Sir Cámara

LO SALUDABLE NO ES NECESARIAMENTE CARO

Miércoles, 15 de Febrero de 2017

Volvemos con mucha frecuencia a los postulados definitorios de Epi y Blas en el día a día. Lejos, cerca, arriba, abajo, -¡que “abajéis” las manos!, decía un CLP instructor de la BRIPAC en la mili- son los conceptos más frecuentes. Pero cada día nos sorprenden con algo nuevo, como ayer hizo un pavo de SEUR que traía algo a mi vecina y que sólo puede recoger un autónomo estabulado a todas horas en su estudio. Sir Cámara

 

Cuando ya arrancaba para salir zumbando, casi me lanzo ante el vehículo para detener  esa entrega. El repartidor dice que llevaba aviso de dejarlo en mi domicilio si en el del receptor no le abrían.

 

   -Pensé que no había gente acá… se justificó con una musicalidad que podría estar inspirada en la caribeña Barranquilla.

 

Esto me hizo reflexionar. Llamé a la compañera de comercial y le dije que comprara una cama elástica para el jardín. De esta manera, cuando vengan los de Seur, UPS, MRW, etc, verán “vida” en casa. Como salgo poco, puede que esto ya esté, incluso, trasnochado.

 

Pero lo que no está trasnochado es la repajolera manía de considerar lo saludable, lo natural, algo irremisiblemente carísimo, exclusivo y excluyente. No estoy refiriéndome a la trufa blanca, ni a los considerados productos delicaditos. Me refiero a los productos saludables, irregulares, feos; esos  que arruinarían una puesta en escena a la estilista de turno… Me refiero a esos productos imperfectos, pero saludables y sanos,  que unos utilizan para disfrutar en el paladar y otros los usan a modo de aguaplast de la personalidad para emplastecer las fisuras de sus carencias.

 

La otra noche, tomando un anónimo producto de hipermercado, -desconocido y riquísimo que me he guardado en la recámara para los blogs del hiper-  surgió la comparación que siempre expongo. Amancio Ortega nos demostró, antes de desaforar su filosofía inicial, que las cosas baratas no tenían que ser malas y/o feas. Nos demostró que se puede vender diseño, conceptos diferentes, elegantes y agradables a precios sensatos. Algo que desde que tengo instinto he reprochado a los arquitectos cuando miraba barriadas populares. ¿Tienen que ser necesariamente feos sus edificios por el simple hecho de que sean para gente humilde?

 

Ustedes mismos. Les dejo con la reflexión. Me vuelvo a la cama elástica, ¡boing, boing, boing…! Por si viene el de Seur.

 

Pues eso

 

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