Caribe a Bocados
Pistas para no perderte ni un bocado en Santo Domingo

Las costas de República Dominicana son uno de los destinos prioritarios del Caribe. Pero, además de la belleza paisajística y el soleado clima, la isla ofrece una capital vibrante, cuidada y de alto nivel gastronómico. Mayte Lapresta. Imágenes: Arcadio Shelk
Muy cerca de la romana, y a pocos kilómetros más de las deseadas playas de Punta Cana, se encuentra la capital de la bellísima República Dominicana. Santo Domingo –con algo más de tres millones de habitantes, un importante puerto, dos aeropuertos y un cuidado barrio colonial– se ofrece como una ciudad abierta, divertida, segura y llena de coquetos restaurantes y colmados donde se puede palpar el carácter alegre y despreocupado del dominicano. Cada rincón de esta gran urbe desprende sonrisas, la amabilidad de la gente, el esmerado y correcto servicio siempre atento a las peticiones del cliente, la cálida cocina de sabores potentes, las frutas exóticas con mil colores, los puestos callejeros llenos de aromas donde disfrutar sin complicaciones de su pica-pollo, su frío-frío, su guarapo (jugo de caña) o su agua de coco.
La primera aproximación a Santo Domingo suele ser a través de su ciudad colonial Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, ese pequeño pedazo de España, con sus paredes encaladas, sus ventanas de hierro forjado y sus plazoletas. Situada al este junto al río Ozama, la antigua capital de las Indias Occidentales se muestra hoy espléndida, semi-peatonal, en una clara apuesta del ayuntamiento por rehabilitar sus fachadas, ocultar el inmenso cableado eléctrico que cruza el cielo en cada calle y evitar el caos de tráfico que reina en toda la ciudad. En sus callejuelas proliferan museos de toda índole que alternan con los edificios históricos, rindiendo homenaje a su imponente catedral de 1540, la primera de toda América. Cada plaza se llena de terrazas donde el turista convive de manera natural con el dominicano. Los restaurantes de vanguardia, con cuidada cocina internacional o local, alternan con los tradicionales colmados (encuéntrelos en Plaza Duarte y en San Antón), pequeños bares donde tomar una cerveza muy fresca, decantándonos por las marcas propias como Presidente, Bohemia, Soberana o Quisqueya (ésta última, con más cuerpo) mientras picas unos tostones crujientes hechos de plátano verde con sal y ajo. Todo discurre sin prisas, con ese ritmo pausado del que sabe paladear la vida. Y se contagia. En Santo Domingo las cocinas no cierran y nadie te mira mal por almorzar a las cuatro de la tarde o cenar pasadas las 12. La música surge de cualquier rincón. Bandas locales amenizan fiestas donde cualquiera se arranca a bailar sin miedo y donde nuevamente se entremezclan clases sociales, edades y nacionalidades.
Atravesando la ciudad a lo largo de su inmenso malecón, llegamos a la zona nueva de esa urbe que ha crecido a lo ancho. Son pocos los rascacielos y se concentran en el Polígono Central. A los lados de la gran calle Gustavo Mejía Ricart se concentran restaurantes de alto nivel, buenos bares para tomar una copa e incluso salas de baile para los más nocturnos.
Si la estancia se prolonga, Santo Domingo ofrece ambiente playero a pocos kilómetros en Boca Chica. Puestos de pescado frito y tres restaurantes con un ambiente chill out: Boca Marina, Neptuno y Pelícano. Blanco inmaculado, puestas de sol espectaculares, jacuzzis y buena culinaria. En la otra cara de la moneda, el barrio chino, al sur de la ciudad, con su milenaria cocina del Este. Así es Santo Domingo. Con la autenticidad como principal valor. Y, entre medias, impresionantes lugares dignos de la Gran Manzana que proclaman a gritos un Santo Domingo cool y moderno que no pierde el norte de su carácter caribeño, callejero y desenfadado en esa mezcla excitante donde nadie se siente forastero.
Caprichos gourmet
La Casa de los Dulces (Emiliano Tejera, 106) resulta el lugar perfecto para probar el dulce de leche cortada, la almendra caribeña, el jalao o el coco tierno, mezclado con leche y azúcar. Uno de los primeros cafés de la ciudad (1930) es La Cafetera (El Conde, 253) donde se cocía el ambiente intelectual y artístico de Santo Domingo. Todavía es un local de tertulias donde tomar un buen café e incluso comprarlo recién molido para llevar. En Choco (Arzobispo Meriño, 254) el chocolate es uno de los productos estrella de la isla. Como curiosidad, en esta tienda se puede adquirir té de cacao, semillas de cacao tostadas, mantequilla de chocolate y mermeladas. Museo gratis, fabrica de chocolate visitable y talleres para niños y adultos. Si busca una buena cadena de pastelerías para probar bizcochos el lugar es Bondelic (Heribeto Núñez, 28) con unos deliciosos Tres Leches o Cuatro Leches o sus Deditos de Novia, rellenos de mermelada de guayaba. Unas de las bocaterías más populares de la ciudad lleva por nombre La Barra Payan. Magníficos “jugos” de guineo, lulo, zapote o china (naranja), y en Drink2go se encuentran espirituosos a precios imbatibles. Para comprar (a muy buen precio) o para degustar en sus elegantes salas de fumadores, no dejes de visitar Arturo Fuentes Cigar Club (Avda. 27 de febrero, 211). Buena carta de espirituosos para acompañar cada fumada. Impresionante edificio de madera y espectacular cava de puros. Como colofón, no descarte tomar una fruta en cualquiera de sus puestos callejeros (chiripero) o dulces y chuches de sus “paleteras”.
Para ver
Una visita reseñable es el Museo del Ámbar u Larimar Museum para conocer los secretos de esta resina fósil. The Colonial Gate 4D Cinema (Padre Billini, 52). Una experiencia multisensorial que permite conocer parte de la historia de República Dominicana. Todos los jueves, noche de jazz en la escalinata de la calle El Conde, arteria comercial de la zona colonial. Los fines de semana, espectáculos gratuitos en la Plaza de España.
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