En Bretaña

Recorriendo la ruta de los faros, los colosos del mar

Lunes, 23 de Mayo de 2016

No hay icono que simbolice mejor la región de Bretaña que alguno de sus 800 impresionantes faros. Vigías de escarpadas costas, siguen enfocando leyendas de batallas y naufragios en el dramático Finisterre francés. Pedro Javier Díaz Cano. Imágenes: Domingo Chausal

“Vivir en un faro en tierra firme es un paraíso; si está en una isla, un purgatorio; y si está en medio de las olas, un auténtico infierno”. Este axioma de los fareros, en realidad, no hace justicia a la heroicidad de algunos de estos guardianes del mar en la Bretaña francesa, conocida mundialmente por sus bellos faros, algunos de ellos construidos a varios kilómetros de la costa sobre rocas solitarias. Muchos de ellos lo que más ansiaban era el destino de una luz en la soledad del mar como, por ejemplo, el faro de La Jument, una torre anclada sobre un peñasco a dos kilómetros de tierra firme, acerca del cual uno de sus antiguos moradores reconocía que “cuando hay tempestad, el faro, efectivamente, se balancea…”. Cuando en la actualidad son los GPS (sistemas de navegación por satélite) los que definen la posición y la velocidad de los barcos, y los faros perduran automatizados a distancia, la mayoría de los fareros de la costa bretona se vieron obligados a reciclarse en aburridas tareas de oficina o abocados a una jubilación anticipada.

 

La región costera de Bretaña se sitúa al noroeste de ese país-nave que es Francia, como si fuera la proa de un barco y surcara las aguas del proceloso océano Atlántico. Su indómito litoral –la auténtica Costa da Morte francesa por el gran número de naufragios y de marineros muertos a lo largo de la Historia– ha forjado una leyenda de hombres aguerridos y mujeres luchadoras que resisten las inclemencias meteorológicas invernales. Los bretones tienen una personalidad muy marcada, diferenciándose ellos mismos de sus compatriotas franceses, quizá porque desde la antigüedad han estado más vinculados a la cultura celta que a la latina.

 

Galácticos en Ouessant

 

[Img #10328]La Vía Láctea en toda su bella y blanca magnitud como gran faro del océano. Éste es el recuerdo que jamás se olvida en la Ruta de los Faros por el litoral de los destellos. Ese manto lechoso de millones de estrellas nos dio la bienvenida en la isla de Ouessant, la mayor y más lejana de todas las islas del departamento de Finistère, en el paraje más propicio para ello: junto al faro de Créac’h, en la rocosa Punta de Pern. Automáticamente, cuando la solitaria noche se cernía a nuestro alrededor, la imponente torre de 55 metros de altura empezó a emitir sus destellos en forma de ocho haces de luz que alcanzan a verse a 32 millas náuticas de distancia.

 

A la mañana siguiente volvimos al mismo lugar para visitar el Museo de Faros y Balizas en el complejo donde se halla el faro de Créac’h. Ouessant es toda ella una isla-faro. Además del de Créac’h –que con el faro inglés de Land’s End marca la embocadura del Canal de la Mancha–, junto al puerto se halla el de Stiff, el más antiguo de Bretaña (1663). En la punta de Porz Doun se encuentra el faro de Nividic, delante del cual hay dos torres próximas entre sí que servían como teleférico para que su guardián llegara a su lugar de trabajo.

 

En las inmediaciones de Ouessant también se encuentran las torres de Kéreon y Men Korn, dos faros que al igual que Les Trois Pierres (las tres piedras) se hallan mar adentro. El faro de Kéreon es conocido como el "Versalles del mar" por su lujoso interior forrado de madera de caoba. Es todo un escenario de cine, siendo el plató natural donde se rodó la película El extraño (L’équipier, 2003), cuyo título hace referencia al nuevo farero que llega a la isla. Aunque existe una Ruta de los Faros y Balizas entre Brest y Portsall (departamento de Finistère) a lo largo de 90 kilómetros, si se parte desde la capital regional de Rennes la recomendación es empezar el recorrido en el departamento de Côtes d’Armor, sabiendo que la palabra armor procede del idioma gaélico celta y significa "país del mar".

 

La Costa de Granito Rosa

 

[Img #10326]Nuestra ruta se inicia en el magnífico panorama del cabo Fréhel, donde los acantilados de granito rosa dominan el mar a más de 70 metros de altura. El primer faro del Cabo Fréhel data del año 1695; del segundo, erigido en 1845, sólo quedan las ruinas de una torre al lado del emplazamiento del actual faro, pues fue destruido por los alemanes en 1944 durante la 2ª Guerra Mundial; finalmente, el faro actual se construyó con el mismo granito rosa de los acantilados entre 1947 y 1950. Tras subir los 145 escalones de piedra de la escalera de caracol y los 15 estrechos peldaños de hierro hasta lo más alto del faro, desde su cápsula uno se siente privilegiado por poder observar el paisaje de “tierras y leyendas” de uno de los lugares más visitados de Bretaña. No en vano, la landa del Cabo Fréhel es una reserva botánica y un paraje protegido donde gaviotas y cormoranes tienen su hábitat natural.

