Director general de Codorníu y presidente de la FEV
Javier Pagés
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"Hay que seguir trabajando mucho en el mercado exterior, donde tenemos dificultad para que se reconozca el auténtico valor de nuestros vinos”. Juan Manuel Ruiz Casado y Saúl Cepeda
La unión hace la fuerza y las bodegas españolas necesitaban algún organismo que las reuniera y fortaleciera, al mismo tiempo que sirviera para luchar por los intereses del sector. Este espíritu de fraternidad empresarial fue el que provocó el nacimiento de la Federación Española del Vino (FEV). Corría el año 1978 cuando la entidad, hoy gestionada por iniciativa privada, echó a andar. Con el tiempo se ha convertido en la mayor representación de productores y comercializadores de la amplia gama de elaboraciones que surgen del proceso vitivinícola, incluidos, como reza en los propios estatutos de la FEV, los vinos tranquilos de mesa y los pertenecientes a indicación o denominación de origen, los vinos aromatizados, los espumosos, los vinos de licor y hasta los mostos, las mistelas y los vinagres.
Tras la presidencia de Félix Solís, actualmente es Javier Pagés quien se ha erigido como la máxima figura de la institución, lo que nos habla de la importancia que la perspectiva internacional está adquiriendo en la FEV durante los últimos años. Pagés atesora un importante conocimiento del mercado exterior. Ha sido importador y distribuidor de vinos, el marketing no tiene secretos para él y, por si todo esto fuera poco, dirige un grupo (un mundo, podríamos decir), Codorníu, en el que desde hace tiempo cabe un amplio abanico de elaboraciones, con tintos y blancos de todas las gamas, vinos procedentes de regiones diversas (incluidas las felices aventuras internacionales: Séptima en Argentina, Artesa en Napa Valley), y una oferta de espumosos conocida en todo el mundo.
Los principales frentes abiertos de la FEV, como el mismo Javier Pagés explica, son subir los índices de consumo y lograr que el vino obtenga de una vez por todas un tratamiento legal diferenciado que lo ponga a salvo del integrismo antialcohólico que recorre Europa. “La situación del consumo en España”, explica Pagés, “es poco entendible. Estamos hablando de un país con una tradición vitivinícola muy poderosa que además está a la cabeza de los países productores en superficie de viñedo. Y sin embargo el consumo no acaba de responder a estas circunstancias. Por eso hay que seguir trabajando mucho en el mercado exterior, donde tenemos dificultad para que se reconozca el auténtico valor de nuestros vinos”.
Buena parte del trabajo y de la influencia desarrollada por la FEV y su presidente se juega, como no puede ser de otra manera, en Bruselas, allí donde por lo general las conquistas legales se miden con cuentagotas, y donde esta institución en pro de las casas productoras deberá seguir presionando para que el vino sea considerado una pieza integrante de nuestra dieta.