César Serrano

Los gustos y los caminos

Memorias de Cala Petita

Domingo, 10 de Septiembre de 2017

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La casa de Nuria Massana está abierta al mar, a un mar que a veces maldice, que respira en brisas yodadas, que en los días de tormenta le trae caricias de sal que se dejan sentir tan solo en la memoria de los ya lejanos días, aquellos vividos antes del trágico verano en el que se quedó rota para siempre cuando quiso jugar con la verticalidad de los cantiles y el agua de Cala Petita. César Serrano

Sí, todo se rompió, como se rompen los cristales frente al acero. Se rompieron los sueños, los caminos que conducían siempre a paisajes jamás hollados y siempre, siempre más allá de la última raya del horizonte del mar azul. Un mar azul en el que tardaría en sumergir de nuevo su mirada. No sería hasta la llegada de Tina Vives y sus lecturas de nuevos y viejos poetas, casi de soslayo, al principio, más tarde despojándose de miedos que no la dejaban soñar y sobrevolar los cantiles de Cala Petita, y navegar sobre aquel mar tan hostil en la memoria y tan abierto ahora a las más nuevas y épicas travesías.

 

Ríe cuando viene a su memoria el día que descubrió a Tina. Fue a través de una de esas páginas de contactos a las que de vez en cuando acudía, aunque nunca, nunca se atreviera a traspasar el umbral de último clic. Esta vez sí: “Tina Vives. Soy lectora susurrante y acariciadora de cuerpos dormidos”. Le atrajeron estas palabras que aparecían en la pantalla de su ordenador. De siempre le habían atraído los susurros y las caricias, y ahora su cuerpo estaba dormido en un sueño vegetal. Fue esa vocación de “acariciadora de cuerpos dormidos” de Tina la que despertó en ella curiosidad y deseo, la que le impulsó a un clic que saliese al encuentro de aquella mujer que decía tener dibujadas sonrisas en la palma de sus manos y caricias en las palabras.

 

Aún hoy, ya pasados los años, mientras miran juntas el mar, se siente estremecida recordando las primeras lecturas que llegaban de la voz suave de Tina, y que venían escritas por un poeta de lectura obligada en el instituto, Joan Salvat-Papasseit: “Dóna´m la mà que aniren per la riba ben a la bora del mar bategant”. Después vendrían otras muchas lecturas, vendrían también los labios de Tina posándose sobre sus labios, recorriéndolos como los correlimos recorren las playas tras las mareas. Vendrían los nuevos días, los de las conversaciones largas mirando el mar, mientras Tina le pone en la boca la chispeante y golosa textura de una galleta de jengibre recién horneada.

 

 

 

 

Galletas de jengibre y miel

 

Ingredientes

 

  • 200 g de harina
  • 20 g de Maizena o similar
  • Medio sobre de levadura
  • 60 g de mantequilla
  • 60 g de miel
  • 30 g de azúcar
  • 1 huevo
  • 4 g de jengibre en polvo
  • Unas gotas de esencia de vainilla y una pizca de sal

 

Elaboración

 

Tamizamos la harina y mezclamos con la Maizena, la levadura y el jengibre. En un cuenco aparte trabajamos la mantequilla, el azúcar, la miel, el huevo, la pizca de sal y la esencia de vainilla hasta conseguir una pomada ligera. Incorporamos esta mezcla a la de la harina y amasamos hasta obtener una masa homogénea que dejamos reposar en papel film en la nevera. Tras una hora extendemos la masa hasta conseguir un grosor de medio cm. Damos la forma deseada y horneamos nueve minutos a 180 grados.

 

 

 

 

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