Esperado regreso
Restaurante Angelita Madrid, donde el vino sí importa

Raquel Pardo
Los hermanos Mario y David Villalón vuelven a la restauración madrileña con un proyecto en el centro de Madrid que refleja su evolución como profesionales del vino y los cócteles. Ah, y sin descuidar la cocina.
Fue a mediados del verano pasado cuando los aficionados al vino y los fans de los cócteles dieron por perdido en Madrid a uno de sus templos, El Padre, una vez que los hermanos propietarios, Mario y David Villalón, dejaron el establecimiento en manos de otra gestión (que continúa ofreciendo comidas caseras y menús diarios) para dedicarse, comentaron entonces, a cultivar y vender verduras ecológicas, entre las que destacan unos tomates que ya en el local de Serrano, donde está El Padre, se hicieron un plato de obligada prueba.
Producción hortícola
Ese proyecto hortícola, muy real, parecía alejar, en principio, a los dos jóvenes hermanos, ya respetados entre la restauración madrileña por sus excepcionales selecciones de vinos y destilados, de cualquier actividad relacionada con la sala, donde se manejan con soltura y donde han conseguido hacerse un nombre, David en los vinos, Mario con los cócteles.
Pero algo se estaba fraguando y hace unos meses empezó a sonar el cascabel: los hermanos volvían a la restauración, su campo de batalla. Esta vez, con un proyecto donde se viera su evolución profesional, fruto de más de una década de trabajo frente al público (ambos hermanos son treintañeros), viajando a regiones productoras, elaborando, como hizo Mario, su propio ron junto al también bartender Diego Cabrera (quien también está a punto de abrir su propio local en el centro de Madrid), aprendiendo más para dar más en la sala. Y fue así como el pasado viernes, 25 de marzo, con el abrigo de la Semana Santa, se inauguró oficialmente (tras tres o cuatro días de “rodaje”), Angelita Madrid, en la Calle Reina, 4, un bistró moderno arriba y un bar clásico al estilo londinense abajo. Territorio de David arriba, abajo terrenos de Mario. Un concepto diseñado y decorado por ellos donde cada uno se luce con lo que sabe hacer: la sala de arriba, manejable, agradable, para comer o cenar (abren desde la una del mediodía) y, por supuesto, beber. Beber porque la carta de vinos, a la altura del Villalón más joven, supera a la de muchos otros restaurantes ya consolidados, y premiados, con alguna de las muchas menciones de calidad que existen en el panorama “foodie”. Una carta de más de 500 vinos donde hay muchos borgoñas, los favoritos del sumiller, y donde se concede un merecido protagonismo a los vinos cercanos, los de Madrid, Gredos, Méntrida… referencias escogidas de vinos bebibles, agradables y sorprendentes que se combinan con multitud de etiquetas francesas e italianas, austriacas… espumosos de pequeños productores, clásicos irrenunciables, generosos que son joyitas… el enoloco tiene donde escoger, y el amateur, puede dejar a David y su equipo que le elijan el vino más adecuado, que al final, también es esa una de las tareas del sumiller. En este espacio hay también un bar de vinos donde tomar hasta 25 copas diferentes, que van rotando, y se puede picar algo sin necesidad de sentarse a comer.
Cócteles creativos y clásicos
Y abajo, cócteles creativos y clásicos, en la línea que ya trabajaba Mario en El Padre, en un entorno de club donde, además, los precios son muy atractivos, pues Villalón es consciente del público que pasa por el centro de Madrid y sus necesidades, y la pretensión, confirma, es “que la gente que venga, muchos de ellos de nuestra edad –en los treinta- pueda tomarse una buena copa sin arruinarse”.
En el medio, porque está arriba y abajo, una cocina sensata que firma el joven chef José Manuel Lázaro, con productos que, como en los vinos y destilados, buscan la autenticidad, con guiños a la temporada, buenas carnes, ensaladas, platos reconocibles y que, para tomar en la sala de abajo combinada con cócteles, se vuelve un poco más exótica.
Un retorno prometedor el de los Villalón con una fórmula a la medida de lo que este par de profesionales es capaz de ofrecer, pero sobre todo, un local donde al vino y al destilado se les mima y con ellos, al que los bebe. Un local que hacía falta.