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Laurent-Perrier, una maison en busca de la añada perfecta

Lunes, 02 de Diciembre de 2019

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La casa de Tours-sur-Marne lleva nueve años sin la presencia del hombre más importante de su historia, Bernard de Nonancourt. La siguiente generación, sus hijas Alexandra y Stéphanie, preserva con respeto el legado de su visionario progenitor. Raquel Pardo. Imágenes: Álvaro Fernández Prieto

Alexandra Pereyre De Nonancourt se sabe heredera de algo grande. Y al decir grande, no me refiero a su padre, Bernard De Nonancourt, un hombretón de 195 centímetros de altura al que se conocía cariñosamente como “El Gran Bernard”. Esta mujer esbelta, rubia y algo tímida, pero tremendamente simpática, tiene en sus manos la grandeza de una de las más importantes maisons de champagne: Laurent-Perrier. La tercera compañía de la Champagne, por detrás de Moët & Chandon y Veuve Clicquot, elabora 7,5 millones de botellas y facturó en 2018 más de 23 millones de euros, además de ser propietaria de la mítica casa Salon, del champagne Delamotte, del más modesto Castellane, y de la maison de Épernay conocida por su llamativa torre construida en el siglo XX. Pero el gran valor de esta casa de Tours-sur-Marne es haber sabido crecer desde la nada a base de interiorizar un estilo creado a medida y mantenerlo joven más allá de modas, un patrimonio construido por un único albañil, Bernard De Nonancourt, auténtica alma de la casa y artífice real de Laurent-Perrier.  “Mi padre me propuso incorporarme a Laurent- Perrier en 1988, justo después de mi boda”, comenta Alexandra, cuyo nombre se utilizó para una especialísima cuvée creada especialmente por su padre para ella con motivo de su matrimonio: “Fue una bonita forma de decirme lo que significaba para él sin pronunciar palabra”, recuerda. Esa propuesta, viniendo de una personalidad grande como la de Bernard, asustó un poco a la hasta entonces diseñadora de interiores, que le propuso comenzar en una de las sucursales que Laurent-Perrier tenía en el extranjero. Y así, desde Reino Unido, Alexandra comenzó a trabajar en el mundo del champagne, un universo en el que había nacido (literalmente, vino al mundo en el edificio de la maison, donde sus padres tenían un apartamento) y que forma parte de ella. Después de año y medio volvió a la casa madre y comenzó a ver las cosas de manera distinta: “Fuera me di cuenta del trabajo que había hecho mi padre, y al regresar, fui capaz de encontrar mi sitio y trabajar con él, percibiéndolo no como mi padre, sino como un gran jefe”. Poco después, se incorporó su hermana Stéphanie y los tres formaron un engranaje que se retroalimentaba. “Hemos visto, desde pequeñas, crecer a Laurent-Perrier, hemos sentido su energía, su adrenalina, la dinámica y el entusiasmo de mi padre, los viajes… Fue una auténtica suerte poder vivir eso y nos dimos cuenta al regresar aquí”.

 

 

¿Quién es ese hombre?

 

La historia de Laurent-Perrier está salpicada de presencia femenina, aunque es un hombre el que lleva la casa a lo más alto partiendo de una compañía pequeña y completamente desconocida. Tras ser fundada en 1812, toma su nombre actual de Matilde-Émile Perrier y su difunto marido, un maestro bodeguero llamado Eugène Laurent, al querer rendir la viuda un homenaje a su esposo cuando se hizo cargo de la casa en 1887. Tras ella, en 1939, la madre de Bernard, Marie Louise Lanson De Nonancourt (descendiente de otra ilustre casa champenoise, Lanson), también viuda y madre de cuatro hijos, compra la casa y se hace además con Delamotte.

 

Son años convulsos en Francia y dos de los hijos de Marie-Louise, Maurice y Bernard, están combatiendo en la II Guerra Mundial, aunque Maurice termina muriendo en un campo de concentración, mientras Bernard se une a la resistencia y a los maquis, para ser asignado después a la II División Armada del General Leclerc.

 

[Img #17176]Debido a su conocimiento del vino y su procedencia, De Nonancourt fue quien descubrió la bodega secreta que escondía el célebre Nido del Águila, refugio bávaro de Hitler, y donde se hallaron decenas de miles de botellas de vinos y destilados de casas reconocidas, entre ellas, Lanson y el mismísimo Salon, un champagne del que se quedó prendado y cuya casa terminó adquiriendo en 1987.

 

Aunque Bernard no hablaba mucho de estos episodios, Alexandra recuerda con cariño cómo recibieron en la casa un mensaje de un prisionero de Dachau que agradecía a su padre haberles liberado.

 

El ex militar volvió a su tierra y, contra todo pronóstico (pues no estaba previsto que tomara el mando de Laurent-Perrier), su madre le obliga a formarse desde abajo, y De Nonancourt pasa por todos los puestos posibles de los que luego serán sus empleados, hasta que en 1948 se convierte en el presidente de la compañía, que entonces era una desconocida.

