El poder de la corriente

Vinos del Douro, de desconocidos a imprescindibles

Martes, 02 de Octubre de 2012

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Al otro lado de la frontera, el Duero se llama Douro. Un cambio de nombre que da lugar a un paisaje majestuoso y a una enorme variedad enológica donde los Oportos son los reyes, y su corte, tintos y blancos que el consumidor empieza a apreciar. Raquel Pardo

Hace ocho años esta misma revista organizó una cata que tuvo como protagonistas a los tintos de los dos lados del río Duero, el portugués y el español. En ella los vinos tranquilos lusitanos, hermanos de los célebres y casi aristocráticos oportos, demostraban, con pocos años de vida, un nivel de calidad que los situó entre los primeros puestos del ranking. A esta cata, llamada “de los dos Dueros”, le siguieron otras dos ediciones en las cuales los prometedores vinos del Douro confirmaron sus ganas de seguir creciendo. Hoy se han convertido en una más que competitiva realidad.

 

Mientras tanto, los legendarios oportos han continuado manteniendo su lugar entre la élite enológica, sostenidos por el arte de las mezclas y un más que trabajado marketing, al que apoya, en un discreto segundo plano, un emergente enoturismo que quiere revitalizar el lugar del cual proceden: el majestuoso paisaje de viñedos que bordea el territorio del río.

 

Sin embargo, a pesar de que su carácter, marcado por la corriente fluvial, encuentra muchas similitudes con nuestros vinos del Duero (riberas, toros…), lo cierto es que estos productos continúan siendo casi desconocidos en España.

 

Según datos del Instituto dos Vinhos do Douro e do Porto (IVDP), la comercialización de vino del Douro en nuestro país, que entre 2006 y 2009 alcanzaba un ritmo medio de 38.400 botellas, aumentó en 2010 hasta las 91.200, a causa, previsiblemente, de un acusado descenso en su precio, que había llegado a rondar los diez euros el litro. Pero en 2011 volvió a caer, probablemente debido a una política de exportaciones inadecuada (en ese año solo se vendieron en España 42.000 botellas de vino del Douro). Son cifras que distan de las arrojadas por los oportos, que, aunque también han experimentado un descenso en sus ventas desde el comienzo de la crisis, pueden vanagloriarse de habernos facturado durante la última campaña un total de 5,2 millones de euros, distribuyendo por el territorio español más de millón y medio de botellas; eso sí, a un precio medio de 4,45 euros, según la misma fuente.

 

El empujón de los vinos por los Douro Boys

 

Desde el año 2008, fecha en que tuvo lugar la última cata de los dos Dueros, que realizó Sobremesa conjuntamente con la portuguesa Revista de Vinhos, los “DOC”, como familiarmente llaman en la región del Douro a sus vinos tranquilos, han seguido evolucionando y escalando puestos en los listados de la crítica. En aquella ocasión dos vinos portugueses ocuparon el podio de la excelencia, en segundo y tercer lugar y solo aventajados por un casi imbatible Pesus, ganador también de la primera edición. Por aquel entonces existía ya en el Douro un grupo de estrellas enológicas formado por cinco bodegueros, cuyas elaboraciones habían suscitado el aplauso de los expertos internacionales: el de los “Douro Boys”, formado por Niepoort, Quinta do Vale Meão, Quinta do Vallado, Quinta do Vale Dona Maria y Quinta do Crasto. Gracias a una efectiva acción de marketing, hoy ellos llevan la imagen de los tintos portugueses por todo el mundo.

 

El grupo comenzó a gestarse en 2003 para “colocar al Douro en el mapa”. Sus esfuerzos comerciales, sin embargo, los realiza cada bodega, y la formación se encarga fundamentalmente de dar a conocer el carácter de la zona. Cuando se encuentran en catas conjuntas, su “buen rollo” es contagioso; sus vinos tienen personalidades distintas pero el mismo perfil que les aporta el río y la región, aunque después, en el mercado, compiten por un idéntico segmento de consumidores. Tras algunas de las caras visibles de los Douro Boys, como Francisco Olazábal y Miguel Roquette, se esconden los auténticos “capos” de dicha agrupación, una suerte de “Douro Seniors” que empezaron mucho antes a trabajar la personalidad de los tintos dourenses: los padres de Francisco y Miguel, Javier “Vito” Olazábal y Jorge Roquette, amigos desde jóvenes y ahora embarcados, tras las bambalinas, en este proyecto de lanzamiento internacional. Además, el hijo de Vito, Francisco “Xito” Olazábal, es el asesor enológico de la bodega de sus primos, Quinta do Vallado.

