César Serrano

Los trabajos del carpintero

Domingo, 15 de Diciembre de 2019

Wenceslao Tinajón Alemán era poeta y carpintero en Picote de Traslasierra. Escribía poemas de amor siempre de ausencias, que después hacía arder junto a las virutas de los tablones con los que trabajaba, de ahí que no quede memoria de ninguno de sus poemas. César Serrano

En su diminuta carpintería fabricaba, además de puertas, mesas y ventanas, ataúdes para los muertos de Picote, mientras bebía vino y removía en su boca, ya sin dientes, poderosos tasajos de cabra. Cuentan que según el conocimiento que tuviera del difunto se le escuchaban largas conversaciones con el muerto, sin que éste diera respuesta a las palabras del carpintero. Las cajas mortuorias eran siempre de tablas de madera de castaño y estaban forradas de tela negra; las de los infantes eran cajitas de mazapán, como cuenta Mari Cruz Vázquez en su novela El rastro del caracol. Sí, los niños que morían en Picote viajaban al cielo envueltos en aromas de azúcar tostado y almendras. Para ello, y pasada la Navidad, Wenceslao viajaba a Mayorga y recorría los grandes ultramarinos de la ciudad solicitando las cajitas de mazapán, sin desvelar nunca el porqué de aquella demanda. Después, ya en Picote, las forraba de una tela blanca de raso y lloraba. Wenceslao lloraba siempre, lloraba de ausencias, lloraba por los besos, por las palabras, por el olor, por la sonrisa, por las caricias, por la fuerza que tanto le empujaba. Lloraba por Laura Arjona Muñoz, que un día se fue dejándole el corazón tan seco como las cecinas viejas. Ella no, ella no se fue envuelta en una tela negra cubriendo las toscas tablas de castaño, ella se fue en una caja de madera de cerezo donde entre sus betas se asomaba el rojo de su boca encendida, diciéndole en las últimas horas “cuando yo me vaya ríe, ríe para mí”. Hacía tiempo que se había vuelto un descreído y eso le dolía aún más, eso le llevaba a un pensamiento, a unos versos cada día más llenos de ausencias. Encendió las últimas virutas y arrojó al fuego esos últimos versos que la brisa elevó al aire de la anochecida: “No, no hay cielo al que acudir. El adiós, un agujero negro en los castaños; el aire ya no lo perfuma tu piel de melocotón sanjuaniego”.


Cuentan que su último trabajo tampoco fue con madera de castaño, dicen que con fina madera de nogal. Al terminar bebió vino y comenzó a darle vueltas en la boca a un trocito de tasajo pimentonado y ligeramente picante, y aquí, en ese instante, se le vino a la boca una amarga sonrisa.

 


 

Tasajo


Ingredientes

 

  • 1 kg de carne de pierna de cabra en tiras
  • 3 cucharadas de orégano
  • 2 de pimentón de La Vera
  • 1 de rasa de sal y agua
  • 1 cabeza de ajos machacados y agua

Elaboración


Cortar la carne en tiras de aproximadamente 3-4 cm de ancho y 20 cm de largo, que nos permita colgarlas en cuerdas o varal. Hacer una pasta con el pimentón, agua, ajos machacados, sal y el orégano. Una vez mezclado, añadir las tiras de carne aún fresca y macerar dos o tres días en lugar frío y seco. Pasado este tiempo, espolvoreamos con pimentón de la Vera y las colgamos en las cuerdas o varales (días de frío y a ser posible secos). El secado dependerá de la temperatura y humedad. Cuando estén lo suficientemente duras, ya tendremos el tasajo en su punto.

 

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