 

Sin hablar inglés, y mientras sus competidores se expandían por Estados Unidos, Bernard decide hacerlo hacia África (“para qué voy a irme a Estados Unidos, si allí no me entienden”, recuerda su responsable de comunicación y Relaciones Públicas, Nicole Snozzi, quien lleva toda la vida en la firma), aprovechando los viajes de líneas aéreas africanas hasta sus colonias. El negocio empieza a crecer y tras 15 años de gestión de De Nonancourt, pasa de 50 000 botellas a un millón.

 

Bernard es responsable del estilo fresco y joven de los champagnes de la casa. Una idea que aprendió junto a su abuelo Lanson y que le llevó a utilizar la chardonnay como columna vertebral de sus vinos: “Lo que yo hago son vinos de placer”, comenta Snozzi que solía decir. Además de asentar el carácter de Laurent-Perrier y multiplicar el tamaño de la compañía, rescató un viejo estilo de la viuda Laurent, que ya elaboraba vinos “sans sucre”, sin azúcar, y creó el Ultra Brut en el 76, cuando todavía no se hablaba de cambio climático ni existía ningún otro champagne sin adición de azúcar; por no existir, tampoco existía la categoría brut nature. “Cuando mi padre empezó en el champagne, era un vino que se tomaba de postre, con muchísimo azúcar, y él quería un vino seco”, comenta Alexandra.

 

Fue pionero, también, en reivindicar la protección del entorno. Cazador aficionado, era consciente del valor de preservar el medio y creó un premio para recompensar su gestión, un acto visionario que comulga con la visión vanguardista de Champagne en lo que a sostenibilidad se refiere. Hoy, la compañía cuenta con dos sellos que certifican esa conciencia ecológica: Viticulture Durable à Champagne y Haute Valeur Environmental.

 

Pero para Alexandra, una de las enseñanzas magistrales de su padre tiene un nombre muy común: humildad. “Aprendí de él que fue capaz de dar un paso atrás cuando vio que envejecía y que Laurent-Perrier podía contagiarse; no quiso que la casa se deteriorara con él, la amaba tanto que supo retirarse para preservar su juventud ante los consumidores”.

 

 

Una cuestión de equilibrio

 

Alexandra pone el acento en la necesidad de que los vinos sean equilibrados. Su padre apostó fuerte por la chardonnay cuando no era una variedad tan popular y tuvo que convencer a sus proveedores, con los que estableció una colaboración estrecha y una sólida relación de confianza.

 

Pero De Nonancourt es el dibujante de la definida línea que perfila los champagnes de Laurent-Perrier, un estilo respetado e interiorizado a conciencia por los tres chefs de cave que ha tenido la casa desde 1950. Frescura, delicadeza y elegancia son los pilares sobre los que se construye el alma de Laurent-Perrier, y que se manifiestan sobre todo en el vino de bandera de la maison, su brut sin añada, combinación de un centenar de vinos distintos que se van complementando para conseguir recrear cada año un champagne pleno de fruta.

 

[Img #17179]El summun de esta persecución del equilibrio es, sin embargo, su cuvée de prestigio, Grand Siècle, una marca creada en 1959 que siempre es una mezcla de tres cosechas: una fresca, una delicada y una elegante. El innovador fundamento de este champagne es muy sencillo, según el actual chef de cave, Michel Fauconnet: la añada perfecta no existe, la naturaleza no la provee, y por eso es preciso recrearla.

 

Laurent-Perrier defiende el uso del acero en las elaboraciones y se distancia de la madera y los champagnes oxidativos (Krug, Bollinger, Selosse). Cada cosecha guarda un 20% para vinos de reserva que se mantienen hasta diez años en depósito.

 

La vinificación se produce siguiendo el criterio “una uva, un pueblo”, y si en un pueblo se recogen dos variedades, se separan. La fermentación se prolonga durante un mes y todos sus vinos realizan la maloláctica; el dosaje se realiza con el mismo champagne y azúcar natural de caña. El brut permanece entre cuatro y cinco años en la botella antes del degüelle.

 

Los millésimés suponen un elemento más comercial que identitario para la casa, y es únicamente Fauconnet quien decide qué añada tendrá esa categoría.

 


 

Cosa seria

 

Alexandra Pereyre de Nonancourt está convencida de que los jóvenes son un buen público para el champagne, pero marca las diferencias con otras bebidas: “Somos vino, no refrescos ni vodka”, comenta, y reivindica el respeto por una tierra y una tradición que es responsable de su prestigio. Sobre otros espumosos, no lo duda: “Es bueno que empiecen bebiendo otros espumosos del mundo, porque así terminarán tomando champagne”.

 

 

Louvois, recreando el Grand Siècle

 

[Img #17173]El Castillo de Louvois es la última adquisición de Laurent-Perrier, un bonito edificio del siglo XVII que perteneció al ministro de guerra de Luis XIV, Michel le Tellier. Esa época fue conocida como Grand Siècle por el esplendor cultural que vivió, y la casa ha querido identificar este espacio con su cuvée de prestigio, por la filosofía que, declaran, comparten ambos. El paseo por Louvois es un bonito juego de efectos visuales, donde la señorial construcción aparece y desaparece ante los ojos.

 

 

 

 

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