 

Fuera del grupo, enólogos jóvenes como António Maria Vaz da Cruz Braga, que elabora en la casa Ferreira (la casa original de la célebre “mujer del Douro”, Dona Antonia Adelaida Ferreira) tintos como los Callabriga, o Francisco Gonçalves, enólogo de vinos del Douro para Sogevinus (propietario de oportos como Calem o Burmester) están también labrando el estilo de sus bodegas con una ventaja común a todos los elaboradores: la diversidad de orientaciones que la naturaleza propicia en el valle y que la mano del hombre ha sabido aprovechar con las terrazas típicas del Douro, y una multitud de castas autóctonas con las que jugar en los coupages de los tintos. Algunos vinos sobrepasan con creces la decena de variedades en su mezcla final, lo que da idea de su potencial si se habla de complejidad.

 

Douros blancos, la promesa

 

Este esfuerzo realizado alrededor de los tintos no ha impedido el desarrollo en la región de unos blancos que están empezando a encontrar su sitio dentro del panorama de los vinos tranquilos portugueses.

 

Se elaboran con variedades autóctonas (una apuesta que ha dotado a la región de una singularidad de la cual presume justificadamente), entre las que predominan la rabigato, la viosinho, la arinto, la malvasía, la moscatel y la confusa gouveio (confusa porque se puede encontrar con el nombre de verdelho, a pesar de que no es la misma que su sinónima de Madeira y tampoco tiene nada que ver con nuestra verdejo). Cada casa, como comenta Francisco Gonçalves, busca su estilo, y en muchos casos aún se están explorando los potenciales de estas variedades. “¿Por qué no?”, se pregunta este enólogo, que también se ha embarcado en proyectos a este lado del Duero. Los “DOC” del grupo Sogevinus, comercializados con la marca Curva, buscan “la frescura”, lo que obliga a los elaboradores a acudir a las zonas más altas (que aquí alcanzan los 500 y 600 metros) para plantar las variedades blancas y lograr que maduren de manera adecuada.

 

Es precisamente esa frescura uno de los puntos comunes que tienen muchos vinos blancos de la región, aportada en parte por la tierra plagada de “xisto” o pizarra. La calidez de la zona (más de 40 grados en verano), que juega en su contra, provoca que los vinos no realicen la fermentación maloláctica. La excepción es el Coche de Niepoort, único vino de la región, explica su enólogo, Carlos Raposo, que sí lo hace en barrica, para alargar su capacidad de envejecimiento. Este Coche, llamado así en honor a uno de los vinos favoritos de Dirk Niepoort, nace con vocación de convertirse en una referencia de estilo para los douros blancos, pero también es una muestra de que el potencial de futuro de estos productos conforma una realidad que se va afirmando paso a paso.

 

Oportos, la aristocracia renovada

 

En la misma región, donde nacen para ser envejecidos después en Vilanova de Gaia, los oportos mantienen el tipo de elegancia, complejidad y estilo propios de cada casa. Algunos elaboradores, y el propio IVDP, apuestan por reforzar el enoturismo en la ciudad y en el valle como una herramienta fortísima de conocimiento y difusión de estos vinos, no demasiado fáciles de entender para el inexperto. Y de paso, van rompiendo unos tópicos de consumo que pondrían los pelos de punta a elaboradores de vinos generosos en otras partes del mundo.

 

En el valle, los responsables de cuidadas quintas como Quinta do Portal rehabilitan viejas casonas y abren restaurantes junto a las viñas para acoger a huéspedes en ruta por el Douro. En la ciudad, bodegas como Taylor’s o Porto Cruz han puesto en marcha proyectos enoturísticos que refuerzan la comprensión y la integración del visitante con la cultura del vino portuense. Los propietarios de la primera han construido el lujosísimo hotel Yeatman, cuyo restaurante posee la mayor carta de vinos portugueses del mundo (con 1.116 referencias, de las que más del 85% son nacionales), y los de la segunda no han dudado en crear un espacio que se vale de las últimas tendencias en marketing electrónico para explicar y entretener con el oporto a los turistas. Ambos, como el resto de bodegas de la región, cuentan además en su catálogo con los “pink” y los vinos blancos secos (con denominación de origen Oporto) que acostumbran a recomendar en atrevidos combinados con hielo y fruta o el más conocido “Portonic”, un claro ejemplo de la necesaria renovación para esquivar el desconocimiento de estos vinos y pintarlos con una capa de desenfado que mantenga vivo el consumo.

 

 

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