Indochina en paz

Viaje a Laos, un rincón repleto de refinamiento místico

Viernes, 04 de Mayo de 2018

A diario, a la tenue luz del alba, una fila de monjes con uniforme azafranado y pulcras tarteras de latón desfila en mansa procesión por las calles de Luang Prabang. Una secuencia existencial que evoca la emoción de vivir otra época. Pedro Grifol

En contraste con el ajetreo propio de las modernas ciudades del Sureste Asiático, el espíritu de la indolencia y una tranquilidad palpable acogen al visitante con sobrecogedora paz nada más poner el pie en el aeropuerto de Luang Prabang, la capital de Laos, una ciudad sin atascos, aglomeraciones ni turismo masivo.

 

[Img #14130]Cuenta la leyenda que Buda se detuvo para descansar en Luang Prabang, sonrió y vaticinó que allí crecería una ciudad próspera y justa. Aquello debió de ocurrir mucho antes de que aquella zona selvática de Indochina perteneciera al imperio colonial francés, y (naturalmente) de que el ejército de Estados Unidos convirtiera a Laos en el país más bombardeado del mundo (más de dos millones de toneladas de bombas cayeron entre 1964 y 1973). Y también antes que el actual gobierno comunista pusiera en práctica su peculiar economía liberal y tratara de condenar al ostracismo cualquier tipo de práctica religiosa. El tiempo pasa y el país ha encontrado su futuro. Hoy en día el gobierno de la República Democrática Popular Lao se ha dado cuenta de que no puede combatir el budismo y tolera la salida matutina de los monjes de los monasterios que irrumpen en la ciudad para buscarse el sustento diario deambulando por las calles; un espectáculo que se ha convertido en seña de identidad de la ciudad y trending topic turístico, que congrega a todos los recién llegados que aguardan respetuosos (recomendable) con sus móviles en ristre. A los monjes se les volverá a ver al anochecer paseando por el mercado nocturno de Sisavangvong, quizá ávidos de consumismo o interesados en practicar inglés con algún extranjero.

 

Laos hasta el siglo XVI se hacía llamar el Reino del Millón de Elefantes y el Parasol Blanco, y su capital era Luang Prabang, que había tomado el nombre de una imagen de Buda acuñada en oro y plata por artesanos cingaleses llegados en siglo XIV, y a la que le adjudicaron poderes extraterrenales. La capital se convirtió en la joya artística del país y conserva todavía hoy día muchos de sus templos ancestrales en perfecto estado operativo. De su rico patrimonio –incluido, desde 1995, en el catálogo del Patrimonio de la Humanidad por la Unesco– destaca el impresionante conjunto arquitectónico de Wat Xieng Thong, que data de 1560. Su santuario principal, un edificio que chisporrotea destellos por mor de sus miles de coloridos espejitos y protegido por dragones dorados, invita a sentarse en el quicio de la puerta (como un monje cualquiera), apagar el móvil, y olvidarse del tiempo…

 

[Img #14128]La noche es apacible en la ciudad, los vendedores de souvenirs no tratan de convencerte de nada, crece la armonía y las velas de los restaurantes oscilan lo justo. El paseo junto al río es un verdadero placer… y si rompe el silencio alguna música vernácula ¡ya es el nirvana!

 

Al día siguiente proseguiremos con la visita a las cuevas de Pak Ou, que emplea media mañana de paseo en barca para llegar a la confluencia del Mekong (Me Kong: madre Río) con la curva de su afluente, el Nam Ou. Allí, en una gran herida de una inmensa roca, hay una cueva atestada con imágenes de Buda de diferentes épocas, materiales y tamaños. Hay miles. Nadie vende nada. El olor que detecta nuestro olfato es el de las varitas de sándalo... El misterio está servido.

 

Frente a la cueva, en la otra orilla, algunos turistas sufren lo suyo subidos a lomos de elefantes. Hay quien prefiere otra aventura: continuar río abajo hasta la aldea de Ban Xang Hai para visitar una destilería casera y ver cómo se elabora el laolao (licor de arroz), y saber a qué sabe un espirituoso en el que se ha introducido una pequeña cobra que pasa por tener propiedades curativas ¿Por qué no? Todo muy exótico e instructivo.

