Verdeja 100%
La Misión de Menade, evolución de su filosofía vitivinícola

Los hermanos Alejandra, Richard y Marco Sanz emprenden con La Misión, su último vino, un camino de vuelta a los orígenes utilizando todo lo que han aprendido desde 2005, cuando comenzaron en su bodega. Raquel Pardo
La Misión es el nombre que lleva el vino que supone un crecimiento, en términos vitivinícolas, pero también espirituales, de Menade, la bodega puesta en marcha en 2005 por los hermanos Alejandra, Richard y Marco Sanz, hijos y nietos de viticultores y bodegueros de Rueda (su familia fundó Palacio de Bornos, decana de la Denominación de Origen). Por lo tanto, La Misión no es solo un blanco de verdeja, nombre que prefieren utilizar para referirse a la variedad y honrar de paso a su abuelo, que ya la llamaba así. La Misión es un proyecto que resulta de un autoconvencimiento de que no basta con ser verdes, como se consideraban al principio de su andadura (y verdes eran también sus logos e imagen), sino que han madurado.
Richard Sanz, al frente de la enología, cuenta que se dieron cuenta de lo importante que era generar diversidad en el campo: “Nuestro ciclo empieza justo después de la vendimia, con la plantación de cereales y leguminosas que nutran de elementos a la tierra y suplan las carencias del suelo. Hacemos calicatas y averiguamos qué le falta a nuestros suelos en cada momento. Ahora, más de una década después de haber comenzado con Menade, “hemos llegado a hacer lo que queremos”. Y lo que quieren es que los vinos sean “ultranaturales”, que el trabajo del campo, donde Marco Sanz trabaja con sueros, algas, hoteles de insectos y hasta árboles móviles, pequeños ecosistemas que desplazan por el viñedo para ver si son efectivos en uno u otro entorno, se refleje también en la bodega, fermentando con levaduras propias y reduciendo el impacto de la madera en sus verdejos y sauvignon blancs.
“Ya no trabajamos con sulfuroso en vendimia y estamos reduciendo su uso, pero queremos que el resultado se vea respaldado por calidad, si no, no tiene sentido todo esto”. Entre sus ideas está incorporar también fauna en el viñedo, burros, cabras, patos, elementos que les ayuden a prevenir problemas en el campo para no tener que curar después en bodega. Eso no les impide, sin embargo, recurrir a la compra de uva si es necesario, porque Richard recalca siempre la sensatez en el trabajo de Menade.
Otra de las etapas de su “misión” está ya en marcha, recuperando una vieja bodega que perteneció a sus padres, al que quieren dar un toque personal instalando, por ejemplo, columpios para hacer catas en movimiento y donde guardan vasijas para envejecimiento que se han fabricado en parte usando la propia materia prima de sus suelos.
Con esta filosofía, no es raro, dadas las circunstancias, que Menade siga una trayectoria al margen de la DO que podría corresponderle por territorio, Rueda, y mantengan sus vinos (a excepción de su Menade Verdejo) con las etiquetas de “Vino de la Tierra de Castilla y León”: “No estamos de acuerdo con Rueda, pero tampoco nos preocupa mucho. Yo tengo poca esperanza en que haya cambios”, comenta Richard, ya que “mi experiencia me dice que han destruido más de lo que han construido”.
Pero como lo suyo es construir, este trío, o terna, de hermanos, se separó de la bodega familiar para emprender en solitario un camino distinto al de sus progenitores. Menade compró un viñedo familiar original al que ha llamado La Misión, un viñedo donde hay “verdeja” nombre que daba su abuelo a la verdejo y a partir de la cual han injertado todas sus fincas, utilizando selección masal. La verdeja del abuelo se diferencia de la verdejo por sus racimos más ovalados y frutos más pequeños, con la piel más gruesa y más resistente a la botritis, con una rusticidad mayor y una acidez que también es de prever que ayude a la longevidad de los vinos. Esa Misión es la guía para elaborar el último de sus vinos, el vino de la madurez, un blanco de viñedos prefiloxéricos en el que intervienen hasta 18 parcelas, que se elabora prensando racimos enteros y que fermenta con sus propias levaduras, y que incorpora una crianza en barricas de roble francés de 500 litros, además de otras en pipas de 5.000 y tinos de 10.000, porque la madera no es relevante y no ha de ser protagonista. Otra parte utiliza como recipiente de reposo unas tinajas de arcilla de sus propios suelos. La Misión reposa, además, un mínimo de dos años en botella.
“Hemos querido llegar a un vino donde mande la finura, de viñedos antiguos, más que centenarios”, explica Richard, que aclara que este blanco es una evolución del V3, en el que se ha cambiado la selección de parcelas y la vinificación, buscando ese plus de finura.
Es un blanco de nariz delicada y muy amplia, donde hay notas de manzanilla silvestre, de hinojo y hierbas del monte, en una armonía tremendamente seductora. En la boca es redondo y con volumen, con salinidad, sabroso, y con esa finura que persiguen los hermanos muy conseguida.
Más cambios
Con la evolución, Menade abandona también su antigua imagen verde y apuesta por los colores amarillentos y dorados en sus nuevas etiquetas, que acaban de mostrarse para los consumidores en las nuevas añadas en el mercado. Las etiquetas se estilizan, crecen, maduran como la propia Menade.
Los vinos
Aparte de La Misión, que está en el mercado con un precio que ronda los 19 euros, los hermanos Sanz ya elaboraban otros vinos, que estrenan también etiqueta:
Nosso 2015: su verdejo sin sulfuroso, circunstancia a la que alude su nombre, un juego de palabras con el símbolo químico del azufre. Manzanilla en la nariz, ligeramente tostado, anisado, con hierbas de monte y mucha frescura en el trago, un blanco de sed para paladares atrevidos. PVP: 8,90€
Menade Verdejo 2016: herbáceo, frutal, intenso y fresco, verdejo con autenticidad y elegancia. 6,5,- 7€
Sauvignon Blanc 2016: la fruta está muy presente en la nariz, melocotón, ligeras notas tropicales, muy amable en la boca, simpático y sabroso, maduro. 10,5€.










