Restauración en serie

Franquicias Made in Spain

Martes, 06 de Mayo de 2014

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Aparentemente inmune a la crisis, el sector de la restauración franquiciada se consolida como una opción al alza para quienes pretendan abrir su propio negocio con la garantía de apostar por marcas consolidadas. El secreto está en la diversificación. Álvaro López del Moral

Para encontrar una oportunidad próspera dentro del ámbito de la restauración no es necesario haber tenido una idea brillante ni disponer de un local en propiedad, sino poder realizar un desembolso inicial mínimo de unos 20.000 euros y hacer frente al trabajo con alegría. Soplan vientos de expansión en el sector de las franquicias, que parece estar viviendo una evolución al alza mientras busca en la internacionalización refugio contra la crisis. Así lo reflejan las previsiones de una encuesta realizada recientemente por la agencia Europa Press, según las cuales en 2014 este nicho de mercado incrementará su facturación en casi un 5% y creará cerca de 25.000 empleos, confirmando la tendencia positiva que ya se registró durante el año anterior. A semejante crecimiento contribuirán factores tales como una mejora en las condiciones de financiación, un repunte de la situación económica nacional y, sobre todo, la actitud de aquellos emprendedores que apuesten por el autoempleo, atrincherándose tras la seguridad que les proporciona abrir un punto de venta de una empresa conocida, cuyo saber hacer y solvencia hayan sido verificados previamente de manera pública. 

 

Gran parte de dicha propensión ascendente tendrá su base fuera de nuestras fronteras. Según explica Xavier Vallhonrat, presidente de la Asociación Española de Franquiciadores (AEF), salir al mundo exterior ha sido la estrategia adoptada en estos últimos años por las licencias nacionales para escapar del estancamiento económico que hemos estado viviendo. “La demanda procedente de Portugal, Andorra, Italia o Francia, sumada al atractivo de ciertos mercados emergentes, como Oriente Medio y Latinoamérica, ha disparado la solicitud de locales españoles en el extranjero”, afirma Vallhonrat. “Y, al parecer, esta dinámica va a seguir consolidándose durante el ejercicio actual”.

 

Expandirse o morir
Un ejemplo de dicha aseveración lo encontramos en la casa Lizarrán, cuyo modelo de bar de pinchos tradicional se encuentra inmerso desde 1998 en un proceso expansivo que lo ha llevado a los cuatro continentes, incluyendo países como Japón, Polonia, China o Rusia, entre otros –paradójicamente, la sucursal que mejores resultados arroja es la de Moscú, tal como nos cuenta Elvira Durand, Directora General de Marketing y Operaciones I+D–; ello sin demérito de los más de 200 locales que Lizarrán tiene repartidos por todo el territorio nacional, lo cual la convierte en una franquicia líder. Su receta está muy clara: más de 300 referencias en una cartera de productos que rota continuamente, para cuyo asesoramiento gastronómico se ha contado con la colaboración de Josean Merino, propietario del restaurante MarmitaCo de Vitoria y galardonado con el premio a la Mejor Barra de Pinchos de España. Una diversificación plural que incluye la adaptación a las exigencias culinarias de los distintos países –incorporación de sopas en el mercado ruso o eliminación del cerdo en las naciones musulmanas, por ejemplo– y, pensando en los Estados Unidos, la deriva paralela hacia el concepto de Spanish tapas restaurant, por el cual se incorporan a la oferta artículos tan representativos de la ya casi erosionada Marca España, por aquello del manoseo, como son el jamón ibérico, el pulpo a feira o la paella. Por último, una agresiva política de precios, con promociones constantes.

 

A pesar de la crisis, Lizarrán inauguró el pasado año más de 60 establecimientos, ofreciendo a sus franquiciados dos fórmulas de financiación diferentes: la primera, pensada para quienes disponen de un local en desuso, requiere una inversión mínima de 50.000 euros, con un período medio de recuperación estimado en 20 meses. La segunda, destinada a bares en funcionamiento que pretendan incorporarse a esta cadena, exige un gravamen inicial de unos 19.000 euros. Lógicamente, a estas cifras hay que sumarle después las derivadas de la reforma, la maquinaria de cocina, decoración y cartelería; los rótulos, el mobiliario, los permisos de ingeniería y la aclimatación de las terrazas, al margen de los consabidos royalties para la empresa. Debido a estos factores conviene echar bien las cuentas, porque la cosa puede ponerse en un pico.

 

Sin techo que nos cobije

Pero, ¿qué ocurre si uno no tiene local y, aun así, pretende introducirse en el azaroso sector de la restauración franquiciada? Ningún problema; en vista de las más de 1.000 peticiones que recibe cada mes, la compañía Restalia, que gestiona 100Montaditos, La Sureña, The Good Burguer (TGB) y 100MGallery, ha puesto en funcionamiento un departamento específico denominado Exporestalia, con el que pretende dar respuesta a las demandas de sus posibles clientes. “Desde esta división ayudamos al franquiciado a buscar local y negociar las condiciones con el propietario del mismo”, asegura Rosa Madrid, Directora de Expansión para Europa de la empresa. “También tenemos profesionales preparados para ayudarle en la búsqueda de financiación y hemos establecido acuerdos con varios bancos que le darán condiciones especiales. Asimismo, le prestamos apoyo tanto en acciones de marketing como en formación para él y para su equipo.”

