Irreversible
Atlanticismo

El wineloverismo es parte de la sociedad del espectáculo, como toda vuestra existencia (si lo dudáis, os remito a Guy Debord), y por ello está sujeto a manipulaciones, prejuicios y modas.
Santiago Rivas
Lo curioso es que, en estas cosas, cuando eres partícipe o nutres una de estas tendencias, a veces, no eres consciente de lo que se está generando a tu alrededor.
Ahora mismo nos parece delirante cómo, el winelover de la época entre finales de los noventa y la década pasada valoraba vinos que eran pura extracción, alcohol, madera y solían tener nombres en latín y apellidos como “vino de autor” (un término que, asombrosamente, sigo viendo en alguna botella hortera) o “vino de alta expresión” (esto sí creo que, felizmente, pasó a mejor vida). Ese iniciado “post milenio” se creía lo más de lo más por beber esos vinos, despreciaba al clasicismo riojano, idolatraba a la DO Toro, a los supertoscanos… y para él, el Jura era un whisky de Escocia. Pero desde hace algo más de diez años, en España la tendencia empezó a cambiar y el imperio del fresqueo poco a poco se fue imponiendo, hasta que hemos llegado al polo opuesto a aquella época.
Literalmente, estamos en el polo opuesto.
Ahora, al winelover mundial (con Instagram el fenómeno se ha vuelto universal) lo que le mola es el atlanticismo, la acidez, los vinos delgados, Borgoña… molan muchísimo Viña Tondonia o La Rioja Alta S.A. y un vino del Jura recibe más fotos que la Gioconda.
Pero lo más curioso es que aquí en España, como ya he dicho aquí en unos cuantos textos, estos criterios de consumo los seguimos cuatro. El comprador “normal” sigue bebiendo los vinos que se le marcaron a fuego en la anterior época. Por lo tanto, en este momento apasionante por tantas cosas, los “civiles” siguen bebiendo a lo “principios de 2000”, mientras en la secta winelover hemos decidido que eso es basura y que queremos frío.
Esta disidencia ha provocado tres tipos de bodegas.
Las bodegas que siguen metiendo zapatilla al vino porque su masa crítica de clientes es muy española; es lo que saben hacer, las ventas van bien y todo el mundo anda contento.
Las que se pueden permitir varios estilos de vino coexistiendo una gama castora y otra de fresqueo: esto lo único malo que tiene es que el winelover recela porque ve doble moral, falta de honestidad, de alma y demás esoterismos. Hay que tener en cuenta que la capacidad de supervivencia del winelover depende de su intolerancia. Bueno, del winelover y de cualquier movimiento que quiera triunfar, ya sea el cristianismo o el veganismo.
Por último viene la tercera vía, sobre la que realmente quiero comentar (todo lo anterior es puro preámbulo): bodegas que, elaboren donde elaboren, hacen fresqueo, atlanticismo y anorexia. Supongo que son aquellas que pueden sobrevivir teniendo una red de distribución internacional para poder acceder al culto de otras naciones, porque ya os digo que del winelover nacional no se puede vivir.
El asunto (llamarlo problema me parece exagerar) es que no sé si se están dando cuenta de que están haciendo vinos tan carentes de identidad y apátridas como lo eran los vinos pinocher.
Y el winelover dando palmas.
Por entregas anteriores sabéis que mucho de lo que catamos en mi winegang es a ciegas (recordad que lo llamamos, con toda nuestra jeta, “entrenar”). Pues bien, de un tiempo a esta parte, ya son demasiadas las referencias de latitudes muy mediterráneas y muy cálidas que se están marcando estilos que no me parece que representen su origen. Es preferible el terroir fresco que el verdadero. Por no hablar de que está proliferando un estilo de tinto del que hay, sin exagerar, como cuarenta referencias diferentes de diversa uva y geolocalización que saben todos iguales. Por ser más específico: hace nada fue el Salón Peñín, y ahí mismo, y sin salirnos de la DOQ Priorat, pude comprobar cómo han aparecido, sobre todo, garnachas de nuevo cuño que parecen más una de Cebreros que una catalana.Y no es una cuestión de añada o microclima, dado que bodegas limítrofes sí ofrecían una identidad bien distinta.
Que quede claro: de preferir una moda, prefiero la actual, vaya por delante, pero la burbuja del fresqueo también está haciendo su daño, y no veo que seáis conscientes.
Pero para eso he venido yo, sobremesers, para iluminaros.
PD. Sí, la moraleja de hoy cabe en un tuit, pero los tuits no los cobro.
SOBREMESA no comparte necesariamente las opiniones vertidas o firmadas por sus colaboradores.







