Los gustos y los caminos
Madrid

A Julita Alcántara Buendía le gustaba al salir a la noche a asomarse a los espejos desde sus ojos color miel. Después, desde sus labios encendidos como el coral en los mares del sur, lanzaba un beso y sonreía. César Serrano
Entonces, era la oscura luz de los azogues la que le devolvía el beso y la sonrisa. Abajo, un taxi la esperaba para llevarla a las caricias de ceniza en las nocturnas avenidas. Unas avenidas a las que se juró que nunca regresaría tras la maldita noche en la que desde un auto la arrojaron al asfalto, mientras desde un revólver que tuvo en la frente salían atronadores fogonazos.
Después vendrían los días en el hospital y una soledad infinita, y ahí la memoria que iba y venía sincopada, trayéndole los tiempos felices de su infancia en Traslasierra. El sol, los campos de cerezos. Qué lejos quedan ya los días de los irresistibles frutos de los cerezos.
Nunca, nunca regresó a Traslasierra, a sus campos de cerezos, al olor a aceite, a pimentón, a ajos recién fritos preñando las calles... y ahí el aroma de las migas de la madre. Qué lejos también sus sueños de universidad. Fue este sueño el que le llevó a la gran ciudad, y allí, la libertad en litros de cerveza, en conciertos hasta la madrugada, el dormir en cualquier cama; también los vértigos excitantes. Después, el polígono, los cuerpos sebosos y el frío, siempre un frío como de nieve. Del hospital salió llevándose una historia, la de Carmen Azcona, Mamen. Un día, mientras le efectuaba las curas, le dijo: “Mi niña, tienes que trasladar el negocio y mandar a tomar por el culo el polígono. Cuando salgas de aquí yo te llevaré a descubrir Madrid, a cenar al Gades, al José Luis… Y para las copas, el Oliver, el Abra, el Pasapoga… Ahí consigo billete para Nueva York, Buenos Aires o París. Son sitios donde los tíos llegan con pasta. Bueno, en el Oliver quizás no tanto, los del Oliver son amablemente asquerosos y atrevidos, y a veces no me importa dejarme seducir aun sin un par de los violetas”.
La primera noche en el Oliver, y tras una pizza en el Gades con Mamen, fue cuando pensó que lo mejor era dejarse seducir “asquerosamente” por aquel tipo al que había visto la noche anterior en la tele. Un italiano, actor o director de cine, no recordaba, y que en la barra sostenía una copa de cóctel, mientras con la mirada la encendía de deseos y fantasías. Sí, deseaba que aquel hombre se le acercara y la invitara a beber hasta la madrugada y después caminar, hasta el hotel, y beber champán con migas, recostados sobre la cama mientras le hablaba de la luz magenta de los cerezos.
Migas de Traslasierra
Ingredientes
- Pan asentado
- 5 dientes de ajo
- Patatas
- Pimiento
- Laurel
- Aceite
- Pimentón de La Vera
- Agua y sal
Elaboración
Se pican el pan y los ajos y se cortan las patatas como para tortilla. Un vez fritas, junto al pimiento, en un caldero con un chorreón de aceite, se ponen los ajos picados, una hoja de laurel y se sofríe hasta que estén los ajos dorados. A continuación se agregan las patatas y el pimiento, se añade una cucharada de pimentón de La Vera; le damos una vuelta, vertemos seguidamente un vaso de agua, para a continuación echar las migas que iremos removiendo continuamente hasta alcanzar la textura deseada.
SOBREMESA no comparte necesariamente las opiniones vertidas o firmadas por sus colaboradores.