 

[Img #14127]Básico y especial

 

Aparte de los ingredientes turísticos, nos inscribimos en un taller de cocina impartido por Sitken van Kham, chef de la Cooking School Tamarind, donde aprendimos teoría y práctica. En cuanto a los productos básicos, la cocina lao emplea muchos vegetales autóctonos: brotes de bambú tiernos (siempre hervidos); la flor del banano, que es la parte puntiaguda de color púrpura oscuro que crece al final de los manojos de plátanos (se usa en ensaladas para añadirle textura); todo tipo de setas, de esas que tienen el sombrero fláccido, como la seta de Judas o la oreja de gato; diferentes variedades de albahaca; cilantro; menta (la laosiana es muy suave); galangal, que es un tubérculo rosa muy aromático; lemongrass; y kaffir lima, un tipo de lima de la que se utilizan solo las hojas, y no el fruto (que se usa para hacer champú). Las carnes –pollo, pato, pavo, ternera, cerdo o búfalo– normalmente se comen cocinadas al vapor y envueltas en una hoja de platanera, una vez convenientemente troceadas y especiadas.

 

[Img #14134]El condimento por excelencia laosiano es el pa-dàek. Se trata de una salsa que se obtiene de fermentar pescado de río (escamado, sin tripas, ni espinas, ni cabeza) en sal y salvado de arroz (la parte exterior que cubre los granos). Nuestro cocinero contó que en algunos preparados caseros, a modo de truco de la abuela, se añaden láminas de corteza de piña, con objeto de disminuir la intensidad del aroma a pescado. Se almacena en un tarro de cristal. Al ser muy sabroso y salado solo es necesario mezclar una pequeña porción con el arroz y aderezar, dependiendo de preferencias, con lima, ajo frito, chiles o chalotas picadas.

 

Mientras se cocía el arroz (básico como acompañante, se cuece al vapor en un cesto, nunca en agua) pasamos a elaborar un plato especial laosiano: Lemongrass relleno. Su ingrediente principal es carne picada (pollo, ternera o cerdo) mezclada en un mortero con hoja de lima, galangal, cilantro, ajo, cebolleta, sal…) a gusto de cada persona. La masa se introduce dentro de un brote de lemongrass al que hemos practicado previamente unos cortes (a modo de nido fusiforme). Se reboza con huevo y se fríe en un wok. Lo degustamos sin prisa en un claro de la selva rodeado de palmeras acompañados por el rumor de un riachuelo que fluía entre las rocas. Laos es tan tranquilo que dicen que en sus campos se oye crecer el arroz.

 


 

Ropa de verdad

 

Las tiendas Ock Pop Tok, que podría traducirse como ‘Oriente se encuentra en Occidente’, son una iniciativa de mujeres que se han unido para revitalizar los textiles tradicionales. Tejer es el arte en el que más sobresale el pueblo laosiano. Cada producto es hecho a mano de acuerdo con los valores del comercio justo, diseñados con el espíritu de la sostenibilidad ambiental y utilizando materiales de origen local, donde cada tejedora transmite la sabiduría de una generación a la siguiente, honrando las tradiciones de la cultura lao. Merece la pena visitar una de sus tiendas (hay tres en Luang Prabang) y llevarse a casa un recuerdo auténtico… No hallará nada de plástico.

 


 

 

 

Agenda

 

[Img #14129]Cómo llegar

 

Vietnam Airlines es la aerolínea de bandera del Sureste Asiático, y tiene vuelos combinados desde Hanoi (Vietnam) a Luang Prabang (Laos).

 

El visado de entrada se consigue en el aeropuerto. Pasaporte en regla con validez mínima de seis meses. Cuesta 35 dólares USA y hay que llevar una foto.

 

La agencia local Phoenix Voyages es especialista en Indochina, y como tienen representante en España, pueden organizar todo el itinerario, desde la llegada al aeropuerto hasta los paseos en barco de lujo.

 

 

Alojamiento

 

Luang Say Residence, un verdadero palacio rodeado por un jardín botánico con plantas medicinales que surten la esmerada cocina del hotel.

 

 

[Img #14133]Dónde comer

 

Tamarind. Ofrece menús genuinos de la cocina local.

 

L’Elephant. Cocina asiática con influencia del gusto francés.

 

Les 3 Nagas. Su especialidad son los ragús.

 

 

[Img #14132]Ineludible

 

Dejarse mecer por las aguas del río Mekong en la barcaza –que allí llaman dokkeow– de la empresa Luxury On The Mekong. Se trata de un viaje privado por el río, en el que podemos cenar opíparamente y pasar la noche a bordo. Será uno de los mejores paseos románticos que haya vivido nunca. Inolvidable.

 

 

 

 

 

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