Comer, beber, amar
Cuéntame mucho
La explosión mediática del mundo gastronómico ha llevado implícito mucho bueno y mucho más mediocre. Mayte Lapresta
A la redacción nos llegan multitud de nuevas propuestas a modo de comunicados de prensa, productos, libros o invitaciones a eventos. En general casi todo es más de lo mismo y la saturación provoca cierta desidia. Y las equivocaciones en el terreno literario me resultan difíciles de encajar.
En ocasiones te sorprenden con algo realmente excepcional como los libros cuidados de la editorial Montagud, ilustrados con impecables fotografías como las de nuestro cámara Álvaro Fernández Prieto, y otras te decepcionan como Mésame mucho de la alegre Marta Simonet. No es que esperara que me abriera la puerta a otras dimensiones pero 146 páginas de papel más cubiertas plastificadas deberían dar para más que divagaciones adolescentes, picardías de blog facilón y escasas recetas de igualmente escaso interés.
Podríamos decir que lo mismo ocurre en el terreno periodístico, tanto on como off line, donde se percibe de manera clara la falta de recursos y el exceso de agencias, un problema que se traduce en pura réplica de notas de prensa, decenas de páginas que esconden campañas publicitarias a través de textos informativos y reportajes de sillón, es decir, hechos a golpe de ratón y Wikipedia sin salir de casa, sin probar la cocina, sin charlar con el bodeguero, sin conocer para contar. La esencia de la comunicación está en la experiencia personal, cercana, profunda de aquello que queremos narrarles. Verles actuar e interactuar, diseccionar su trabajo, entender sus razones. Hay que escuchar mucho, observar en silencio, camuflarse entre el equipo, sentarse con la gente para ser uno más y escribir con veracidad, sentido común, humildad y, si es posible, un poco de gracia literaria. Así se hacen las cosas. Esperamos estar cumpliendo con nuestro deber y que ustedes lo perciban. Y que la lectura de este número especial de verano les pille en chanclas y la disfruten con una sonrisa en la boca y una copa de buen vino –fresquito- en la mano. Feliz y merecido descanso.
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