Los gustos y los caminos
Solos

La casa fortaleza de los Condes de los Postueros tiene esa decrepitud que acarrea el olvido... César Serrano
A ella se llega tras un largo y pedregoso camino. A la antigua casa condal decidió apartarse del olvido don Gaspar Atienza Peratallada, VII Conde de Los Postueros, tras el abandono de su esposa. Desde ese día vive una vida llena de abandonos, que solo son mitigados por la presencia de Zacarías Gutiérrez, su fiel mayordomo.
Al Conde le gusta andar por la casa y sus paisajes con la misma desnudez con la que le trajo al mundo su santa madre doña Catalina Peratallada de Río Maior, alimentándose de frutos silvestres, de borrajas, romazas, fresas de campo, huevos de torcaces y de perdices, de gurumelos, de criadillas de tierra a “la importancia”, también se lleva a la boca algún vertebrado menor que había trampeado.
Mientras, en la biblioteca de la casa fortaleza, Zacarías Gutiérrez devora los viejos libros que durante siglos han ido arribando a los anaqueles de madera de roble, que le dan a la enorme sala biblioteca unos apacibles tonos pardos que ayudan a la concentración y a la lectura. “No, no quiero morir sin tener conocimiento de toda la sabiduría que encierran”, se le oye mientras contempla todo aquel saber, y temiendo que si esto no ocurre antes de la muerte del conde nunca culminará su deseo del conocimiento que guardan los libros. Sí sabe que nunca le perdonará la familia que haya acompañado al conde en aquella escapada a la locura.
La campana de bronce que se encuentra junto al portón de la entrada de la casa suena como un trueno en la biblioteca donde Zacarías Gutiérrez acomete su última lectura. Con el sonido, un sobresalto, un escalofrío, y al abrir la puerta, preguntas, preguntas que salen inquisitoriales de los finos labios del cabo de la guardia civil: “¿El conde? ¿Dónde está el conde?”. Junto a la mesa central de la biblioteca, un arcón congelador, a él se dirige, lo abre y les muestra el cuerpo desnudo del conde, reposando su cabeza sobre la primera edición en castellano de Fisiología del Gusto del gran Brillat-Savarin, la mejicana de 1852. A modo de sudario una edición de El Quijote ilustrada por Dalí. Pide permiso para acudir a los últimos versos del poemario Livro de Mágoas, de la poetisa lusa Florbela Espanca: … Mas a minha tortura inda é maior: Não ser poeta assim como tu és. Para gritar num verso a minha Dor. Terminada la lectura alza la mirada y se le escucha: “No lo maté, murió de una dentellada de un macho de jabalí encelado. De eso murió”.
Criadillas de tierra a la importancia
Ingredientes
Elaboración
Limpiamos y pelamos las criadillas que han de ser hermosas. Cortamos en rodajas, pasamos por harina y huevo y freímos en abundante aceite de oliva. Reservamos tras la fritura. Rehogamos la cebolla; cuando esté dorada añadimos las criadillas y vertemos el caldo. Majar ajo, perejil, tomillo y sal e incorporar a la cazuela junto al laurel. Con todo ya en la cazuela, dejamos cocer a fuego suave unos cinco minutos.
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