La Rioja Alta

Viña Ardanza, 75 años de una marca en continua evolución

Viernes, 25 de Agosto de 2017

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La emblemática marca de La Rioja Alta cumple tres cuartos de siglo renovándose también por dentro e incorporando en su ensamblaje uvas de garnacha procedentes de la finca La Pedriza, en Tudelilla, propiedad de la bodega. Raquel Pardo

Que una marca clásica como Viña Ardanza cumpla 75 años arrojando una imagen de modernidad y puesta constante al día no es fácil, quizá por eso muchas enseñas no lo logran. El vino más emblemático de La Rioja Alta, bodega centenaria del Barrio de la Estación de Haro, llega a los tres cuartos de siglo habiendo escrito más de una línea en la historia de la bodega, y con ganas de escribir muchas más.

 

[Img #12887]Aunque ya se elaboraba antes del año 1942, fue entonces, en concreto el 28 de septiembre, cuando se le concede a la bodega “el derecho a la protección de la marca que va adherida al pie” tal como reza el documento de registro de Viña Ardanza. Desde entonces, este vino que nació como un “estilo borgoña”, tal como aparecía en sus primeras etiquetas, y que sigue conservando una botella borgoñona para guardar todas sus añadas, ha ido cambiando algunas de sus características y composición, aunque ha mantenido la esencia de vino moderno y clásico al tiempo, una mezcla equilibrada de potencia y finura, personalidad y clase que le ha dado a la casa no pocas satisfacciones.

 

Curiosamente, algunas de las mejores cosechas Viña Ardanza de estos 75 años no coinciden con la calificación de añadas de ese año por el Consejo Regulador, como le ocurre a la de 1970, que el organismo oficial categorizó como “muy buena” pero que resultó excepcional para este tinto, que debe su nombre a uno de los miembros de la familia fundadora de La Rioja Alta en 1890, Leandro Ardanza, presidente de la compañía en 1942.

 

Viña Ardanza se elaboraba en la bodega de Haro hasta la cosecha de 1995, cuando su elaboración se trasladó a las modernas instalaciones de la bodega en la cercana localidad de Labastida, y en la que La Rioja Alta invirtió el año pasado cuatro millones de euros para mejorar la elaboración de sus vinos más selectos, entre ellos, claro, este emblemático tinto. En estas instalaciones, que se inauguraron oficialmente en el año 96, se ha incorporado tecnología avanzada para mejorar no solo Viña Ardanza, sino todos los vinos que comercializa el grupo. Entre su nuevo equipamiento se encuentra una máquina de selección óptica de la uva, que desecha aquellos granos que no alcanzan niveles óptimos de calidad. También se ha decidido elaborar por separado las dos variedades que componen Viña Ardanza, la tempranillo y la garnacha. Lo que ha permanecido inalterado es la crianza de este vino en barricas de roble americano, una característica irrenunciable que lo dota de su marcada personalidad.

 

En la añada de 2001 el vino cambió su carácter hacia tonos más vivos y aromas más frescos, manteniendo sin embargo su peculiar toque especiado y de pimienta.

 

El último paso adelante ha tenido lugar en la cosecha de 2008, actualmente en la calle, y es que por primera vez en sus 75 años de vida, Viña Ardanza se elabora únicamente con uvas procedentes de viñedos en propiedad de La Rioja Alta. Junto a la tempranillo que se cosecha en las fincas La Cuesta (Cenicero) y Montecillo (Fuenmayor) se incorpora la excepcional garnacha de La Pedriza, en el municipio de Tudelilla. La bodega compró este terreno, que estaba plantado de almendros, y comenzó a plantar viña en el año 2000. La garnacha de La Pedriza se ha ido elaborando otros años, pero ha sido en el 08 cuando ha alcanzado la calidad suficiente, estimada por el equipo de la bodega que encabeza el enólogo Julio Sáenz, para formar parte de Viña Ardanza. Son poco menos de 67 hectáreas de viñedo que Sáenz llama “nuestro pequeño Ródano” por la pobreza del suelo y la densidad de cantos rodados que pueblan su superficie.  El viñedo, situado a poco más de 500 metros de altitud, provee en esta cosecha de 2008 de un 20% del ensamblaje total de Viña Ardanza, y dota al vino de un marcado carácter frutal y silvestre, un punto de inflexión que también añadirá muescas a la historia de este tinto en los próximos años, cuando se pueda observar su evolución.