 

[Img #10327]Después de ir a la búsqueda y captura del faro de Bodic en Lezardrieux, en la orilla izquierda del río Trieux, nos dirigimos al encuentro del faro de Ploumanac’h en la Costa de Granito Rosa, así llamada por las grandes rocas que se tiñen de púrpura con la luz de atardecer. Erosionadas por vientos y mareas a lo largo de siglos, se asemejan al decorado de una película histórica. En Ploumanac’h la vista es magnífica y los enormes bloques de granito poseen un color rosado excepcional. Desde aquí hasta las playas de Trégastel, en Perros-Guirec, el famoso Camino de los Aduaneros recorre todos estos acantilados de formaciones insólitas y caprichosas.

 

Desde Perros-Guirec nos desplazamos a Plouguerneau, en cuyo puerto de Lilia tenemos cita con Florence Chartier, del organismo Pays des Abers Côtes de Légendes, para visitar el faro de la Île Vierge. Construido entre 1897 y 1902 para indicar el peligro del tramo costero conocido como Bro Bagan ("tierra pagana") es, con sus 82,50 metros de altura, el faro más alto de Europa construido en piedras de talla. Para disfrutar de sus incomparables vistas panorámicas hay que subir 397 escalones. El interior del faro está recubierto por unas 12.500 placas opalinas, con bella escalera de caracol vista desde abajo.

 

Monjes guardianes

 

[Img #10329]En el norte del departamento de Finistère el faro de la Punta de Saint-Mathieu difunde una luz blanca cada 15 segundos. Además de la lente que gira, posee un destello direccional fijo que se dirige hacia el faro de Kermorvan, en la punta de Le Conquet. Esta luz trazada sobre el mar entre los dos hermanos se convierte así en un indicio para los marinos mercantes. Para los barcos que vienen del Norte, este rayo luminoso les permite encontrar más fácilmente la dirección hacia Brest.

 

Los monjes benedictinos que vivían en la abadía en ruinas que se halla junto al faro, fueron sus primeros guardianes. Antes de su construcción en el año 1835, los monjes de la abadía hacían un fuego con madera en la cima de la torre cuadrada de piedra. Esta pira permitía a los marinos ver los peñascos y tratar de evitar el naufragio. Otros faros se construyeron al lado de antiguas fortalezas, como es el caso del inexpugnable Le Petit-Minou. Desde aquí ponemos rumbo a la punta de Permarc’h, un cabo rocoso dominado por el faro de Eckmühl, otro gran coloso de piedra (65 m de altura, 307 escalones). Este vigía secular (1897) es conocido por los pescadores del litoral como el "Goliath de los faros".

 

Nuestra ruta concluye en la Pointe du Raz, la punta más occidental de Francia, donde se encuentra el faro de La Vielle (27 m). Por sus cualidades naturales, la Punta de Raz (la proa geográfica de esa nave que es Francia) está catalogada como Grand Site National, uno de los cuatro “grandes lugares nacionales” del país.

 

Con un sol anaranjado, tamizado y que nos indica el camino, tras pasar la Torre Radar de la Marina Nacional y el monumento de Nôtre-Dame des Naufragés erigido en reconocimiento de los náufragos durante la 2ª Guerra Mundial (1939-1945), llegamos por fin a la punta. En primer plano observamos una hilera de rocas desafiantes, que forman un peligroso y a la vez bello acantilado. Adentrado en el mar, solitario y retador, el faro de La Vieille emerge de la última roca que se divisa. Nos quedamos allí hasta que se hizo de noche, disfrutando de la soledad y del silencio en la inmensidad del paisaje, recreándonos en el mágico momento del crepúsculo en uno de los finis terrae del Viejo Continente.

 

 

 

 

[Img #10330]Ostras, crêpes, sidra y galletas de mantequilla

 

La costa de Bretaña es famosa por sus ostras, sus "frutos del mar" (mariscos) y por la lubina salvaje. Asimismo, la región es despensa de buenos quesos (gran Camembert), así como la cuna de los crêpes, dulces y salados, o las galletas de mantequilla (Jos Peron, deliciosas). La excelente sidra local resulta un maridaje perfecto, siendo muy recomendables las denominaciones de Fouesnant, de Clohars-Carnoët y de Bélon.

 

 

 

 

 

 

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