tinto con variedades poco conocidas como la rufete o la bruñal, entre otras, rico, potente y fresco a la vez; o los vinos de RubOr Viticultores, de Gredos, como Groove 2014 o Punto G 2014, vinos de parcela y paisaje.
Además de esta zona “rebelde” hubo bodegas que se están estrenando en las moquetas, como Carrascas, de El Bonillo, en Albacete, donde el alma a los vinos se la pone una mujer, la enóloga Isabel Zafra, y perfila el asesor madrileño Ignacio de Miguel. Vendimia a mano y el máximo cuidado en las elaboraciones consiguen unos blancos elegantes y unos tintos con potencia pero una bien buscada finura.
Otra de las novedades fue la bodega Alilian, propiedad del empresario chino Shu Ping Xu y que gestionan su hijo Xu Liang, junto a la destreza enológica de Cote García Díez en Ribera del Duero. Elaboran varios tintos entre los que destaca el exclusivo Camino del Abuelo, un ribera elegante, voluminoso y con vocación de guarda que ronda los 200 euros.
También se presentó en sociedad Emilio Valerio, bodega navarra que emprende un nuevo rumbo tras cambiar de enólogo, anteriormente el francés Olivier Riviere y actualmente su compatriota François Hebrard (Quinta de la Quietud), que supondrá también cambios en algunas de sus etiquetas.
Torres presentó en Enofusión una de sus últimas elaboraciones, el poco conocido Parcelas de Graciano, un tinto de Rioja que rondará los nueve euros en tiendas, repleto de fruta negra y una encantadora rusticidad. En la mesa de al lado, Javier Sanz Viticultor y sus exclusivos Malcorta y VColorado, y no muy lejos, Raíz de Guzmán con su gama de vinos tintos y su exitoso rosado, todos ellos firmados por Ignacio Figueroa. También Izadi llevó sus vinos de Rioja Alavesa, Toro, Rueda y Ribera del Duero, poco después de que Pruno, de esta última región, volviera a se considerado por la publicación de Robert Parker como el mejor tinto por menos de 20 dólares, revalidando un título que ya consiguió hace unos años, aunque no desmerecía tampoco su verdejo, con la marca Vetus, un buen ejemplo de blanco bebible que no renuncia a la complejidad.
Otra de las mesas que fueron punto de atracción de la zona expositora fue la de Toro Albalá, cuyos vinos de añada viejos siempre despiertan pasiones, px viejísimos, con varias décadas a sus espaldas y sabores infinitamente complejos y atractivos, que cautivaban a los visitantes.
Además del Túnel del Vino, que permitía probar diferentes marcas de blancos, espumosos, tintos, generosos, rosados y dulces, Enofusión este año puso en marcha las “Speedtastings”, un novedoso sistema de cata inspirado en las “speeddatings”, donde los bodegueros dispusieron de un tiempo limitado para contar sus vinos a distintos grupos de catadores, aficionados, blogueros o periodistas, mientras estos lanzaban al ciberespacio sus opiniones e impresiones.










