Champagnes millésimés

Bubujas que perduran

Martes, 18 de Diciembre de 2012

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Los champagnes de añada, expresión del carácter de una cosecha y del estilo de cada casa, son uno de los elementos de prestigio de las marcas y dan valor al resto de sus productos. Raquel Pardo

Pese a ser una bebida de mezcla, el champagne millésimé es un producto irrenunciable para la mayor parte de las casas de prestigio. Esta semana dos de ellas han demostrado en dos catas verticales lo que las cuvées de añada significan en el conjunto de la maison: no solo son la expresión del clima y características de una cosecha, también conforman el esfuerzo por ofrecer, en añadas excepcionales, un producto único y destinado a perdurar.
 

 

Perrier Jouët, de Épernay, presentó en Lavinia Madrid tres añadas de su champagne más emblemático, Belle Époque, en sus versiones blanca y rosada. Los años 99, 2002 y 2004 se mostraron ante un escogido grupo de clientes de la tienda y algún miembro de la prensa en una cata excepcional, dado que de las dos primeras cosechas apenas hay unidades a la venta. De los Belle Époque sorprende su estilo homogéneo a pesar de las particularidades del clima y la cremosidad de un champagne pensado para compartir con comida.
 

 

Moët& Chandon aprovechó el lanzamiento de su Grand Vintage 2004, a la venta a principios de 2013, para presentar en Madrid algunas añadas antiguas de este mismo vino junto a su archiconocido Brut Imperial: 1993, 1983 y 1973, champagnes casi extintos que solo se pueden adquirir bajo pedido a la propia casa. Todos ellos mostraron notas de juventud, algo menos notables en el 73 y un estilo que la casa se empeña en remarcar: la conservación de la fruta por encima de los aromas y sabores de crianza. Una de las enólogas de Moët&Chandon, Élise Losfelt, define este carácter como “fruta luminosa, paladar sabroso y madurez elegante”.

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