Una década hacia adelante

Alfonso Cortina y Vallegarcía, la madurez de un sueño

Martes, 13 de Diciembre de 2016

Alfonso Cortina es un conocido empresario y gran amante del vino que creó Vallegarcía en los años 90, uno de aquellos primeros viñedos en estilo Nuevo Mundo que se agruparon en lo que entonces eran los Grandes Pagos de Castilla. Luis Vida. Imágenes: Álvaro Fernández Prieto

Hoy, Cortina dirige la bodega junto a sus hijos y sigue trabajando en el mundo financiero como vicepresidente del Grupo Rothschild Europa en lo que es una bonita conexión entre la casa que posee algunas de las bodegas míticas de Burdeos –Mouton, Laffite– y los Montes de Toledo.

 

Hablemos del terruño. ¿Dónde está y cómo es Vallegarcía?

 

La finca está en el límite entre Toledo y Ciudad Real, en la zona de influencia del Parque Natural de Cabañeros. La compré en 1993, pensé en darle un contenido económico y, tras mucho estudiarlo, me decidí por el viñedo. Allí tenemos las rañas, formaciones geológicas del cuaternario, superficies planas de tierras de aluvión con cantos. En una de ellas, a 850 metros de altitud, plantamos en 1999 las primeras 25 hectáreas de viñedo y algo después las siete restantes, solo de variedades francesas –cabernet sauvignon, merlot, cabernet franc, petit verdot, syrah, viognier– aunque tenemos derechos de plantación para llegar a las 50.

 

Hoy, estas viñas plantadas en 1999 están casi llegando a los 18 años. ¿Qué valoración nos puede hacer, echando la vista atrás?

 

El cabernet sauvignon es una cepa todoterreno que se ha dado muy bien, al igual que cabernet franc, syrah y petit verdot. El viognier es algo más delicado y, con mucho, la variedad más complicada es la merlot, porque se adapta al clima con más dificultad.

 

Estamos hablando de la creación de un nuevo viñedo en un lugar no tradicional, una finca dedicada a la caza. ¿Cómo fueron aquellos primeros tiempos?

 

En 2000 se incorporó Adolfo Hornos como enólogo y director técnico y ha estado con nosotros desde entonces. Ignacio de Miguel también estuvo al principio como enólogo externo pero, desde 2006, Adolfo es el único responsable y el alma máter de todo el proyecto. La bodega la iniciamos en 2004 aunque ya habíamos elaborado las cuatro primeras añadas –desde 2001– en Dehesa del Carrizal, una bodega vecina que también pertenece a Grandes Pagos. En 2005 acabamos la nave de vinificación y de ese año son los primeros Hipperia elaborados en la propiedad, aunque la bodega se terminó en 2006, por lo que hora estamos festejando el décimo aniversario. Y, a partir de 2007, se incorporó con nosotros, aunque solo para Hipperia, Eric Boissenot, hoy uno de los grandes enólogos franceses e hijo de Jacques Boissenot, que fue discípulo y sucesor de Emyle Peynaud. Eric hace cuatro o cinco de los Premier Grand Cru Classé de Burdeos y nos ayuda mucho con el ensamblaje de Hipperia y Petit Hipperia, ambos de corte bordelés.

 

Burdeos está saliendo mucho en esta conversación, pero estamos hablando de un vino que se hace con uvas de origen francés cultivadas en tierras donde antes no había viña. ¿Querencia bordelesa y viñedo del Nuevo Mundo?

 

Es verdad. Vallegarcía es un viñedo que tiene características muy propias, a partir de unas variedades que fueron compradas en un vivero de Burdeos y que se han adaptado a nuestro clima mediterráneo húmedo para producir un vino más parecido a los grandes “supertoscanos” italianos o a algún californiano que a un perfil tradicional. El otro día me regañaron porque dije que, para mí, el mejor vino italiano es el Masseto de Tenuta Ornelaia, que es 100% merlot.

 

¿Qué papel tuvo Carlos Falcó, marqués de Griñón, en los comienzos de Vallegarcía?

