Los gustos y los caminos
Don Manuel

Cuando llega octubre, y siempre en sus primeros días, Maurici Anglesola García saca de una vieja maleta un traje blanco que el tiempo ha ido tintando del color de la nicotina, lo sujeta sobre una percha de madera que cuelga de un clavo, y mientras se rasura la barba de días y perfila su bigotito gris, espera que desaparezca el olor a alcanfor... César Serrano
Maurici Anglesola consume sus días o, como se le escucha decir, sus últimas horas, que en esto del fotre nunca se sabe, en los baretos del Raval. A primera hora, carajillos de Aromas de Montserrat, como aquellos que en los buenos tiempos le servían en las madrugadas junto al Jaume Sisa; al mediodía, vinazos indescriptibles para acompañar algún plato del día, y ya a la tarde, lo que caiga, y siempre a costa de quien caiga. Mientras, va contando a quien le quiere escuchar su vida.
“Yo fui chulo de la mejor puta de Barcelona –me espeta con una copa de absenta en la mano–, una mujer por la que perdí el sentido, una mujer de la que el comandante de la Sexta Flota americana pronunciaba su nombre al llegar a casa en América mientras le daba un beso a Mary, su mujer. Yo le até los machos al mejor torero que ha parido aquesta terra, don Joaquín Bernadó. Yo le puse sobre más de una pista al gallegón de Carvalho hasta que don Manuel decidió mandarnos a todos al carajo y sin previo aviso desde Bangkok. Yo pude ser un gran hombre, y creo que lo fui en mis primeros años de ingeniero textil en la Fabra y Coats, pero Lolita era mucha Lolita y eso me perdió, eso y el pinchazo que se me llevó la pierna, que nunca sabré que fue lo peor, si perder la cabeza por Lolita o que el macarrón que se la llevó me dejara incapaz de por vida, ya no de atar los machos a algún subalterno en El Oriente, sino ni tan siquiera de cuidar de alguna vieja pupila. Tan solo al cabrón de Carvalho le vino bien mi desgracia, los limpias vemos y escuchamos muchas cosas, y él siempre pagó bien un buen soplo”, me cuenta.
“El 18, todos los 18 de octubre desde que se nos fue Don Manuel, concelebramos una misa en su memoria a las puertas ya cerradas de Casa Leopoldo en donde aún parecen preñar el aire los aromas de su rabo de buey. Después, el Marsella, el Pastís… y ahí acudimos el Biscuter, el Carvalho y un servidor, y le digo que si no estoy en las novelas es porque le pedí discreción a don Manuel. Sí, ya no quedan mujeres como Lolita ni toreros como don Joaquín Benardó ni comunistas como don Manuel Vázquez Montalbán”.
Rabo de buey
Ingredientes
Un rabo de buey, 1 vaso de vino tinto y otro de blanco, 2 puerros, 2 zanahorias, 2 tomates, 1 cebolla, 1/2 cabeza de ajo, 6 granos de pimienta, 2 clavos, 1 hoja de laurel, 100 gramos de harina, aceite y 1/2 litro de caldo de carne.
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