Wine + Food en el punto de mira
Christian Escribà, el mago dulce del Pecado Original

Su bisabuelo Mateu Serra i Capell inauguró el negocio pastelero cuando alboreaba el siglo XX, y tras cuatro generaciones hoy son tres las tiendas con la firma Escribà en el frontispicio, todas en Barcelona. Javier Vicente Caballero. Imágenes: archivo
Christian saca pecho entre otras locuras sensatas de los Candy Glam Rings, dulces que enamoraron a media humanidad. Entre sus logros, el de Mejor Pastelero de España que le otorgó la Academia Española de Gastronomía en 2007. Proyecta aspecto de ese nobel de Química de nacionalidad imprecisa o de un genial filósofo en su torre de marfil que hurga en los grandes males que asolan la vida moderna. Y de ambos símiles algo tiene. Christian Escribà, además de ser un excelente pastelero, repostero “y tartista”, conoce perfectamente los procesos mágicos que ocurren en la intimidad de masas madre, pastas, macarons, cruasanes o monas de pascua, entre mil tentaciones. Y tras lo que le ha pasado a su esponjosa pero trémula vida, hoy abraza la calma y el mindfulness budista y hasta espolvorea enseñanzas para andar por el mundo. “Me levanto y hago mi meditación a las cinco de la mañana”, explica. Ahora Escribà goza de relajado paraíso existencial, y muerde las manzanas Pink Lady reinterpretándolas. Concibe un dulce etéreo y rompedor, suave y de nombre bíblico: Pecado Original. Para su elaboración recurre a esta variedad de manzanas de rojo subido y potencia sápida que se cultivan en Lleida y en Girona. “Es un trampantojo muy suave, hecho con fruta natural compotada y confitada muchas horas, y chocolate blanco y peta zeta de lima”, explica el pastelero. En boca, un inocente truco de magia... pecaminoso.
Amor amasado
Agradecimiento eterno y amor sin fisuras es el que profesa Escribà por su pareja, la también pastelera Patricia Schmidt. Con esta brasileña trotamundos vive “la segunda parte del partido de la vida”. Entre ambos pedalean en tándem. “Ha resultado crucial en mi vida, un gran apoyo en todos los sentidos, incluido el profesional, con una visión pragmática y económica que yo necesitaba”, reflexiona.
Alargada y dulce sombra
Como si fuera un genial Willy Bonka, Antoni Escribà Serra (1930-2004) fue un revolucionario de la pastelería, amén de padre de Christian y la tercera generación de la familia Escribà. Se hizo cargo de la gestión de Escribà Pastry de la Gran Vía 546 de Barcelona y le renombraron con el apodo de “Mozart” o “Chocolate Magician” por sus esculturas de chocolate. Adorado por Adrià, proyectó influjo y magisterio en su hijo.
Su mimado vivero
Otra de las ilusiones que ilumina y enternece la malévola mirada de Escribà es su academia de repostería. “La pastelería es el pariente pobre de la gastronomía, pero estamos muy contentos de cómo nos marchan las cosas en nuestra academia. Hemos impartido ya cientos de cursos”, asevera. Las masterclasses y monográficos son una gominola irresistible: elaboración de bizcochos, flanes, panettones, turrones, helados, tartas de boda, pastelería creativa, decoración de galletas...
Arritmias
Me he arruinado varias veces, tengo stents en el corazón y he vivido un poco deprisa. Quiero que lo que me quede se me haga largo”, desliza este genio nacido en Barcelona hace 57 años y timonel de las míticas pastelerías Escribà, cuyo primer establecimiento levantó el cierre en 1906 con el nombre Forn Serra, en homenaje a su bisabuela.
Libros y tiendas esponjosas
Un niño grande
Con nombre propio
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