Ciudad intacta
Viaje a Kioto, la atávica y primigenia capital de Japón

Kioto respira el aire tranquilo de los lugares que se mantienen más allá de los tiempos y susurra al oído del recién llegado fábulas de aquellos siglos en los que fue la capital de Japón. Té y comida sabrosa te están esperando. Manena Munar
El shinkansen (tren bala) recorre en cuestión de dos horas los 450 kilómetros de distancia entre Tokio y Kioto, llegando a la vanguardista estación de esta última, que supone una avanzadilla gastronómica y visual antes de entrar en la ciudad.
Kioto, al contrario que muchas ciudades japonesas, no sufrió los bombardeos de la II Guerra Mundial, con lo cual el gran legado de 1.600 templos budistas y 400 santuarios sintoístas sigue intacto. Sus habitantes, haciendo gala de tanta belleza, en festivales u ocasiones especiales se visten el kimono y acuden al templo Nishi Hongagi en el centro de la ciudad, o suben a la colina hasta el Kiyomizudera dedicado al amor y al matrimonio. La cuesta de acceso al templo o calle de la Tetera (Chawan Zaka) está llena de tiendas de artesanía y pequeños restaurantes donde se puede comprar comida rápida, especialmente los deliciosos panecillos rellenos de carne (nikuman). Será porque su nombre emula al dios del amor que se ven multitud de parejas ataviadas con vestimentas tradicionales por la pendiente que conduce al templo, llevando en una mano el imprescindible helado de té verde y en la otra el móvil, pues mas de un selfie caerá para inmortalizar ese complejo bellísimo de templos y recintos religiosos que supone Kiyomizudera, construido allá por el año 778.
Camino de Gion, bello y antiguo casco por donde pasean geishas y maikos (aprendices), se atraviesan muchas callejuelas sin importancia, primorosas en limpieza y en encanto, donde los dueños de pequeños restaurantes esperan en la puerta para saludar con gentileza al paseante, invitándole a probar alguno de sus platos caseros, recién cocinados, quizás esa mezcla exquisita de noodles fritos con gambas, carne, o pescado al que llaman okonomiyaki.
Las casas de madera de Gion convertidas en salones de té ocheya o casas de geishas okiya reflejan el Japón ancestral y algunos de sus bajos acogen bonitas tiendas de artesanía y parasoles. Al tráfico fluido le salpican ciclistas, mascarilla en rostro, que sortean las vías principales para terminar en la acogedoras calles del Kioto antiguo y quizás tomarse una sopa de noodles en cualquier ramen, cosa de entrar, comer y salir, o disfrutar de un cena más sosegada en un restaurante de precio y altura viendo cómo llegan a la mesa multitud de manjares tan ricos como bien presentados, el arte tradicional del kaiseki, fiel a la estética japonesa. Uno de los lugares idóneos para gozar de la ceremonia del kaiseki, es el añejo ryokan que, si comenzó como un alojamiento rápido para transeúntes, hoy se ha convertido en todo un mito en el hospedaje nipón.
Los comensales esperan sentados a la mesa a la altura del suelo, cuando la puerta corredera se abre y una joven vestida con kimono, entra de rodillas y de rodillas avanza con la bandeja repleta de platillos hasta ir depositando, sin perder la sonrisa y sin romper un plato, refinados manjares, al tiempo que explica cómo la sopa de miso protagoniza la comida, cómo es obligatorio un plato aliñado, otro asado y otro encurtido, con un aperitivo que suele ser de tofu.
Las sopas servidas en un cuenco owan van apareciendo acompañando las diferentes delicias. El osechi, que significa regalo, se suele tomar los primeros días del año y su sabor trae notas de buenos augurios. Y llega el shabu shabu (pote caliente) de ternera con caldo de verduras y el sukiyaki de carne al vapor con tofu, y otros muchos platillos, todos ellos repletos de simbología y del cromatismo de los recipientes que los acogen.
Agenda
Dónde comer
Kyoto Tokyu Hotel
En un ambiente agradable y con un servicio excelente, Kazahana ofrece una fusión muy conseguida de comida japonesa y occidental, véase la deliciosa Sopa de shiitake y vieras o la Gamba botan marinada y acompañada de col china al vapor.
Un lujo para disfrutar de la ceremonia del kyo-kaiseki o entradas, de cocina refinada al estilo tradicional de Kioto donde gozan de igual importancia los sabores y la presentación artística de sus platos. Jóvenes en kimono, de elegantes movimientos y prestancia, sirven una secuencia de manjares cada cual en su cuenco, platillo, o tetera correspondiente. A las entradas o kaiseki le acompañan sopas variadas, viandas al vapor, shabu-shabu, sukiyaki y demás delicias que desfilan por una mesa convertida por unas horas en un paraíso gastronómico y en una auténtica experiencia sobre la idiosincrasia japonesa.
Es un edificio futurista de acero y cristal de 15 plantas, construido por el arquitecto Hiroshi Hara, donde se puede comer muy bien por un precio asequible en cualquiera de sus muchos restaurantes. Lleno de tiendas gourmet y pequeñas izakayas (bodegas japonesas) con muestras de plástico de sus sabrosos platos en los escaparates llamadas sampura, resulta una buena opción para picar algo bueno y barato.
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