 

Carlos es muy amigo mío y un hombre que sabe muchísimo de vino. Él fue quien me introdujo a Richard Smart, el técnico australiano de viñedo que diseñó la plantación por su propio sistema Smart-Dyson. Yo, al principio, pensaba plantar solo cepas tintas, pero Carlos me recomendó introducir también la blanca viognier porque pensó que se daría muy bien aquí. Y resulta que ese vino ha sido una de las bases del éxito de la bodega. Estos consejos iniciales han sido muy importantes.

 

¿Qué posibilidades ofrece la exótica viognier en los Montes de Toledo?

 

No solo el chardonnay da grandes blancos. Uno de los mejores del mundo es Château Grillet, un grand cru 100% viognier del Ródano. Después de la II Guerra Mundial quedó muy poca viognier, pero después se ha propagado y ahora hay muy buenos varietales en Suiza, EEUU y en el Nuevo Mundo en general. Incluso empieza a haber por aquí. Se ha adaptado muy bien las condiciones peculiares de clima y suelos de nuestra finca, con tierras muy pobres a una altitud de 850 metros. Nuestro blanco fermenta al 30% en barrica nueva de roble francés donde luego permanece con battonnage de las lías para después combinarse con el otro 70% fermentado en acero inoxidable. Esta combinación se adapta muy bien al gusto español a la vez que resulta óptima para el envejecimiento. ¡El otro día tomamos un 2005 que estaba fantástico!

 

¿Se parece la viognier castellana a la original del Ródano francés?

 

Es curioso, pero es un varietal que tiene una gran personalidad propia y que no muestra ese toque mediterráneo que, sin embargo, sí diferencia a nuestros tintos de los de Burdeos, más atlánticos. En una cata a ciegas que se celebró en la bodega de Guigal, otro notable productor, se cataron 63 viognier de todo el mundo y quedamos en el puesto número 11, lo que no está nada mal.

 

Para sus tintos, con excepción del syrah que es también monovarietal, usa una composición compleja “a la bordelesa”, no la fórmula cabernet-merlot que ha triunfado aquí y que sí utilizaron en las primeras añadas. Curiosamente, con una alta proporción de cabernet franc ¿Por alguna razón especial?

 

La composición de la cuvée depende del año y las proporciones de las distintas uvas son variables según cómo hayan sido las cosechas. Ha habido añadas en las que el Hipperia no contenía casi nada de cabernet franc. En el de 2016 supongo que meteré mucho petit verdot, que ha salido excepcional en esta vendimia. Cada año, Adolfo y Eric hacen el ensamblaje mirando a la excelencia en función de las calidades de las distintas variedades de uva. El vino no es Coca-Cola, su grandeza tiene que ver con esta variabilidad.

 

¿Hay planes para un futuro próximo? ¿Se pueden desvelar?

 

Queremos plantar esas hectáreas que tenemos ya autorizadas y vamos a poner algo de garnacha y cariñena para hacer un vino más complejo, más mediterráneo, alrededor del syrah.

 

¿Puede ser Grandes Pagos de España nuestra Denominación “privada” de calidad, al modo que resulta un sello de calidad el de los Vinos de Pago Alemanes –VDP– en la etiqueta?

 

Grandes Pagos fue también una idea de Carlos Falcó: agrupar bodegas que siguen el sistema de un château francés, que tienen la característica diferencial de usar solo uvas del propio viñedo bajo un criterio de calidad. También se aspira a la promoción comercial para acudir juntos a ferias en el extranjero que serían muy gravosas para unas bodegas tan pequeñas. Y un punto muy importante es el intercambio de conocimientos y experiencias técnicas. Empezamos cinco y ahora somos ya unos 30 en la asociación, que ha sido un gran éxito, a pesar de algunas críticas de productores y denominaciones tradicionales.

 

Tiene fama de ser un gran coleccionista de vinos. ¿Podría comentarnos alguno de sus favoritos que haya servido de inspiración para Vallegarcía o que tenga que ver con su estilo y evolución?

 

Soy amigo de Eric Rothschild y le compro directamente. Creo que los mejores vinos que tengo son algunos Château Lafite extraordinarios. Pero hay que tener los pies en la tierra: nunca pensé en hacer un Lafite. ¡Ya quisiéramos seguir esa senda! Pero hemos tomado buena nota de cómo se hacen las cosas allí. No vamos a hacer un Burdeos en los Montes de Toledo, pero sí a seguir un camino paralelo aunque divergente.

 

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