Sensación de beber
Los secretos de la Coca Cola: así es la gran bebida global

La célebre bebida carbonatada es el icono mercantil más universalmente reconocido. De receta ultrasecreta, el elixir pasó de ser un humilde jarabe de farmacia al refresco más popular de la sociedad de consumo. Pedro Grifol
Corría el año 1886… En una botica de la ciudad de Atlanta, en el estado norteamericano de Georgia, un farmacéutico llamado John Stith Pemberton inventó un “jarabe efectivo para el cerebro y los nervios” elaborado a base de extracto fluido de coca y nuez de cola. Probablemente la primera persona que probó aquel brebaje se preguntó: What is this?... Y suponemos que el perspicaz farmacéutico respondería algo así como: “Es un tónico hecho para hacer feliz a la gente”. Fuera como fuese, el hecho es que se acababa de inventar el producto bebible más rentable de la industria moderna: la Coca-Cola. Y la historia continúa. En una de las más espectaculares estrategias de marketing que han existido nunca, la empresa sigue presentando la fórmula original como un secreto, que es usado como táctica de mercadotecnia, y que ya forma parte de una peculiar leyenda urbana: archiconocida es la historia que afirma que la mítica fórmula se encuentra a buen recaudo en la caja fuerte del SunTrust Bank Building, en Atlanta, y que solamente dos directivos de la compañía tienen acceso a la clave; que –por supuesto– nunca viajan juntos… y a lo mejor ¡ni se conocen! Sin embargo, su nombre revela, al menos, dos de los componentes de la receta: la coca, procedente de las hojas del arbusto homónimo; y la cola, extraída del fruto de un árbol perteneciente a la familia de las malváceas y de origen africano.
El creador y su obra
Pemberton, que desde muy joven ejerció como farmacéutico en Atlanta, cayó herido durante la Guerra de Secesión en la batalla de Columbus (1865). Durante una carga de caballería recibió un corte de sable en el pecho. El alivio del dolor derivó en una adicción a la morfina, que usaba para calmar su amargura. Buscando una cura más eficaz, se dedicó a investigar sobre algún producto que le ayudara a mitigar su dolencia, una especie de estimulante. Según sus palabras, su obsesión era inventar “la medicina final y la bebida alcohólica perfecta”. Y, ¡eureka! Lo consiguió. Al principio lo llamó Pemberton’s French Wine Coca (vino francés de coca de Pemberton). Entonces descubrió informes sobre las virtudes de la planta de coca, que tenía fama de actuar como estimulante, ayudante de la digestión, afrodisíaco y, además, prolongaba la vida. En ese momento tuvo claro que su bebedizo iba a girar en torno a la coca, ignorando (quizá) que fuese adictiva.
Posteriormente, agregó nueces de cola a una nueva bebida que desarrolló, esta vez sin alcohol, pero con jarabe de azúcar. Pero Pemberton murió en 1888, el mismo año en el que la fórmula definitiva estuvo lista. Fue su contable, Frank Robinson, quien la bautizó (obviamente) como Coca-Cola, y diseñó el logo que persiste hasta nuestros días. Además, vendió una parte del negocio a Asa Griggs Candler, que le puso el nombre de The Coca-Cola Company. Y que adquirió definitivamente el total de la compañía, cuando murió Robinson.
Lo cierto es que, al igual que otros muchos inventores, Pemberton, aunque alivió su malestar con la primera versión de Coca-Cola, no obtuvo mucha ganancia con su invento. Murió pobre, enfermo y adicto al opio. Está enterrado en el cementerio de Linwood, en Columbus. Su lápida está grabada con símbolos que muestran su condición de militar confederado y su orgullo de ser francmasón.
En cambio, con el nuevo propietario, Candler, la compañía incrementó las ventas en un 4.000 % entre 1890 y 1900. La Coca-Cola fue patentada el 21 de enero de 1893, fecha desde la cual empezó a ser comercializada. A principios del siglo XX la bebida se vendía por todo Estados Unidos. El éxito fue imparable. La publicidad tuvo ya un papel muy importante en la época. En 1895 los castos encantos de la cantante de cabaret Hilda Clark se convirtieron en reclamo de la marca cuando fue elegida como modelo para la campaña, convirtiéndose en la primera mujer que anunciase una creatividad de Coca-Cola. Posteriormente, como los distintos embotelladores usaban diferentes envases para distribuir el producto, en 1915 se convocó un concurso para llegar a un modelo único, conocido después como contour. Entre otras cosas, se pedía que la botella pudiera ser distinguida tanto en la oscuridad como hecha pedazos en el suelo. Y ¡vaya si se logró!
