Santiago Rivas

Navidad Winelover

Miércoles, 18 de Diciembre de 2019

No sé cuántos winelovers hay dentro de la nación sobremeser; el caso es que el winelover canónico, como yo, tan acostumbrado a reuniones en las que aprovechamos para reírnos del que bebe mediocridades, del que no sabe, del que coge mal la copa, del que descorcha maderones, del que utiliza gadgets inútiles, del que bebe en recipientes no austriacos y/o alemanes, del que compra el vino de oferta en el supermercado, del que no bebe Jerez, Jura, Barolo, Borgoña, mencías raulperizadas, prioratos atlánticos, vulcanismos o vinos naranjas… Santiago Rivas

Nosotros, tan intolerantes para seguir subsistiendo y poder generar el espejismo de que tenemos algún tipo de ascendente sobre el consumidor final.

 

Nosotros, tan acostumbrados a debates totalmente infructuosos, masturbatorios, fatuos, vanidosos y pedantes sobre suelo, clima, identidad, honestidad, geografía, autenticidad o legislaciones varias.

 

Nosotros, tan dispuestos para quedar con nuestros iguales y ofrecer como holocausto vínico referencias de culto a cuál más excéntrica, rara, cara, extinguida, unicornil y ácida.

 

NOSOTROS…

 

Hay una época en la que NOSOTROS nos tenemos que enfrentar a la realidad de este país, en la que no nos queda otra. Una época en la que NOSOTROS estamos en clara minoría; una época en la que NOSOTROS somos los ridiculizados: la Navidad.

 

Durante estas fechas se generan encuentros de los que es imposible escapar. Y no son pocos.

 

Como mínimo, vosotros, sobremesers, vais a tener cena de trabajo, cena de Nochebuena, comida de Navidad, Nochevieja y día de Reyes.

 

Sí, también es la única época del año en la que ser autónomo, o no tener trabajo, o estar solo en la vida y con todos tus familiares fallecidos no parece algo tan malo.

 

Lo normal es que la primera fecha sea la cena de trabajo, aquella en la que muchos compañeros que saben de tu afición te coserán a preguntas sobre tiendas y vinos, y no dejarán pasar la oportunidad de comentarte lo que les gusta y lo que no les gusta para averiguar si van por buen camino.

 

Para ellos es muy importante hacerte saber sus gustos.

 

Cuando les confirmas que van mal, porque siempre beben fatal, y te puedes reír de/con él/ella, un nuevo mamífero te abordará para hacerte exactamente las mismas preguntas, y así en bucle hasta que llegue el momento de los copazos y gin tonics, suceso que, al enturbiar aún más las relaciones sociales, a ti te viene bien.

 

Según los seres humanos degraden, al winelover mejor le irá.

 

Con tanto alcohol en el organismo las situaciones se intentan sexualizar, y como con un winelover nadie se lo quiere montar, te vuelves espectador privilegiado, y al día siguiente tú serás el encargado de recordarle a todo el mundo su propia vergüenza. No llega a compensar, pero alivia.

 

La siguiente fecha conflictiva, la más conflictiva, es Nochebuena.

 

Estamos hablando de una reunión familiar celebrada en un territorio acotado. De hecho, puede ser un espacio muy acotado (un piso) y estar atestado de familiares deseosos de hacerte ver que no tienes razón, que eres tú quién no tiene ni puta idea y que lo que ellos beben (que, por una extraña razón, consideran que es lo que se ha bebido toda la vida) es lo que realmente está bueno. Miran con recelo tus botellas que no saben que también son muy normalitas, hace tiempo que ya desististe de llevar cosas de iniciados pensando, erróneamente, que te dejarían más en paz.

 

Mi momento preferido es cuando se acerca un consanguíneo (o pareja de) que te dice que su vino favorito es el Matarromera. Ignoro porqué los matarromerers están tan orgullosos de serlo, pero no falla.

 

Y nada; si esto empieza mal, acaba mucho peor, ya que con el alcohol tus familiares se van soltando, si es que eso les hacía falta, y esa soltura está directamente relacionada con el hecho de despreciarte aún más.

 

A mí también me afecta el alcohol en esos momentos, empiezo a pensar que me merezco ese calvario por la actitud de superioridad moral e intelectual que suelo llevar. Realmente pienso que soy mejor, en casi todos los sentidos, que el 97% de la humanidad que ha existido jamás; y si este es el precio que tengo que pagar… pues se afronta y punto.

 

Otras veces el alcohol me pone agresivo a lo Scott Fitzgerald y ya tenemos lío. Sangre. Mucha sangre.

 

Lo siguiente en el calendario es inmediato: Navidad. Ese día hay gente que queda con otra parte de la familia, en cuyo caso revivirá lo ocurrido la noche anterior, pero con idiotas de otra rama familiar. Hay otra que sigue quedando, en un ejercicio masoquista socialmente obligado, con los mismos de Nochebuena y otros, los que pueden, ya lo dedican a comer solos, esnifar cocaína, ir al cine o lo que sea.

 

Total, que después llega Nochevieja. Por lo que sea, en esta cita sí que está permitido escapar de todo el lumpen familiar e irse fuera para pasarlo con quien realmente quieras, a donde decidas ir. Yo, al menos, es lo que suelo hacer.

 

Si esta opción te está vetada, vuelves a tener una velada nochebuenil, aunque algo más amable porque el personal anda más festivo y, como ya te atormentaron hace una semana, te dejan más en paz. O no.Sí que vuelve a ocurrir que el del Matarromera reitera su aparición encarnado en otro ser. Su guion es el mismo, pero el actor cambia.

 

Y ya solo queda el día de Reyes, con la particularidad de que es rotatorio, ya que tienes que visitar varias casas para ir trincando regalos y no da tiempo a que te la monten mucho.

 

Además, la gente está más pendiente de discutir si el roscón es con nata o sin nata, si es mejor el del Auchan o de pastelería… esas cosas. Y tú piensas que a ver si acaba todo y puedes volver a casa a cenarte el que compraste en Moulin Chocolat por 30 euros y que encargaste con dos semanas de antelación.

 

Nosotros sí que sabemos pasárnoslo bien.

 

 

 

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