Olivia y Blimunda
La ciudad amanecía llena de contrastes, fruto de esas noches del Carnestoltes. Blimunda Puig de Massana caminaba entre los últimos destellos de la noche, tras haberse subido a molinos de éxtasis y haber bailado la danza de las anfetas César Serrano
Después, y tras haberse visto rota en los cristales de los escaparates se puso a galopar hacia el sur. El sur, su viaje soñado, el de los veranos, el sur de los días luminosos, el de la sal y la cal. Buscó la avenida que lleva al sur, sintiendo la bofetada de humo y viento de los autos que transitaban deprisa, algunos aún con las risas bobas de la noche. Habría pasado una hora, dos, un día, una noche. No podía calcular, no era capaz de medir el tiempo de aquel inicio del viaje. Sí recordaba cómo un auto, aún con las luces encendidas, aminoró su marcha y tras detenerse y bajar una de las ventanillas alguien le preguntó “¿Hacia dónde vas?”. “Al sur, quiero ir al sur”. “Sube”, fue la respuesta escueta que le llegó desde el auto. Se acomodó en el asiento trasero y allí le pareció que viajaba un ángel, con manitas redondeadas, ojos achinados y una enorme sonrisa, que le preguntó si quería ser su amiga mientras tomaba sus manos y la invitaba a jugar a un antiguo juego llegado de los abuelos: “Pinto, pinto, gorgorito, vendo la vaca el 25…” Se sintió arropada por aquellas manos, por la sonrisa, por aquel juego que también a ella la trasladaba a su infancia en los días de Picote cuando en el hogar se urdían penetrantes sabores con aromas de pimentón y berzas. No supo el tiempo que permaneció dormida, sí que al despertar los ojitos achinados de aquel ángel aún sonreían. “Hemos pasado por muchas ciudades, por muchos campos y ya pronto llegaremos al sur, yo me llamo Olivia y soy down, voy a ver a mis abuelos a llevarles los reyes. Mi escuela se llama Fernando Fernán Gómez, ya estoy en tercero, y ¿tú cómo te llamas?”. “Blimunda, pero me gustaría llamarme Olivia como tú, pero mis papás no conocían todos los nombres y me pusieron Blimunda, como el de una tieta que se fue para no volver”. “Blimunda también es un nombre bonito y tú eres muy guapa, aunque tengas arrugas en la mirada y estés un poco triste, pero si me dejas te puedo espantar la tristeza, hay canciones que espantan la tristeza, lo dice mi mamá, y por eso me las canta, y por eso nunca estoy triste, cierra los ojos y te canto una de esas canciones. En los ríos bailan los peces, en el aire juegan los pájaros, en el trigal los grillos cantan, vamos ríe, ríe y canta, canta como los grillos, juega como los pájaros, baila conmigo como los peces bailan…”. Aún hoy, y pasados los días del frío, Blimunda acude a esas canciones que espantan la tristeza. Sonríe. En la chimenea el fuego espanta el frío.
Costillero con berzas
Ingredientes
- Costillero embuchado
- Berzas
- Agua
Elaboración
En una olla grande introducimos el costillero. A la media hora de cocción retiramos del fuego. Posteriormente desechamos el agua de la cocción, añadimos agua nueva e introducimos el costillero. Pasadas dos horas le añadimos una berza picada en tiras. Tras alrededor de media hora de cocción a fuego medio-bajo, retiramos la olla de los fogones. Abrimos el costillero o buche y servimos.
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