A vueltas con la fórmula
Si bien los componentes del refresco están indicados en la etiqueta, sus proporciones –y otros detalles– son todavía desconocidos, hecho del que se vanagloria la histórica empresa. Hoy en día, ayudados de métodos modernos, los analistas de laboratorio pueden fácilmente identificar la composición de cualquier producto alimenticio (incluyendo el secreto de la Coca-Cola). Y los científicos han determinado que la mayoría de los ingredientes son reconocibles y de dominio público, aunque la fórmula correcta sigue siendo un interrogante, o al menos eso asegura la compañía, que insiste en que todas las fórmulas publicadas son inexactas, e informa que la receta original ha sufrido modificaciones con el tiempo, y revela que en los primeros tiempos la bebida tenía una pequeña cantidad de cocaína (cuando aún no se conocían sus efectos), pero más tarde se retiró el componente alcaloide de las hojas de coca. Se dice que The Coca-Cola Company utiliza un extracto de hoja de coca, que es especialmente preparado en una planta industrial de New Jersey, proceso supervisado por la DEA (Drug Enforcement Administration); pero la firma, sin embargo, se niega sistemáticamente a hacer comentarios al respecto, alimentando aún más el misterio. En todo caso, en la página web de la empresa se declara de manera explícita que “la Coca-Cola no contiene cocaína u otra sustancia perjudicial”.
Con la “baya milagrosa” –llamada cola– sucede lo mismo: parece que el primigenio sabor proporcionado por las nueces de cola, que liberaban cafeína en su proceso de manipulación (lo que potenciaba el efecto excitante), fue sustituido por aromas artificiales hace ya bastante tiempo. De modo que la Coca-Cola de hoy ya no tiene ni coca ni cola… Una extraña paradoja del destino.
La sensación de vivir que produce la ingesta del refresco parece que hay que encontrarlo en la receta que se halló en un libro propiedad de su creador en Atlanta. Y se cree la más acertada. Fue publicada en el Atlanta Journal-Constitution en 1979 y tiene los siguientes ingredientes: agua, citrato de cafeína, ácido cítrico (ácido fosfórico en la actualidad, que es responsable de que cada vez que bebamos tengamos más sed), extracto de vainilla, jugo de lima; gotas de aceite de nuez moscada, cilantro, neroli (naranja amarga) y canela. Como en el caso de muchos otros refrescos, en la etapa de embotellado se añade dióxido de carbono (cuando el sirope ya se ha mezclado con el agua), que le otorga las burbujas. En Estados Unidos la Coca-Cola es endulzada con jarabe de fructosa de maíz, y en el resto del mundo se sigue usando azúcar (parte del azúcar se carameliza, ese color oscuro característico), que en sus versiones Light y Zero es sustituido por ciclamato sódico. Claro que todos estos ingredientes ahora se llaman E-952 (edulcorante), E-951 (aspartamo), E-338 (acidulante), E-331 (corrector de acidez), E-211 (conservador), etc. Y aun así, nos falta por descubrir el llamado Merchandise 7X, nombre del susodicho ingrediente secreto celosamente guardado en una caja fuerte.
A modo de corolario
“Por muy rico que se sea, nadie podrá beber una Coca-Cola distinta a la que bebe el mendigo de la esquina”. La frase, atribuida a Andy Warhol, demuestra que la Coca-Cola es lo que la gente corriente puede beber: “La pausa que refresca”, “El sabor de tu vida”, “Toma lo bueno”, “¡Es sentir de verdad!”… Con Coca-Cola se celebra la vida… “la chispa de la vida”. Se puede pensar que la bebida emblemática del capitalismo, que ha llegado a los que los políticos llaman el pueblo llano, la calle, que lo que descubrió aquel farmacéutico confederado y morfinómano era la bebida del comunismo. La Coca-Cola unificó al proletariado. En el imaginario colectivo perdura Hilltop, el icónico spot de 1971 donde representantes de todas las razas cantaban Me gustaría enseñar a cantar al mundo. Ese mismo año arrasó la campaña: “I'd Like to Buy the World a Coke” (Me gustaría comprar al mundo una Coca-Cola), superándose en su afán colonizador.
En los restaurantes fast food de Estados Unidos se consume a granel, y puedes rellenar tu vaso (gigantesco y atestado de cubitos de hielo) cuantas veces desees. Es barata. Es casi gratis. Con la Coca-Cola, además de experimentar “la sensación de vivir”, dicen que también puede servir como desinfectante, desatascador y para limpiar el óxido de los metales. No en vano, distribuidos a lo largo y ancho de 200 países, y a través de 20 millones de puntos de venta, se venden 1.600 millones de botellas al día. Y subiendo.
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