Qué se cuece
Faro, el destello atlántico en el corazón del Algarve

Ciudad abierta, de luz cegadora y turismo tranquilo, Faro renueva su despensa echando mano de sus propias raíces y de algunos cocineros locales que han pulsado el botón de actualizar. La revolución está en marcha Javier Vicente Caballero. Imágenes: Arcadio Shelk
Por su azulísimo cielo se recortan tantas gaviotas como aviones, tal es el incesante el ir y venir de pájaros plateados con destino a un aeropuerto que linda con las marismas pantanosas de la Ría Formosa. El turismo europeo alimenta a diario uno de los epicentros del Algarve, con hordas sosegadas de foráneos que buscan bronceado y golf en el córner de la Península. Prolongación de la luz andalusí y de localidades hermanas (uno cree que camina sobre los adoquines de un pueblo sevillano u onubense), núcleo marinero de vocación ultramarina (hay quien jura que Cristóbal Colón nació por aquí), Faro lanza destellos para alertar de su rica alacena, su pujante gastronomía y su producción vinícola y aceitera. Trata de incrementar sus inherentes atractivos de sol y calma con una oferta culinaria que pivota en platos típicos y en apertura de establecimientos de nuevo cuño. Revisita raíces y refresca conceptos. Construye y deconstruye su célebre cataplana, ese caldero a modo de tajine en el que se cocinan desde mariscos y productos de la huerta (pulpo, boniato, navajas, sardina, rayas y almejas, caballa, ventresca de atún) hasta guisantes con chorizo, cordero churro con tomillo cabezudo e higos, liebre, jabalí y perdiz y setas silvestres, entre mil combinaciones. Dando fe de esa innegable influencia del norte de África desde hace cinco centurias, la cataplana es la marmita donde borbotea el Algarve, su sierra, su litoral y su barrocal. Para algunos algo trasnochada; para otros toda una posibilidad con margen de vanguardia. “Ésta se la mando a Andoni Aduriz, de Mugartiz”, relata Analide, un calderero que las ejecuta con esmero cada día en su taller en Loulé (el precio, entre los 170 y los 250 euros). Esta mezcla de cobre y zinc se reviste de una capa de estaño para cocinar sanamente.
Por las callejuelas de Faro se filtra el aroma de la açorda, una sopa espesísima hecha de pan desmigado, mariscos y profusión de ajo y perejil. También viaja por el resquicio de Arco da Vila, por su Castillo y su Palacio Episcopal la fragancia del xarem o papilla de milho (maíz), hecha en la olla tacho y donde hay cabida para tocinos, almejas y chorizos. La carne de cerdo y de conejo frito (y hasta de la gallina de Angola) delatan una vocación agropecuaria que aún permea y convive con la industria pesquera y marisquera. Se puede comprobar en la multitud de restaurantes al aire libre de la Rua de Santo Antonio y los alrededores de la iglesia de Santa María, su catedral.
El tremendo terremoto de 1755 no pudo arramblar la comedida monumentalidad de Faro, que tuvo dominación visigoda y musulmana, y donde se rinde culto al rey Alfonso III por liberar a la ciudad de tantos yugos en 1249. Alrededor de la historia de esta sede comercial del sur portugués, monte mediterráneo con estupendas hectáreas de olivares como las que gestiona Monterosa. Este sello acapara un sinfín de premios internacionales gracias a su picual, verdeal y maçaninha, variedad local. Más reciente es el jardín de Nuno y Laura Mendonça. Lo han bautizado Días de Aromas y destaca como un edén biológico de hierbas aromáticas. Funden agricultura y turismo y miman más de 50 variedades de plantas como la estupenda cayena piri-piri, un chile del que son los mayores productores en Europa. Frente al recoleto y coqueto puerto de esta urbe marinera, un sinfín de barcos son fletados a diario para pasar el día, bañarse bucear en la calma de la isla Culatra. Este paraíso de arenas casi vírgenes, paz y sol de justicia es atravesado por una única calle sin asfaltar donde mastican su despreocupación pescadores locales. Culatra, parque natural desde 1987, supone excelente colofón donde rebobinar con panorámicas los encantos de Faro.
Agenda
Dónde comer
À do Pinto
Amplitud de tapas (esos petiscos que nos recuerdan a Galicia), raciones generosísimas y vinos blancos locales de la mano del cocinero Diego Pinto bajo el proyecto de su padre Luis. Destacan su contundentes açordas, sus navajas y pulpo frito, langostinos XL, arroces y quesos locales. Un lugar de decoración algarvia donde sirven gélidas cervezas del país y donde demorar el almuerzo con estupendas sobremesas (postres) como tartas de naranja y de algarroba. P.M.: 25 euros.
Un espacio multidisciplinar, casi multiorgánico de “sabores y saberes”: se desdobla en restaurante, plató de televisión, escuela de cocina, taller y showcooking, tienda gourmet... Los mejores productos de la Ría Formosa tienen cabida en este restaurante con una terraza de los más concurrida para las veladas. La cataplana es su gran especialidad, así como lomos de bacalao, brochetas de cerdo al vino tinto, ventrescas de atún, horneados boniatos de Aljezur con morcilla frita y canela. A partir de 35 euros.
Cocina tradicional y contemporánea en un marco de viejo restaurante señorial. En carta, risottos, xarem, salmones ahumados, espárragos, carpaccios de vieira, almejas, queso de cabra, nueces y miel, tomatadas varias... En una sala contigua se habilita la zona de copas y cócteles. P.M.: 45 euros.
Dónde dormir
Céntrico, cómodísimo, con vistas a la Marina de la localidad, este hotel de cuatro estrellas conjuga funcionalidad y buen precio. En su terraza, un restaurante donde almorzar o desayunar con panorámica hacia la Ría Formosa y los bellos tejados de Faro, incluso donde poder ordenar vinos del país antes o después de un chapuzón en su piscina. Completa su oferta con gimnasio, sauna y sala de conferencias. P.M.: 100 euros.
Esta geométrica casa solariega está inundada de luz y placidez. Con vistas al océano gracias a las terrazas de sus habitaciones, Casa Modesta es un oasis minimal, huerto ecológico, con una alberca donde darse un chapuzón y con porche donde conversar con la familia Fernandes sobre gastronomía y costumbres ancestrales de los viejos marineros, como esa vila de almejas que se hacen al fuego de pino seco. Nueve habitaciones dobles con un precio entre 140 y 300 euros.
De vinos, ostras y cócteles
Cómo llegar
Air Nostrum conecta Madrid con Faro cinco días a la semana. Además, un buen número de aerolíneas low cost como Vueling disponen de vuelos a la capital del Algarve desde diferentes ciudades españolas.
Más información en Visit Algarve
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