 

La peculiar filosofía low cost de Restalia, algunos de cuyos productos forman ya parte del ideario restaurador de la crisis –son los casos de su emblemático cubo de botellines o sus mini bocadillos de lomo, chorizo o tortilla de patatas, por citar algunos ejemplos–, le han permitido ofertar un ticket medio de lo más económico, alzándose como uno de los grupos empresariales pujantes del momento. Solo este último mes de marzo el holding batió su propio record con 20 nuevas aperturas, y sus responsables prevén terminar el año inaugurando otros 250 locales, lo cual arroja un cómputo global de 650 establecimientos en todo el planeta. Para formar parte de esta gran familia es necesario desembolsar un canon que varía entre los 32.000 euros de 100Montaditos, La Sureña y 100MGallery, y los 40.000 euros de TGB, siempre en función de los metros de cada inmueble. En todos los casos las tasas que el franquiciado debe abonar a Restalia ascienden al 7% de la facturación mensual, según datos facilitados por la empresa.

 

El sur también existe

Mucho más modesta en sus pretensiones expansivas, la Taberna del Volapié enarbola como estandarte el lema bajo el cual ha conseguido convertirse en una de las franquicias con mayor amor propio del panorama andaluz: “Servir alegría y cervecita bien fría”. A esto hay que unirle una línea gastronómica tradicional y de calidad, donde figuran productos como los ahumados de Barbate, las gambas de Huelva o los chicharrones de Chiclana servidos en papel de estraza (la empresa acaba de aliarse con el estrella Michelin Dani García para llevar a cabo buena parte de la gestión operativa de sus dos restaurantes marbellíes). Heredera de la crisis, su primer establecimiento se abrió hace 6 años, inspirándose en la legendaria Casa Manteca de Cádiz; hoy cuenta con más de 30 locales y en ese tiempo se ha pasado de facturar 650.000 euros anuales a cerca de diez millones.

 

En 2017 los responsables de Taberna del Volapié tienen previsto alcanzar los 100 comercios, con presencia en todas las capitales de provincia. Así lo explica Óscar Soler, su Director de Desarrollo de Franquicias: “Nuestro público tiene un perfil medio alto y busca autenticidad, calidad y sensaciones. Por eso intentamos recrear con la mayor fidelidad posible el ambiente de las tabernas de siempre, empleando madera maciza para los muebles y de roble para los suelos, o alicatando las barras con azulejos hidráulicos. Se trata de buscar un lujo asequible para todo el mundo, en el que, por supuesto, no falta la simpatía de nuestros camareros, al más puro estilo gaditano”. Abrir una Taberna del Volapié de cien metros cuadrados viene a salir por cerca de 100.000 euros y, según nos especifican, precisa unos 45 días de montaje.

 

Cuestiones sentimentales

Claro que, a la hora de inaugurar un negocio, hay quien prefiere pensar que el futuro se escribe con el sabor del pasado y se aferra a la nostalgia, pero vistiéndola de modernidad. Es lo que han hecho en Rodilla, que acaba de celebrar 75 años de existencia con una fiesta por todo lo alto en la madrileña Plaza del Callao. Su fundador, Antonio Rodilla, podría vanagloriarse de haber conseguido introducir de manera global en nuestro país el concepto de sándwich, del cual la firma sigue ofertando 16 tipos diferentes, además de una amplia gama de productos. Sumergido en un drástico cambio de imagen, este emporio alimenticio está coparticipado actualmente por la familia Rodilla y el grupo catalán Damm, habiendo incorporado a su libro de haberes una serie de marcas líderes en sus respectivos sectores y disponiendo de más de 100 establecimientos en España, la mayoría en la comunidad madrileña. Sin embargo, pese a todos estos cambios, una cosa permanece inalterada: la calidad del producto. Mantenerlo es el objetivo de las campañas emprendidas en los últimos años por la empresa, tal como nos explica su Responsable de Experiencia de Marca, Eloy del Pozo.

 

“Recuperar los valores diferenciales que han distinguido desde siempre al grupo es una necesidad prioritaria para nosotros”, asegura Eloy. “Por eso proporcionamos a nuestros franquiciados una formación específica. Por otra parte, nuestras materias primas se seleccionan en origen, sin perder de vista el cuidado artesanal de cada artículo y la adaptación a los gustos del cliente. Existen varios ejemplos de ello, como la vuelta a la comercialización en 2013 de los sándwiches de salami y de queso con anchoas, después de que los consumidores lo solicitaran a través de las redes sociales”. Tener una tienda Rodilla cuesta 100.000 euros, todo incluido, y la cuota que debe abonarse mensualmente a la empresa asciende al 4% de lo facturado.

 

Por último, cabe decir que en el sector de las franquicias también hay un hueco para el sentimentalismo. Es lo que ocurre con la cadena de restauración Tommy Mel’s, perteneciente a la compañía WBC. Sus propietarios iniciales era una pareja de enamorados de la estética americana de los años 50. Fruto de esta pasión nació su primer local en 2009, integrado en el concepto American 50’s Restaurant. Ahora, la cadena cuenta con 35 restaurantes, 27 de ellos franquiciados, y cerró el pasado ejercicio facturando más de 30 millones de euros. Una decoración exclusiva en fulgurantes tonos pastel, un ambiente distendido donde la música juega un papel determinante y una excelente relación calidad-precio, con hamburguesas de vacuno 100% español compartiendo protagonismo con batidos, sweet potatoes y platos tradicionales de cocina casera estadounidense, conforman las claves de su éxito. Según nos explica Javier Rueda, su Director General, abrir un Tommy Mel’s viene a representar un monto de 450.000 euros, con el canon incorporado. Cuando ya se encuentre en funcionamiento la empresa matriz recibirá cada 30 días el 5,5% de la recaudación total del franquiciado. 

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