Dehesa integral
Monfragüe, una escapada a la alacena natural extremeña
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Atravesado por la cicatriz de agua que le propinan el río Tajo, el Tiétar y sus respectivos recodos, el Parque Nacional de Monfragüe se hace hecho célebre en todo el mundo por la magnífica variedad de rapaces que lo gobiernan. Vicente García. Imágenes: Archivo
Por su extensión sobrevuelan alimoches, águilas culebreras, elanios azules, cernícalos, cigüeñas, buitres negros y leonados... Enjaretado en la provincia de Cáceres, entre Plasencia, Trujillo y Navalmoral de la Mata, su dehesa de más casi 18.000 hectáreas se puebla de bosque autóctono y matorral de bosque mediterráneo, que además goza de una protección oficial máxima desde 2007. Cientos de rutas suturan estos parajes, y sus 16 municipios, además de enriquecer los encantos de la Vía de la Plata, brindan una amplia oferta de ocio y restauración que ha ido creciendo sostenible y en consonancia con el entorno (en 300.000 se cifran las visitas anuales, con un enorme porcentaje de extranjeros y birdwatchers). Casas rurales, restaurantes, ventas, mesones y posadas amplifican los encantos de esta zona única que además de ser el hogar de cerdos de bellota, cabras montaraces, ricos corderos e imponentes cérvidos (y su berrea), podría esconder el deseado e indetectable lince ibérico.
El arte de Atrio
Plaza San Mateo, 1, Cáceres.
Tel.: 927 242 928.
Uno de los grandes santuarios de la gastronomía nacional está a tiro de piedra de Monfragüe. Toño Pérez ofrece en Atrio una cocina de altos vuelos a base de careta de cerdo, cabrito, torta del Casar, cerezas del Jerte o solomillo de retinto. La experiencia sublime y repleta de terruño se desarrolla entre obras de arte y una bodega de relumbrón. Chapeau.
Un alto en el Parador
Plaza de San Nicolás, Plasencia, Cáceres.
Tel.: 927 425 870.
A una escasa hora en coche del Parque Nacional se erige el Parador de Plasencia, que aprovecha los muros, las estancias y el sigilo del antiguo convento de San Esteban. Migas, cardillos, setas, pucherete de perdiz, jamón ibérico, y sobre todo, los lomitos de cordero a la miel de la dehesa destacan en la carta de su afamado restaurante a cargo del chef Luis Carlos Mora.
Dulces de autor
Para rematar y cerrar un menú que bien pudiera ser una caldereta de cabrito o venado, pocos broches como los dulces artesanos de la región (bien sean bombones de higos, sapillos, empanadillas, muédago de Guadalupe o bollas de chicharrones) empapados con licores extremeños que complementan una magnífica gastronomía tradicional.
Encantadora dehesa
La oferta gastronómica de Monfragüe es amplia y variada, basada principalmente en productos y platos tradicionales de la comarca y en ese motor ganadero y económico que representa su dehesa. Un denominador común lo encontramos en la cocina pastoril y en las proverbiales monterías. En la mayor parte de los municipios es fácil encontrar productos típicos como el mencionado jamón ibérico, la ternera retinta, quesos con denominación, novedosos vinos de autor, licores, AOVEs premium, polen, miel...
Ibéricos al poder
Nada mejor que comenzar a saborear los paisajes del Parque (que fue declarado por la UNESCO reserva de la Biosfera en el año 2003) con unas entradas de ibérico (jamón, lomo, chorizo, morcón o patatera, un embutido local que es una mezcla de grasa de cerdo ibérico y patatas en puré) y los memorables quesos de la tierra. La opción vegetal habla de estupendos espárragos y setas, abundantes en la comarca.
La maravilla de lo simple
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