Largo viaje

Un recorrido apasionante por los reinos perdidos de India

Viernes, 16 de Junio de 2017

Entre los confines del Rajastán y la planicie del Ganges, desde Agra y su célebre Taj Mahal hasta los templos eróticos de Khajuraho, trazamos un viaje por el corazón de India en busca de algunas joyas olvidadas. Francisco Po Egea

En este país nacido y alimentado por la fantasía, cada ciudad, cada fuerte, cada templo, cada montaña y cada río tienen su origen en una leyenda. Orchha también tiene las suyas y desde este ventanal de mármol finamente cincelado en el último piso del maltrecho palacio de Jahangir, con la ciudad extendida bajo nuestra mirada, estamos dispuestos a creer a pies juntillas la más fantástica. Esta pequeña urbe, donde apenas habitan 2.000 almas, es la imagen perfecta del reino perdido de nuestros sueños. La ciudad que bien podía ser la de la Bella Durmiente del bosque, con sus murallas, sus palacios, sus templos y sus mausoleos petrificados a orillas de un río ignorado.

 

Situada a medio camino de la ruta apenas transitada desde Agra a Khajuraho, la legendaria Orchha es la antigua capital del Bundelkhand, el reino de la dinastía Bundela. “No conoce la pobreza ni la opulencia excesiva; encontramos un aire de bienestar y de libertad que se extiende hasta las mujeres, que no son tan salvajes como en otras partes de India”, escribió un viajero francés del siglo XVII. Hoy, Orchha es un perfecto conjunto medieval poco visitado y la menos alterada de todas las ciudades rajputas. Sus días de gloria se deben al rajá Bir Singh Deo, un maquiavélico personaje de cuyos afanes de grandeza quedan otros recuerdos en la región: el fuerte de Jhansi y el palacio de Datia.

 

El palacio, con sus cuatro pisos y 260 habitaciones, guarda la memoria de la grandezas pasadas. Se notan todavía los jardines, los estanques y las cascadas artificiales, pero los árboles nacen de las paredes mismas. Estamos en la India romántica de ruinas misteriosas que encontraban los viajeros británicos de las novelas de E. M. Foster. La evocación es todavía más viva cuando al descender de nuestra atalaya encontramos a una delicada dama inglesa frente a su caballete reproduciendo, con los colores suaves de sus acuarelas, una vista del vecino palacio de Raj Mahal. Este conserva puertas recubiertas de plata y frescos en sus paredes, al igual que el adjunto templo de Laxmi Narain, donde se describe con todo lujo de detalles la vida en la corte.

 

Un paseo por el pueblo que sobrevive al otro lado del puente nos permite una inmersión placentera en la vida rural de la India: las gentes sentadas en la puerta de sus casas junto a los dibujos geométricos de tiza que las protegen de los malos espíritus, las tertulias de las mujeres junto al pozo o en el lavadero y las de los hombres en el kiosco de té, los niños correteando por la calle o recogiendo las cabras del campo. A la mañana siguiente encontramos las orillas del río llenas de peregrinos. Vienen a honrar a un famoso dios local. Las frescas aguas se han tornado sagradas para la ocasión y hombres, mujeres y niños realizan en ellas sus típicos baños y abluciones. Los imponentes cenotafios, erigidos hace tres siglos para conmemorar los lugares de cremación de los rajás, sirven de telón de fondo para esta Benarés en miniatura y bien aseada.

 

Habíamos empezado nuestro viaje en Agra. Uno puede haber venido cuatro, 10 o 20 veces a la India, siempre quiere volver a ver el Taj Mahal, el monumento más bello del mundo. “Mezquita funeraria”; “Elegía de piedra blanca”; “Perla luminosa de la India”. Todas las metáforas le están permitidas. “La síntesis de lo puro, de lo sagrado y de la infelicidad” en palabras de Rudyard Kipling.