 

(Re)Descubriendo Viña Ardanza

 

Pero sin duda hay que agradecer a los vinos más viejos de la enseña el prestigio que tiene Viña Ardanza entre entendidos y aficionados al vino. Durante una de las celebraciones de este cumpleaños que la bodega organizó para la prensa en junio, se descorcharon algunas añadas antiguas y significativas para la casa, todas ellas con ese coupage característico de garnacha y tempranillo criadas en roble americano. Aunque, en palabras de Sáenz, la idea “es hacer cada cosecha un Viña Ardanza un poquito mejor”, se entiende más claramente cómo es este vino echando la vista atrás:

 

[Img #12885]Viña Ardanza 1970: añada muy buena para el consejo y un porcentaje de graciano, mazuelo y viura que se unen al tempranillo y la garnacha de distintas partes de Rioja Alta, Alavesa y Baja. Se embotelló en el 75 y en la cata se mostró picante, con muchos aromas de pimienta, especiado y con recuerdo de fruta, alguna nota fúngica, complejo y ahumado. En la boca sigue vivaz y con acidez, con taninos vivos, estructura; es intenso y conserva una considerable energía.

 

Viña Ardanza 1982: añada seca y oficialmente Excelente. El coupage contiene también viura, mazuelo y graciano y la garnacha ya es de Tudelilla, aunque no de viñas propias. Sigue manteniendo esa nariz con marcadas notas picantes y de pimienta, es muy especiado y en la boca es redondo y fluido, ligeramente cálido pero muy bebible todavía.

 

Viña Ardanza 1985: según los apuntes de la bodega, fue un año anómalo, con mucha producción y algunos vinos de excepcional calidad. Aunque para el Consejo fue Muy Buena, se considera por La Rioja Alta uno de los mejores años desde 1970. Este año ya no hay viura en la mezcla y sí se conservan la graciano y la mazuelo. Es tremendamente expresivo y con un bouquet muy elegante, con notas de flor marchita, especiado, apuntes de madera, toques minerales y frescos, de tierra mojada. En la boca es intenso y muy fresco, sabroso, jugoso, redondo, con taninos pulidos y agradables, tremendamente elegante y largo.

 

Viña Ardanza 1989: un año en que la garnacha de Rioja Baja llegó a 16 grados, y donde también se mezclaron la garnacha y la tempranillo con graciano y mazuelo. Sigue siendo un vino picante y especiado, con mucha pimienta negra y flores violetas, que se acompañan de aromas tostados y de regaliz o juanolas. El trago es rico y sabroso, carnoso y fresco, fluido, con equilibrio y un final también picante y vivaz.

 

Viña Ardanza 1995: esta es la última cosecha elaborada en Haro, en el mítico Barrio de la Estación. Aquí el vino se compone únicamente de garnacha y tempranillo. Despliega aromas muy especiados, de pimentón y pimienta, de laurel, notas muy maduras, y una textura amplia y sabrosa, un trago muy agradable y con mucha presencia frutal, de fruta muy madura.

 

Viña Ardanza Reserva Especial 2001: tercer reserva especial de la historia del vino, en una cosecha excepcional que se considera la añada perfecta. Tempranillo y garnacha en el ensamblaje para un tinto contundente, que precisa de paciencia para expresarse en la copa, con notas de fruta, especias, balsámicos, frutas negras, cerezas y toques de madera. En la boca es estructurado y potente, se percibe esa moderna concentración y músculo que hablan de un cambio de perfil en el vino.

 

Viña Ardanza 2005: un año equilibrado y un coupage ya estándar para este Viña Ardanza, con 80% de tempranillo y 20% de garnacha de Rioja Baja. De nuevo esas especias, constantes a lo largo de las distintas cosechas, se dejan ver junto a notas silvestres de la garnacha, y toques florales y balsámicos. El trago es vivaz, el vino está aún muy entero, con taninos firmes y paso ligeramente picante. Pese a sus casi 12 años de vida, su estructura hace prever una buena evolución en la botella.

 

Viña Ardanza 2008: este año fue especialmente bueno para la garnacha, que por primera vez es de viñas de La Pedriza, propiedad de la bodega. Curiosamente es esta variedad la que se hace muy presente en la nariz con sus notas silvestres y de bayas del bosque, que bailan junto a pimientas, tostados y toques balsámicos. El trago ahora es muy alegre y vivaz, con sabores de fruta roja intensos, con nota tostadas y de madera, con taninos vivos. De nuevo, y pese a la alegría del trago, la espera, los años de crianza en la botella dejarán ver si este nuevo Viña Ardanza, el que se lanza el año del 75 aniversario, deja una huella en la historia de la marca como han ido haciendo sus hermanos mayores.

 

 

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