Preciadas siglas

Master of Wine, así se conquista el olimpo del vino

Jueves, 08 de Junio de 2017

Poco más de 300 personas en todo el mundo pueden presumir de ser Master of Wine, el título que abre las puertas del olimpo vinícola. De motivaciones, la dureza de los exámenes y la consecución de sus sueños hablamos con seis de ellos. Javier Caballero. Imágenes: Álvaro Fernández Prieto

Ni astronauta, futbolista, bombero, chef o abogada. Hay quienes, embriagados por la pasión enológica, lanzan al aire un desafiante anhelo profesional. Mamá, quiero ser Master of Wine. Está en boga. Viste mucho. Ha cogido vuelo y pedigrí mediático en todo el orbe, según juran sus actuales integrantes, si bien sólo unos pocos elegidos logran franquear sus exigentes pruebas. Desde 1953 el Institute of Masters of Wine, con sede en la remozada Battersea Power Station, en Londres, licencia cada año pequeñas promociones de sabios ilustrísimos, que salen con el título de mayor prestigio en el universo vitivinícola. En un país falto de terroirs y grandes pagos, el Institute se ha ganado el respeto mundial como la más alta institución que custodia la excelencia en la educación del vino y promueve, alienta y proyecta su sublimación profesional. No habrá viñas de ovación en las islas, sin embargo, en Reino Unido mora, estudia, escribe y comercia la mayor concentración de expertos vinícolas del planeta. Y muchos de ellos arremolinaron sus santas narices en los últimos premios Bacchus celebrados en el Casino de Madrid y organizados por la Unión Española de Catadores, ocasión que ni pintada para que un puñado de maestros nos contaran de primera mano su peculiar andadura, los pormenores y esfuerzos, la gloria alcanzada con esas siglas míticas que ya siempre caminarán junto a su apellido: MW.

 

Aviso a navegantes con poca perseverancia o fiados a su talento para aprobar el Master of Wine: conseguir viajar y vivir del vino, de su conocimiento exhaustivo y escrupuloso, de asimilar y propagar su pedagogía, de sumergirse en sus misterios mercantiles, apareja arrojo intelectual y una capacidad analítica y crítica a prueba de tribunales inquisitivos. Por eso se suele repetir desde Londres, con cierta flema of course, que este título es “estrictamente para masoquistas”. Algo hay de resiliencia y tozudez en el éxito, a tenor de la criba anual de fracasos. Hoy día, solo 352 elegidos de 29 países están facultados para colocar junto a su apellido el sufijo MW, una desinencia que franquea las puertas doradas del Olimpo enológico. Catas alrededor del mundo para opinar sobre vinos excelsos y exóticos, asesorías a bodegas de tronío, conferencias nada mal retribuidas, eventos, ponencias, encuentros, magisterio... “Si te metes en esto para ser rico es una suprema tontería. Así que a los futuros candidatos les diría que si ingresan por ambición lo pasarán mal. Hay que meterse por amor al arte. Y hay que disfrutarlo, jamás perder la alegría pese a la dureza de los exámenes, que requieren concentración, disciplina y muchísima preparación”, aconseja Pedro Ballesteros, de momento, el único español en esta exclusiva comunidad. En el año 2010 Ballesteros logró lucir título, lo que solo consiguen un 10%-15% de los que se presentan anualmente a las pruebas finales.

 

De idiomas y de gastos

 

Tener un par de MW que avalen tu ingreso supone el primer paso para ser admitido. Como el valor en el ejército, se da por supuesta una educación plena en enología, o bien ser ingeniero agrónomo o bien lucir la titulación de más alto nivel del WSET (Wine & Spirit Education Trust), un pool de escuelas –la mayoría con sede en Reino Unido, aunque también hay en Madrid, París, Amsterdam, Dublín o Vancouver– que ofrecen profunda inmersión en el proceloso mundo vinícola. Si no se domina el idioma de Shakespeare, no pasaremos este primer e indispensable trago... Mejor no continuar si se flaquea en inglés y así no malgastar los alrededor de 20.000 euros largos –entre viajes, estancias, catas, libros y matriculaciones– que hay desembolsar en el total de (mínimo) tres años que duran estas oposiciones.

