Los gustos y los caminos
El extraño caso de la tortilla de hinojo

Cuando el comisario Agustín Colom (el comisario Pichón en la jerga policial) llegó a su despacho se deshizo de la americana, la corbata y de su inseparable HK de 9 mm parabellum. César Serrano
De lo que no podía deshacerse era del tufo a muerto y de un penetrante olor anisado que le llegaba de aquella tortilla de patatas que, en una sartén de acero, alguien había estampado contra el cráneo de la muerta. Era la tercera defunción de una mujer de mediana edad y en las mismas circunstancias en los últimos tres meses y a manos del que ya se conocía como “el asesino de la tortilla”.
Los crímenes siempre se producían en el domicilio de las víctimas y nada parecía indicar que estas hubiesen padecido ningún otro tipo de agresión que no fuera el tremendo sartenazo que les destrozaba el cráneo de un solo golpe, lo cual hacía pensar que el asesino debía ser alguien con macabra maestría... y también con una fuerte complexión.
También en el laboratorio policial se habían analizado a conciencia las tortillas que aparecían desparramadas y mezcladas con resto de sangre de las víctimas y siempre con un penetrante aroma anisado. Fueron muchas las pistas que el comisario Pichón y su equipo siguieron, encontrándose siempre con una contundente evidencia: los investigados no podían haber cometido los crímenes.
Tres muertas, una sartén de acero, una tortilla de patata perfumada, según los del laboratorio, con hinojo. No había más pistas, o sí, fue como un latigazo; las tres, sí, las tres ejercían la prostitución en el Polígono Rojas y las tres acudían al bar Antúnez, el único del polígono, a tomar café. El latigazo le trajo un penetrante aroma anisado que llegaba de una tortilla de patata que Antúnez, el propietario del bareto, sacó del chiscón que tenía por cocina. “¡Es él! ¡Es él!”, gritaba por los pasillos de la comisaría.
La entrada en el Antúnez fue discreta, sin ruidos. El comisario, acompañado por dos de los suyos, se apostó en la barra, pidió una ración de tortilla de patata y tres cervezas sin alcohol. Antúnez partió la ración valiéndose de un cuchillo que manejó con maestría; con su mano izquierda tiró las tres cañas y al servir la última el comisario le agarró por la muñeca mientras hacía un gesto a los suyos para que engrilletasen a aquel cabrón al que le soltó toda una letanía legal mientras miraba, no sin tentación, aquella porción de tortilla de patatas perfumada de hinojo.
Tortilla de patatas e hinojo
Ingredientes
- 5 patatas medianas
- una cebolla
- bulbo de hinojo
- 8 huevos, aceite y sal
Elaboración
Pelamos, secamos las patatas y las cortamos en láminas. Picamos la cebolla y el hinojo. Freímos las patatas a fuego medio bajo, añadiendo la cebolla y el hinojo a media fritura. Cuando las patatas comiencen a estar doradas retiramos con espumadera y reservamos. En un bol batimos los huevos y añadimos la sal y las hortalizas mezclándolas con los huevos. En una sartén con un chorreón de aceite, vertemos la mezcla, primero el fuego fuerte, después lo bajaremos. Cuando comience a cuajar damos la vuelta; repetir la misma operación unos segundos a fuego vivo para bajar a fuego suave, hasta conseguir la textura deseada.
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