Sir Cámara

PINCHO/PEN DRIVE/MARIANO

Lunes, 10 de Octubre de 2016

Son recuerdos de infancia, cuando el sistema solar no había sido colonizado por las constructoras. Aún quedaban descampados entre las edificaciones donde los chavales nos desfogábamos entre pinchos, escombros y basuras que inspiraban apasionantes juegos con una constante amenaza: ¡cuidado con los pinchos…! Sir Cámara

Y cómo pinchaban, oye. Con el tiempo, breve, aquello se acabó y lo cubrieron de hormigón y ladrillos para poner bancos y bares, que este país tiene experiencia en lo de funcionar en B. Dejamos los juegos a cambio del reglamento de ser mayores. A las chicas, lo primero que les afloraba era su natural instinto de la estética, de la conservación, para que la clavícula no hiciera un compacto con la cadera; esa natural  preocupación por el peso que las hará esclavas de la báscula el resto de su vida.

 

A nosotros, a los chicos, lo primero que nos afloraba eran las manifestaciones acústicas monocordes, el eructo. La liberación de gases por vía oral que surgía tras comer el bocadillo en el recreo. Evolucionó hasta territorios casi musicales a los que hacían los coros le peña con sus risotadas.

 

Y así hasta que descubrimos a las esclavas de la báscula y un rato después los pinchos, una porción de pan con algo comestible encima que, si es exquisito, se escribe con X de pintxo y altera sus propiedades de penetración en el tejido social por cuestiones de poder adquisitivo.

 

El primer sueldo, el trabajo más o menos estable, los amigos, la familia, te proporcionan estos placeres aunque tu puesto de trabajo esté en la cola del paro o soportes una orden de alejamiento de cualquier actividad laboral remunerada (parado de larga duración).

 

De esta manera te metes en una edad de riesgo que puede tener retorno, o no, como dice Mariano. Y te arrea el innombrable de miocardio que, de tener suerte y vivir para contarlo, te lleva a ser un pastillero para el resto de tus días. Cambia la dieta, las cantidades en el plato, el ánimo… hasta que un día, con la tarjeta sanitaria entre los dientes, como antes el DNI, le dices al farmacéutico que te ponga un surtido de lo tuyo. Mientras hace sus trabajos manuales en la era digital con el cuter y el papel celo,  te pregunta si te gustan los caldos…

 

-¿Los… caldos…? ¿Los vinos…?

-No, hombre, los caldos de puchero.

 

Ante mi sorpresa y la de la cajita de la Atorvastatina,  me traslada de nuevo a los tiempos de los juegos, entre pinchos. Me pregunta si conozco el cardo mariano, se que tiene un penacho morado y con el que seco hacían madres, tías y abuelas centros de mesa donde todos los enganchábamos… Bueno, pues dice que es buenísimo, a pesar del nombre, Silybum mariano. Me lo recomienda en taza, templadito,  y filtrado tras cocer sus semillas o como bebida, fresquita en el frigo,  con el objetivo de ayudar a limpiar la “contaminación” medicamentosa; que ya lo dice mi tía Amparito, una clásica, “lo que es bueno para el bazo, es malo para el espinazo”. Viva la rima.

 

De allí me fui al herbolario porque el cardo mariano florece en mayo y junio, ya lo pillaré en toda su plenitud anatómica, y lo compro como ahora viene eso: dosificado y embolsadito. La mujer de la tienda, de riguroso nombre, Dioscórides, me descubre las propiedades de lo que llevaba. Inmediatamente empecé a ver las cosas con más criterio evolutivo y del pincho pasé al más actual pen drive por contener todo lo que contiene: básicamente es un depurativo del hígado, pero es mejor que lo comprueben en su herbolario o en su buscador habitual.

 

Hay otros pinchos de temporada, como el Eryngium, alma mater de la popular seta de cardo o Pleurotus eryngii que en este otoño, de Nivea y gazpacho, aún no han aparecido por la ausencia de lluvias. A ver si llueve, pero con cordura, pillamos setas y el cardo mariano florece a su debido tiempo.

Pues eso.

 

 

SOBREMESA no comparte necesariamente las opiniones vertidas o firmadas por sus colaboradores.

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.