 

[Img #12547]La última en llegar a este selecto club se llama Emma Dawson. Inglesa con residencia en Londres, Dawson sigue aún “conmovida por haber pasado, me siento como un atleta olímpica que tras muchos años de preparación gana una medalla en los Juegos y te dices a ti misma: 'Oh, mereció la pena'”. Cada motivación es diferente a la hora de encarar este mayúsculo reto académico y profesional. A todos les movió el júbilo y los arcanos de un mundo tan poético (y esforzado) como la enocultura. “Todo empezó hace 30 años cuando prendió mi pasión por los vinos, especialmente champagne, y culminó en 2007 al convertirme en la primera mujer finesa en ser MW. Estaba muy interesada en el mundo del maridaje, cosa que aún no es demasiado frecuente en Finlandia”, opina su colega Taina Vilkuna.

 

Para los que resultan admitidos como lo fue Taina en 2000, el programa de estudios arranca en junio con un seminario de una semana en Rust (Austria), Burdeos (Francia) Londres o Cookham (Reino Unido). También es posible atender este prólogo en Adelaida o Sidney (Australia), San Francisco o New York (EEUU) si a los asiáticos o los americanos les viene mejor por proximidad. Se trata de siete días de catas y visitas a bodegas, además de talleres con Masters of Wine que aventuran a lo que se han de enfrentar. Llega lo duro. El primer año es un hincar codos. Al final del curso se enfrentan, con tres horas por delante, a cinco preguntas, algunas más enrevesadas que sierpes, sobre viticultura, vinificación, proceso, política, negocio o actualidad del vino. Ejemplos de ejercicios pasados: “¿pueden las variedades cabernet sauvignon y riesling tener éxito en el mismo enclave?”; “¿tienen fundamento las directrices gubernamentales en el sector?”; “evalúe la efectividad de las opciones disponibles para los viticultores orgánicos y biodinámicos en el control de plagas y enfermedades”; “¿quién está haciendo dinero y por qué en la industria del vino?”. Hablando de dinero, el Institute se financia con las cuotas de los estudiantes y unos patrocinadores independientes totalmente neutrales.

 

12 vinos a ciegas

 

Al final del segundo año, aguardan tres días de catas ciegas con 12 vinos en la mesa. No se trata de afinar región específica o añada como si de un concurso se tratara, pero sí se pondera conocimiento sobre parámetros: variedad, origen, vinificación, estilo y calidad. “Hay que tener relax y concentración, estar preparado física e intelectualmente porque es realmente duro”, recomienda Ballesteros. Tras el almuerzo, se estipulan tres horas de exámenes teóricos sobre temas diversos, que pueden incluir hasta farragosos temas legales o de aranceles internacionales, por poner dos ejemplos.

 

[Img #12551]Una vez superados estos maratonianos trances con un mínimo de un 60% de aciertos, llega el momento de defender una tesis frente a un  tribunal. The research paper (o informe de investigación de cosecha propia) obliga a una pieza de entre 6.000 a 10.000 palabras en el que el candidato debe exponer novedosas, certeras, veraces y críticas perspectivas sobre un asunto tocante a la enología, la viticultura o el mercadeo. Atención a la puesta en escena y el talento comunicativo. Factores como el lenguaje corporal, el ritmo del discurso y su musicalidad, la retórica (incluso la persuasión) son ponderados sobremanera. “Estoy rehaciendo un poco mi tesis. Es un proceso con mucha miga, porque se trata de cubrir todo el abanico de la ciencia y el arte del vino. Los técnicos o enólogos deben aprender gestión, y los comerciantes y marchantes deben aprender técnica. ¿Que si abre puertas? Digamos que es una puerta más. Hay que tomárselo como un viaje personal”, explica Andreas Kubach, fundador y director de Peninsula Viticultores. En septiembre presentará su remozada tesis en Londres, al igual que Fernando Mora, de The Garage Wines. Si aprueban, se convertirán en los siguientes Masters of Wine españoles. En el caso de Ballesteros, su tesis versó sobre la reforma del mercado común del vino. “Hablé sobre las decisiones políticas, analicé el proceso de negociación...”, agrega Ballesteros, quien no se nota rara avis por ser el único español: “Ser el único no quiere decir que sea mejor que nadie ni más especial. A mí, como soy un animal social, me gustaría que fuéramos 10, 12, 20 más”.

