De bodega en bodega
Ignacio de Miguel, asesor enológico pionero en España

Este madrileño de 56 años es el Michel Rolland español. Amante de la naturaleza y de la caza, trabaja con 15 bodegas, entre ellas Tierras de Orgaz, Martúe, Carabal, Raíz de Guzmán, Casalobos y Viñedos de Nieva. Maite Herrero. Imágenes: Álvaro Fernández Prieto
"Entré en el mundo del vino por seguir las aficiones paternas. Soy el pequeño de ocho hermanos y un absoluto admirador de mi padre. Con ocho años organizaba su bodega, me sabía de memoria las botellas de su colección y le recomendaba lo que había que tomar para cada comida. Conmigo llegó a mi casa una conversación más divertida, porque en mi familia todos son médicos: mi abuelo, mi padre –fue el médico particular de la madre del Rey emérito– y mis cuñados.
Fui un imitador de Michel Rolland, de él he aprendido todo. Coincidimos en mi primer trabajo con Carlos Falcó y es muy buen enólogo. Yo no soy capaz de hacer la enología completa, así que decidí especializarme en la parte de la cata. Él fue mi maestro; ese aprendizaje ha sido mi carta de presentación y no he tenido que salir nunca en busca de clientes, me han buscado a mí.
Por ser famoso reconozco que me llevo más méritos de los que merezco. En las bodegas, mi trabajo depende de la generosidad del enólogo titular, por ello soy el primer interesado en llevarme bien con ellos. Colaboro en la creación del proyecto, pero una vez formado el equipo doy un paso atrás y me convierto en ayudante. Como decía Mariano García, estoy de quitamiedos, cuando dudan a la hora de tomar una decisión, voy y la tomo yo. He trabajado con más de 30 bodegas y en mi carrera solo he tenido problemas con dos personas que no se sintieron cómodos porque sentían que yo les hacía sombra.
Hay que poner un puente de plata a los que traen dinero al sector. Mucha gente se mete con los advenedizos del vino, pero yo creo que profesionalizan este sector que está alimentado por otros: Rioja, por los industriales de Bilbao, la dueña de Roda se dedica también a hacer Coca-Cola… Durante mucho tiempo en Ribera del Duero ha habido bodegueros garrulos que no sabían nada del sector y se han lanzado a crear una bodega porque tenían buenas uvas y ha resultado un fracaso.
Muchos enólogos no saben catar, hacen vinos correctos pero que no están buenos. Para mí, el único vino bueno es el que está muy rico. No me gustan los que necesitan explicación o los que están en un sitio tan raro que por eso tienen que ser buenos. Me encanta que existan los enólogos que hablan con Dios, pero yo soy mucho más terrenal. Yo no vivo eso de la conexión de los vinos con la naturaleza ni he levitado probando vino. Me parece que esos hombres que están buscando terruños perdidos en sitios imposibles con variedades olvidadas algo bueno transmiten al mundo, pero yo soy más de disfrutar de la copa sin tener que explicarla.
Nuestro sector vive de los ramones bilbao de turno. ¿Alguien ha probado alguna vez un vino de Raúl Pérez? Algunos tal vez en fechas especiales se compran un vino de los que hace una única barrica, pero a mí me gusta que se consuma cada día. Me encanta lo que ha hecho Rodolfo Bastida con Ramón Bilbao, que era una bodega vieja y obsoleta y ha conseguido que este vino esté en todas partes.
No me gustaría trabajar ni en Burdeos ni en Rioja. Son lugares donde lo hacen tan bien que es donde menos tengo que aportar. A mí me encanta participar en la creación de proyectos nuevos, innovadores. El gran reto de mi carrera ha sido Bodegas Carabal [Cáceres]. Hoy en día nadie rechaza un vino por ser de Toledo o de Jumilla, pero sí de Extremadura, y nosotros hemos conseguido hacer allí un vinazo.
Cargo más ansioso el rifle que el sacacorchos. Soy un apasionado del vino, del campo y de la caza, pero solo el primero está ligado mi vida a diario. La caza es el único elemento real de defensa de la naturaleza. Me burlo del ecologista de salón. No hay nadie que haya hecho más por la naturaleza que los cazadores, somos sus primeros amantes y defensores.