Trepat, protagonista
Abadía de Poblet, renovados vinos monacales en la Conca
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Conca de Barberà está viviendo un momento especialmente interesante en lo que a vino se refiere, con proyectos como el de Abadía de Poblet, una renovación del vino monacal que apuesta por las uvas locales. Raquel Pardo
El Monasterio de Poblet guarda en su interior la única bodega instalada en un monumento histórico. Los monjes cistercienses que habitan entre sus muros quisieron revitalizar una tradición vitivinícola que la orden se trajo de Borgoña en el siglo XVI y en los ochenta llegaron a un acuerdo con la familia Codorníu Raventós, quien ha manejado la elaboración desde entonces. Pero es ahora cuando el proyecto sufre una remodelación en lo enológico y vitivinícola, al frente de la cual está el enólogo Ricard Rofes, responsable también del cambio en la prioratina Scala Dei (propiedad, en parte, de Codorníu). Abadía de Poblet, que así se llama la bodega y el concepto, recupera y da protagonismo a las variedades autóctonas e históricas de la zona, especialmente trepat en tintas y parellada y macabeu en blancas, aunque también apuesta por garnacha, tempranillo (ull de llebre en su nombre local) y garrut (sinónimo de monastrell). Rofes, en sus propias palabras, quiere “hacer vinos serios, representativos del terroir y que hablen del paisaje”, el cual pretenden embotellar. Con este objetivo y recuperando modos de elaboración de los monjes, “nos quitamos de en medio tecnológicamente hablando, dejamos que las cosas pasen”. Esto significa que las vinificaciones incorporan racimos enteros y se realizan sin añadir levaduras cultivadas, en depósitos de cemento y fudres de 500 litros donde se realizan las crianzas.
Pero sobre todo, y ese es uno de los principales cambios, se realiza una mirada a las uvas propias de la región, especialmente la trepat. Abadía de Poblet cuenta con una treintena de hectáreas en propiedad, de las que 10 están dentro de los muros del monasterio (con la variedad pinot noir, entre otras, con las que elaboran vinos más básicos). Pero además, para esta renovación se utilizan varios viñedos situados en distintas zonas de la Conca: dos de ellos están en la zona de Vinyes del Bosc, de los que se extraen garnacha y ull de llebre. En la zona opuesta, sobre terrenos más calcáreos y arcillosos y altitudes entre los 500 y 580 metros, se encuentran viñedos viejos de parellada y (mayor componente calcáreo) y trepat (mayoría de arcilla en el suelo). Para Rofes, la trepat de la Conca, actualmente utilizada en su mayor parte para elaborar cavas (casi un 95% de esta uva se destina a vinos espumosos), “sirve para hacer vinos serios”, y la compara el enólogo con la cariñena de Montsant, no demasiado valorada hasta hace pocos años.
Con estos mimbres ven la luz tres nuevos vinos elaborados respetando los modos cistercienses y aunándolos con la tradición vitícola de la Conca: un blanco, llamado Abadía de Poblet (18€), mezcla de macabeo y parellada que en su añada 2015 se ha macerado ligeramente con sus pieles, es herbáceo, floral, con notas de melón y frutas blancas e intenso en la boca, con la madurez justa y una agradable redondez. Es probable, confirma Rofes, que la 2016 incorpore parte de vino criado en fudres de madera para añadir un punto de cremosidad. De 2015 se han elaborado 4.000 botellas.
Otro de los vinos es Abadía de Poblet tinto (19€), que lleva un 40% de trepat, 20% de garrut, 20% de garnacha y 20% de ull de llebre, con el que se busca, y se consigue, una placentera frescura, punto especiado, notas de bosque mediterráneo y fruta roja fresca. En la boca destaca su sabor a cereza y otras frutas, es rico y crujiente, de trago muy apetecible.
La estrella es, sin embargo, su tinto 100% trepat de finca, La Font Voltada (45€), que en su añada 2014 es especiado, con notas de pimienta, fruta silvestre, balsámico y vivaz y de trago intenso pero fluido a la vez, con un punto rústico y alegre, unas cualidades que ya le han valido las primeras alabanzas de la crítica especializada.