 

Camino de Gwalior, durante los primeros kilómetros la carretera está poblada de viandantes, bicicletas, camiones, motocarros, vacas, carromatos, camellos y hasta algún elefante. Después la ruta se tornó casi desierta. Desde que los mogoles tomaron el control de Delhi y Agra, esta región sirvió de parachoques entre los reinos musulmanes del norte y los hinduistas del sur. Cada colina aparecía coronada por un fuerte semiderruido o por un templo.

 

Anclado sobre un gran espolón rocoso de 100 metros de altura que domina la comarca, el fuerte de Gwalior: “la perla del Indostán”, no es, a pesar de sus ocho kilómetros de perímetro, el mayor de toda India, pero sí el más hermoso. Y en el palacio Man Mandir, sus extraordinarias fachadas de cerámicas vidriadas, azules, amarillas y verdes, con figuras de cocodrilos, elefantes, tigres y pavos reales resplandecen al sol de cada mañana.

 

Nuestra siguiente parada es Datia con su palacio olvidado, también construido por Bir Shing Deo sobre un promontorio a la orilla de un bonito lago de orillas frondosas entre las que pastan oscuros búfalos domésticos y elegantes garzas blancas. El edificio, en un doloroso abandono, es una mezcla de estilos mogol y rajputa con su profusión de arcos, minaretes, ventanas cerradas por afiligranadas pantallas de mármol blanco y tejados rojizos. Cuatro puentes en voladizo conectan el palacio con la torre que contiene los apartamentos reales y completan este magnífico conjunto, colofón a nuestro viaje de sorpresas y maravillas como solo India puede proporcionar.

 

 


 

 

El kamasutra esculpido en piedra

 

Aconteció en Khajuraho, una llanura sin fin lejos de toda ciudad enclavada en el estado de Madhya Pradesh, donde una vez, hace 1.000 años, otros rajputas más artísticos que guerreros, levantaron los mayores monumentos al amor. Ochenta y cinco templos inspirados en el más puro placer, homenaje a la vida, que celebran a la mujer y el sexo sin pudores ni inhibiciones, con sensualidad, gloria y optimismo. Por un milagro, los templos fueron olvidados durante otros 500 años, su lejanía los preservó de las iconoclastas destrucciones del Islam y fueron redescubiertos en el siglo XIX.

 

 


 


 

 

 

Agenda

 

 

Cómo llegar

 

Vuelos desde España a Delhi, vía capitales europeas, con Etihad, Emirates, Air India o Turkish.

Tarifas desde 660 €.

 

Formalidades

 

Necesario visado emitido por la Embajada de India

 

Cuándo ir

 

La mejor época es de octubre a marzo. La menos recomendable, de abril a junio (fuerte calor).

 

Sanidad

 

Se recomiendan las vacunas del cólera, tifus, polio, tétanos y hepatitis y tratamiento preventivo de la malaria. Beber agua embotellada y llevar repelente contra insectos.

 

Moneda

 

La rupia; un euro = 69 rupias. Uso extendido de tarjetas de crédito.

 

Itinerario

 

Agra - Gwalior (120 kms.) - Datia (75 kms.) - Orchha (55 kms.) - Khajuraho (160 kms.). Total 410 kms. Lo mejor es alquilar un automóvil con conductor en Agra previo regateo. Desde Khajuraho hay vuelos a Varanasi, Agra y Delhi. Otra alternativa para nuestro itinerario es el superexpreso Shatabdi, u otro tren, de Agra a Gwalior y Jhansi; desde aquí, autobuses o taxi a Datia y Orchha.

 

Alojamiento

 

En Gwalior, Usha Kiran, la antigua casa de huéspedes del maharajá, y Ramaya Hotel (económico). En Orchha, Amar Mahal, Raj Mahal y Shri Mahant (modesto). Fuera de los buenos hoteles, se recomienda ser vegetariano y no comer carne, excepto pollo.

 

Información

 

Embajada de India. Av. Pío XII, 30. 28016, Madrid. Tel.: 913 098 870. Contacto del consulado en Barcelona. Tel.: 932 120 916.

 

En internet: Madhya Pradesh Tourism

 

 

 

 

 

 

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