Lo que se cuece
Dubai, ven a un destino opulento, magnético y cambiante

El emirato árabe prosigue su frenética expansión en vertical al tiempo que seduce transversalmente con el reclamo de la Exposición Universal que acogerá en 2020. Dubai redobla sus encantos con historia, innovación y gastronomía. Javier Vicente Caballero. Imágenes: Archivo
"Muchos antes de venir me preguntan si los taxis son Ferrari o Rolls Royce". Este guía, originario de Sri Lanka, lleva los suficientes años en Dubai como para saberse de memoria los clichés y las etiquetas que la opinión pública mundial ha ido colgando sobre la ciudad más refulgente de los Emiratos Árabes Unidos. “Hay mucho dinero en ella, es cierto, aunque el petróleo se acabará y ahora sea más un centro financiero y de negocios. Es una ciudad de récord Guinness, con el metro automatizado más largo del mundo, el edificio más alto del planeta, el centro comercial más grande...”, añade el simpático en una retahíla que deja en suspenso. Quizá en el gigantismo de esta megalópolis resida su principal fascinación. Dubai –o lo que es lo mismo, su familia real, dueña de constructoras, promotoras y suelo– no acaba de terminar su enésimo megaproyecto cuando ya está visualizando el siguiente alarde sobre las arenas del desierto. Tiene Dubai una mezcla singular de hipérbole que lo convierte en un destino inclasificable: aúna el brillo atrapamoscas de Las Vegas, el furor mercantil de Manhattan, el cielo despreocupado de Florida y el misticismo sigiloso del desierto. Y más.
Cada vez son más segmentos de población los que acuden a estas orillas del Golfo Pérsico para comprobar de primera mano qué borbotea en esta marmita milmillonaria cuajada de dirhams, cristal y cemento. A través de la focalización de las querencias del visitante internacional y sus hábitos de consumo, se pretende desestacionalizar el destino (aflora el infierno en verano, no menos de 40 grados) y ensancharlo a familias con ganas de pasarlo bien en estos 4000 kilómetros cuadrados (la extensión de la provincia de Álava) por los que hay que dejarse caer al menos una vez en la vida, como si de una peregrinación hedonista se tratase.
De estas tierras yermas y fascinantes, cuna de buscadores de perlas que han forjado a las actuales generaciones de mercaderes, brotan rascacielos como por ensalmo y las autovías abren espacio a siete carriles. La omnipresencia del clan Al Maktum, gobernantes de este emirato desde 1833, copa con retratos solemnes edificios, jardines, avenidas y muros. La saga de jeques es una de las siete tribus que, desde tiempos del protectorado inglés, arribaron desde las dunas para levantar un país y hacerlo grande. Muy grande. Desde las cristaleras de la Torre Burj Khalifa se divisa tan mastodóntico esplendor en la arena. El ascensor VIP eleva al visitante hasta el piso 154, para un pináculo o antena que toca el cielo con sus 828 metros. Al sur, la vista se posa sobre The Palm Jumeriah, con sus ramas urbanizadas y su hotel Atlantis en plena promoción; muy cerca se despliega la vela del Hotel Burj al Arab, ahora que se han disipado los miedos sobre sustentación e inclinaciones en plan campanile de Pisa. Diminutas, vuelan las cometas de kite en la cercana Canteen Beach, una playa con todos los honores aunque su génesis fuera artificial. Si viramos la perspectiva al norte, se vislumbran los cimientos de lo que será The Creek. El Burj Khalifa debe mirar con pena o envidia este nuevo enclave porque ahí se erigirá en menos de un lustro la nueva torre más alta obra de nuestro Santiago Calatrava (Dubai Creek Tower, más allá de los 1.300 metros). Si fallan los fondos, ahí están los jeques de la vecina Abu Dabhi para echar una milmillonaria mano...
Un visor vertiginoso
Casi todo por estos parajes lleva el aroma de lo superlativo. El rascacielos The Frame se instaló como el marco de fotos más colosal del planeta, una estructura de 150 metros que actúa como enorme visor para enfocar el skyline financiero. En su interior, una pequeña muestra del pasado, el presente y el futuro de Dubai. Hablando de pretéritos, si uno quiere huir de magnitudes incuantificables, lo ideal es recalar en Deira. Esta zona histórica es el cordón umbilical de la ciudad, el nexo que le une con sus raíces y con el mar. Por la ría bulle la vida real, con sus abras (especie de pequeñas gabarras o faluyas, callejuelas laberínticas, aroma a té y café, shishas y zocos(imprescindibles el de las Telas, el de las Especias y el del Oro, éste último un exceso inenarrable). En el barrio de Al Fahidi, se encuentra el Centro para el Entendimiento Cultural Jeque Mohammed (SMCCU) donde aleccionan al visitante sobre los modos y maneras musulmanas en pleno siglo XXI. Aquí sí se escucha con claridad el canto del almuédano invocando la oración. También se recuerda que el despacho de alcohol se restringe a los hoteles cinco estrellas y algunos de cuatro superiores. Los emigrados o expats–los españoles se cuantifican en 10.000– necesitan un permiso de sus empresas para su compra, que nunca debe exceder el 10% de su salario.
Firmas de lujo
Los turistas que llegan en crucero, por miríadas, no suelen matar el tiempo con la copa en la mano. Con las prisas de una agenda apretada brujulean atestados de bolsas de firmas de lujo en centros comerciales como el Dubai Mall o el Emirates Mall. La mayoría vienen de Oriente (China, principalmente), aunque pakistaníes e hindúes aquí son legión. Dubai también ejerce de escala en vuelos al lejano este, así que muchos aprovechan el impasse para alargar la permanencia, largarse en jeep a hacer trompos por el desierto, asistir al espectáculo de The Perle (Circo del Sol versión acuática y persa) e inmortalizarse con selfies en algunos de los lugares más instagrameables de este planeta.
Reforzando sabores
Este año ha celebrado su sexta edición el Dubai Food Festival 2019, que ha surtido de actividades culinarias muchos puntos del emirato entre el 21 de febrero y el 9 de marzo. Según sus promotores, el certamen activa “la diversidad, la creatividad y la naturaleza multicultural de la oferta culinaria de Dubai, desde su comida gourmet de cinco estrellashasta sus exclusivas joyas ocultas”. Entre los establecimientos adscritos, street food en Canteen Beach(desde despensa árabe a hindú, pasando por italianos, thais y hasta japoneses), restaurantes de vista mareante y otros muchos más a ras de suelo escondidos en los colosales centros comerciales.
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