Pero no solo vino
Santiago de Chile, descubriendo la capital andina del vino

A medio camino entre las cumbres de los Andes y los viñedos del Valle Central se alza una de las ciudades más modernas y excitantes de América. Santiago es un diamante en bruto dispuesto a ser descubierto. Teresa Álvarez. Imágenes: Álvaro F. Prieto
Inmenso. Un ascenso al parque metropolitano, uno de los principales pulmones de esta gran urbe permite hacerse una clara idea de las dimensiones y áreas de Santiago. Desde la cima del cerro de San Cristóbal, junto a la estatua de 15 metros de altura de la Virgen María, se divisa una de las mejores vistas con la barrera de Los Andes como límite del horizonte. La subida, que puede hacerse por senderos entre fronda o tomar el funicular por unos cuatro euros, merece ser uno de los primeros objetivos en una visita al corazón de la capital. Desde la altura uno puede imaginarse el dinamismo de esta ciudad de más de cinco millones de habitantes, cuyo valor gastronómico innegable ha sido en cierto modo eclipsado por el éxito de su vecino Perú y su magia urbanística relegada a una segunda posición por la atlántica Buenos Aires. Sin embargo, Santiago tiene todos los ingredientes para brillar con fuerza propia: tiendas de diseño en su bohemio y moderno Barrio Italia, un mercado vibrante donde descubrir miles de frutas y hortalizas desconocidas en La Vega Central, grandes casonas residenciales y alta gastronomía en Los Condes y en Providencia, museos de arte en el verde Parque Forestal, compras y recuerdos de su pasado colonial en el centro y juventud adinerada en el Barrio Universitario. Contrastes constantes que permiten pasar de los business al placer en un taxi de apenas 10 minutos, pues quizás, una de las principales características de esta gran ciudad es su diversidad. Nación de inmigrantes, Chile se sigue manteniendo como país de acogida gracias a su actual economía estable… y eso se percibe en sus calles y en su actividad mercantil.
Pasear por Santiago te conduce irremediablemente a cruzar el río Mopocho y llegar a los antiguos arrabales, al barrio de Bellavista, hoy corazón de la bohemia santiaguina y una de las zonas de mayor reclamo turístico. Situado en Providencia y a la sombra del Cerro San Cristóbal, inició su carácter chic gracias a la presencia de diferentes artistas chilenos, entre ellos Pablo Neruda, cuya casa hoy es visitable. En sus calles se encuentran multitud de bares y restaurantes populares y en los restaurados patios de Bellavista la oferta se multiplica, acompañando la gastronomía con buenos sitios donde encontrar artesanía local. Volviendo al centro, las galerías comerciales siempre esconden grandes lugares para atreverse con guisos locales y empanadas callejeras como las que se ofrecen en el portal Fernández Concha en los aledaños de la Plaza de Armas, el lugar preferido de los jóvenes santiagueses para pololear (enamorarse).
La guinda del pastel de una sumersión en Santiago la pone la calidad y variedad vinícola y el alto nivel gastronómico. La capital de este país en vertical está galvanizando una revolución silenciosa y poco pretenciosa que aporta un valor especial a cada experiencia culinaria, creando la sensación de ser uno de los pocos privilegiados que saborea los locos, disfruta de la jibia, descubre las humitas de maíz o el pastel de choclo o prueba el guiso de invierno Charquicán mientras toma unas cervezas Cristal y Kunstmann o descubre gratamente la variedad de uva parís.
Agenda
Dónde comer
Avda. Nueva Ostanera 3467
No se justifica pasar más de 24 horas en Santiago sin descubrir a uno de los chefs más interesantes del mundo. Rodolfo Guzmán descubre la despensa endémica de Chile y la sirve en su menú Orígenes. Su Cordero cocido a la inversa, o su Humita con tallos de maravilla son inolvidables. En postres, el tradicional Tres Leches (cabra, burra y crema ácida de vaca) y en la copa, dos líneas: vinos magníficamente recomendados o sus jugos e infusiones, como el té de zanahoria o la infusión de muña-muña y manzana verde. El menú con maridaje está en unos 150 €.
Antonia López de Bello 40. Recoleta
Cuarenta privilegiados podrán degustar cada noche la cocina de Sergio Barroso, chef madrileño formado con Adrià, que ha revolucionado las formas y maneras del recetario chileno. Con una maestría única, Sergio toma los valores de las increíbles materias primas de este vasto país para crear platos de autor. Su menú de 12 tiempos cuesta unos 50 €. Al finalizar, pregunte por la habitación número 9. Le subirán por una puerta falsa hasta la azotea, un bar clandestino con mucha gracia y magníficos cócteles.
José Victorino Lastarria 276
Perfecta vinoteca en el barrio de Lastarria para probar y aprender sobre vino chileno. Cursos y degustaciones o simplemente para picar algo y tomar unos vinos elegidos entre sus más de 350 etiquetas.
Patios de Bellavista. Providencia
Vinobar con oferta gastronómica en pleno barrio de Bellavista. Algo turístico, pero con buenas referencias enológicas y una cocina digna. Buen ambiente nocturno. Unos 50 €.
El Cerro 722. Providencia
Sin grandes lujos ni pretensiones, este restaurante inmerso en pleno Cerro de San Cristóbal –junto a la subida al teleférico– ofrece una cocina local combinada con platos italianos populares en la ciudad. Buena terraza, interesantes carnes como el Asado de Tira, la Lengua Nogada (con salsa de nueces), el costillar de cerdo adobado y al horno o el Arrollado de Huaso (plato tradicional criollo con ají rojo). Buena terraza. Unos 25 €.
Alojarse
Calle Constitución 195
En pleno barrio de Bellavista, un pequeño hotel boutique en una caserón de 1923 bien restaurado y coqueto. Bonita terraza. Y a punto de abrir un restaurante de carnes argentinas.
Hotel Altiplanico Bellas Artes Santo Domingo 526
Amplias y luminosas habitaciones en un hotel céntrico ubicado en una casa del 1909, hoy convertida en un espacio moderno y minimalista junto al museo de Bellas Artes.
Shopping
Es impensable aterrizar en Chile y no volver con al menos un par de botellas de buen vino. Las mejores compras se pueden hacer en Mundo del Vino.
En la Nieve
La cercanía de la imponente cordillera de los Andes permite disfrutar de la experiencia del esquí o del trekking de montaña a tan solo 40 kilómetros de la capital. Valle Nevado o Farellones son las opciones más populares.
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