 

La gran dama inglesa

 

[Img #12550]Otra figura capital en el Institute lleva el nombre de Sarah Jane Evans. Ingresó como MW en 2006 y hasta el pasado año copresidía la institución. Licenciada por Cambridge en Ciencias Sociales y Políticas, este año ostenta la presidencia de los prestigiosos premios Decanter. En paralelo, sigue con su labor en la Academia del Chocolate, la cual fundó. Su actividad, febril. “En la actualidad preparo un libro sobre la Rioja Alta. Para ser MW debes ser independiente, crítico y no tener presiones externas o injerencias. Por eso tenemos un código ético de conducta. Y sí, absolutamente nos sentimos como una familia porque de algún modo todos estudiamos y sufrimos juntos”, explica Evans.

 

“Muchos de nosotros trabajamos como consultores para productores y bodegas, o tenemos otros quehaceres como colaboradores en revistas o jurados de cata. Yo soy muy afortunado porque tengo mi propia compañía, porque ser un MW no implica directamente que solo vivas de ello, si bien mejoran tus finanzas obviamente. Pero ante todo es una pasión, la habilidad de aprender  y de compartir ese conocimiento”, arguye Dirceu Vianna, un brasileño de 48 años que nació junto a la cataratas de Iguazú y que llegó a Londres en 1998 para trabajar en la industria del vino. Su audacia y espíritu competitivo le llevó a ser el único varón sudamericano MW, puesto “que era lo más alto que se podía llegar en la profesión, como ganar el Mundial de fútbol”.

 

Nadie como el simpatiquísimo John Salvi, decano de todos los MW, para abrochar reportaje con su deliciosa y humilde opinión. Aboga por hablar con los vinos, escucharlos, “porque nunca lo sabrás todo”. A pesar de su edad (acaba de cumplir 80), no para de viajar. Aterrizaba de China en los premios Bacchus con amplia sonrisa sobre una sotabarba de resabiado ballenero. En él reside lo nuevo y lo viejo, el cambio y la permanencia. “Cuando llegué a ser un MW, nadie sabía lo que esto suponía, ni qué significaba. Ni tenía la fama ni el impacto mediático de ahora. Pero todo sigue igual: leer los libros, catar los vinos. Eso es todo. Si tuviera que dar un consejo a mis seis hijos si quisieran ser MW, llegaría tarde. Se fueron por el camino de la comida. Tres de ellos son chefs”.

 

 

 

 

E[Img #12546]l decano

 

Ochenta años de edad y 47 como MW le contemplan. El más veterano de los 352, el inglés John Salvi, es aún quizá el más reputado de los periodistas enológicos. Vive en Francia, es representante de la Unión de Enólogos de Gran Bretaña y del Comité de Expertos de la Organización Internacional de la Viña y el Vino.

 

 

La novata

 

La inglesa Emma Dawson, actual responsable de compras de Marks & Spencer en lo tocante a vinos y espirituosos, es la última licenciada por el Institute. Con experiencia previa en el mundo de los medios y el cine, Dawson está especializada en regiones vinícolas menos usuales como Israel, Turquía, Líbano, Brasil o la India.

 

 

El importador

 

Dirceu Vianna opina que el mundo es un lugar sin fronteras donde el vino "es un lenguaje común". Este brasileño residente en Essex (Gran Bretaña), MW desde 2008, se erige como uno de los grandes importadores mundiales. Dirige Enotria & Coe, y dice que el futuro enológico se filtra ya por "los nuevos canales digitales".

 

 

El compatriota

 

Valenciano accidental, ciudadano de Bruselas por su labor como Alto Comisionado de la UE, Pedro Ballesteros es un ingeniero agrónomo que reluce como nuestro, de momento, único MW. Asegura que el título "te coloca en el mapa global" y que supone llevar encima una "marca de honestidad y de credibilidad".

[Img #12549]

 

La otra "española"

 

Escritora, crítica y periodista, la inglesa Sarah Jane Evans es una enamorada de nuestros vinos, lo sabe todo sobre el sherry y se ha ganado su ingreso en la Gran Orden de Caballeros de Vino, así como ser distinguida como Dama del Albariño y Dama del Solear. Su labor pedagógica y mediática ha sido largamente premiada.

 

 

La escandinava

 

Estudió Políticas en la universidad (Finlandia), si bien pronto se dejó llevar por su pasión el vino y se especializó en la región de Champagne y en asuntos de maridaje de alta cocina. Taina Vilkuna trabaja en la alcoholera Alko Inc., donde ha ostentado diferentes cargos. Hoy se ocupa de relaciones con los medios.

 

 

 

 

 

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.