LA PIZCA
VUELVE A CASA
Querida jefa Mayte Lapresta: Espero que al recibo de esta Pizca, mi humilde aportación a los blogs de Sobremesa, te encuentres bien, sin astenias posvacacionales y plenamente relajada tras el necesario descanso estival. Sir Cámara
Os abandoné en febrero para rematar mi relato titulado DEL BICHO AL HECHO, una peripecia vital que cuenta, entre otras cosas, la vuelta a Europa con un macaco tailandés y con mi chica. Un trabajo que ya está en la editorial y que pone la lupa sobre las relaciones entre los humanos y los animales más o menos domésticos, como las hormigas. Sí, la hormiga es un animal doméstico; puede que no deseado, pero no se le puede negar la presencia en nuestro día a día y de una manera involuntaria en la mayoría de las ocasiones. Sin ir más lejos, ayer encontré unas cuantas hormiguitas en el fondo de una caja de fresas recién cosechadas en una finca de producción ecológica que hay cerca de casa. No le das más importancia y las barres con el dorso de la mano para que salgan de la escena.
Unos tragos y un picoteo más allá, me llevaron a reencontrarlas con la mirada. Una se llevaba el pedúnculo con algo de fruta de una fresita mientras la otra arrastraba, no sin esfuerzo, un trozo de longaniza berciana que nos había traído la vecina. Las seguimos con la mirada para valorar su entrega cuando, ya camino de su guarida, ¡zas!, un pisotón involuntario de Sonsoles, la vieja labradora, dejó el género como estaba y las hormigas retorcidas como si ante un DJ de las fiestas del pueblo estuvieran. No llegaron a casa… Es lo que tiene la operación retorno.
Aún así, insisto en su condición de animales domésticos, incluso de compañía. Puede que mal integrados, pero ahí están. Y es que hoy día cualquiera es lo que quiera ser. Pongo por ejemplo el caso de los afiladores. Para afilar el cuchillo cebollero, las puntillas y los jamoneros, nada, algo doméstico, compré una piedra de afilar cuchillos de la marca de la taladradora. Unas horas después, tuvimos que comprar nuevos cuchillos porque una cosa es tener aquello y otra tener criterios, método, para afilar cuchillos. No es cualquier cosa.
De la misma manera, lo habrán observado, cualquiera que tenga a su alcance un teclado puede ser catalogado como escritor porque escribe cosas, con más o menos acierto y criterio, pero escribe. Igualmente, cualquiera que se conozca cuatro trucos y dos bobadas del Photoshop podrá presentarse en sociedad como diseñador gráfico. Ha sido una frivolización incesante la que de las disciplinas profesionales se ha hecho. Por el simple hecho de tener encendida la radio o la tele, el personal viene a darnos lecciones sobre el tratamiento de la información. ¡A decirnos cómo hemos de hacer nuestro trabajo!
Para que terminen de entender el argumento que expongo, aunque ya lo habrán pillado, creo que hoy día todo el mundo está autorizado para hablar de gastronomía y vinos. Basta con ver en la tele programas especializados o tener una peña de amiguetes que hablen de ello, puede que algunos con bastante tino, para después soltar en otra tertulia piltrafas de lo que han cogido al vuelo bien pochadito y jamás exento de vinagre de Módena.
En vista de todo esto, y si no existe algún inconveniente, querida jefa, te agradecería que incorporaras esto al blog de Sobremesa mientras sigo observando estas cosas con sorpresa. Ya sabes que los españoles hablamos de todo, incluso de lo que no sabemos. Empezamos.
Pues eso…
Ricardo sirCámara.-
SOBREMESA no comparte necesariamente las opiniones vertidas o firmadas por sus colaboradores.