César Serrano

Los gustos y los caminos

Los aromas del café

Domingo, 16 de Septiembre de 2018

La luz del medio día lo iluminaba todo cuando angélica doncel comenzó a abrir sus ojos color caramelo. César Serrano

Lo hizo sin saber muy bien qué la invitaba a ello, si la luz del mediodía o la voz africana de Louis Armstrong interpretando La vie en rose… O tal vez los aromas de un café también africano que llegaba desde una cafetera italiana que la acompañaba desde la Universidad.

 

Sin esperar respuesta, y atrapada aún en un entresueño, cerró de nuevo los ojos y soñó con la risa en la boca del hombre que amaba, con su cuerpo trémulo entre los brazos del hombre que le decía palabras que le arropaban el corazón tras el tiempo oscuro de los amores equivocados, aniquiladores hasta no saber ni tan siquiera de los sueños.

 

Sí, hubo un tiempo en que todo era estéril, todo menos el miedo que crecía de forma salvaje, que se apareaba y se multiplicaba, un miedo asolador que todo lo podía. Y ahí, en ese erial, lágrimas, palabras escupidas que aniquilaban el alma mientras la desnudaba hasta poseerla obscena y dolorosamente.

 

Nunca ha sabido Angélica Doncel cómo se rebeló hasta zafarse de aquel miedo y salir del abismo que le conducía directamente al infierno. Nunca lo supo… o sí. Se escuchó levantando la voz, saliendo a la calle, gritando a todos los vientos el cobarde, incesante y silencioso crimen que le iba apagando la vida. Tal vez fuera el día que al contemplarse en el espejo no se reconoció en su mirada, perdida.

 

Después vendrían sus primeros pasos que tardaría en reconocer en libertad, no sentía el aliento del monstruo a su espalda, ni su respiración heladora ni su mirada mentirosa de amores y celos. Había triunfado en esa partida infame.

 

Fue un tiempo largo, aunque lleno de coraje, ése de la huida. Y luego llegarían los días de la esperanza, de las risas. Pudo ser cuando el hombre que hoy le pone la sonrisa en su boca, cruzó su mirada en un vagón del metro. Salieron juntos del tren, y en las escaleras que conducían a la salida, al contraluz, la imagen de él. Se le antojó atractiva y, por primera vez desde los días sombríos, excitante… Y ahí, debatiéndose en el duermevela del séptimo cielo, la voz africana, el aroma del café y los del caramelo y manzanas asadas de una tatín recién horneada por él. Sí, todo ello le hace percibir que su corazón galopa, galopa con fuerza, empujándola a una felicidad que ya se refleja en el caramelo de sus ojos.

 


 

 

 

Tarta tatín

 

Ingredientes

 

  • 4 manzanas
  • 100 g de mantequilla
  • 200 g de azúcar
  • una oblea de masa quebrada

 

Elaboración

 

En un molde alto ponemos la mantequilla y el azúcar. Llevamos al fuego hasta lograr un caramelo de color miel. Pelamos las manzanas, cortamos en cuartos e iremos colocando los trozos sobre el caramelo. Dejamos cocer durante unos 15 minutos a fuego suave. Extendemos la masa de tres milímetros. Cubrimos las manzanas con esta masa, metiendo y doblando el borde sobrante hacia el interior del molde. Llevamos al horno precalentado a 180º C. Hornear la masa quebrada unos 25 minutos. Al finalizar la cocción, y de forma inmediata, desmoldamos haciéndolo con la ayuda de un plato, como si le diéramos la vuelta a una tortilla de patatas.

 

 

 

 

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