Paleografía

Hoy vengo en plan arqueólogo de la crítica vínica. El Indiana Jones de las notas de cata, el Allan Quatermain de la enocrónica. Ese es el nivel. Santiago Rivas
Resulta que en un ejercicio de investigación revisteril, mi amigo y escritor especializado en el sector gastronómico, Abraham Rivera, ha tenido la felicísima idea de enviarme unas fotos de unas páginas del primer número de Sobremesa, lanzado el 1 de febrero de 1984 al precio de 250 pesetas (yo creo que este precio era bastante caro), en el que además de lindezas como “Xavier Domingo, contra horteras, corruptos y papanatas” se incluye un testimonio de una cata de los 10 vinos más vendidos en ese momento.
El resultado es una auténtica joya que paso a transcribir aquí. Lo que está entre paréntesis son mis comentarios al respecto (lo siento, no me he podido contener).
Carta de Plata, Berberana, Rioja. Equilibrado, ligero. Un poco arreglado quizá en el laboratorio (o quizás en otro lado pero el caso es que arreglado está). 119 pesetas (ya decía yo que la revista era cara).
Banda Azul, Paternina, Rioja. El más honesto de todos (se puede quedar a cargo de tus hijos una tarde), descubre las naturales imperfecciones de un vino joven (por lo tanto establecen una relación directa entre honestidad y que haya un tanino del demonio). El mejor para guardar. 142 pesetas.
Campo Viejo, Rioja. El éxito de este vino se basa en la crianza (peeeero). El exceso de sulfuroso le añade un gusto a quemado (atención que lo mismo estamos ante un comité de cata pro naturi en 1984). 119 pesetas.
Marqués de Riscal, Rioja. En este Riscal del 78, lo inconfundible es su personalísimo aroma a jabón, a tambor (qué recuerdos) de detergente (no se descarta que esto sea positivo). 390 pesetas.
Siglo Saco. Rioja. Buen color (bien), cubierto (supongo que seguimos bien). Aroma un poco punzante por la acidez volátil (mejor, hemos quedado que somos pro naturi). Breve en la boca (eso ya regu). Relación calidad/precio fatal (jajajajajaja). 380 pesetas. (la verdad es que era una pasta, por 10 pesetas más te compras el Riscal jabón).
Señorío de los Llanos, Valdepeñas. Un vino con el mismo problema de sulfuroso que el Campo Viejo (Sobremesa a la vanguardia del vino natural). Quemado. Casi sin acidez. 110 pesetas.
San Simón, García Carrión, Jumilla. Un vino que desde luego no se parece en nada al auténtico sabor de Jumilla (si ellos supieran lo que en 2020 va a ser el auténtico sabor a Jumilla…). La mejor recomendación es que, si lo tiene en casa, se lo beba cuanto antes (o directo al fregadero). 76 pesetas.
Castillo de San Asensio, Campo Viejo, Rioja. Un vino muy mantenido en los depósitos de cemento (un vino winelover pre Instagram!), sin crianza. Sabor a garnacha un poco oxidada, mal trasegado (que no sabéis puto trasegar). 104 pesetas.
Romeral, Rioja. La botella descorchada en la cata contenía un vino con el índice de acidez volátil altísimo (vivaaaaa). Desplazado y desvaído (uy pero vinagrismos no). 115 pesetas.
Preferido (verás el Preferido), Berberana, Rioja. Con todos los defectos del anterior (y yo creo todos los del mundo). Olor a sucio. Un vino fabricado (no gustaban los vinos fabricados en los ochenta). 100 pesetas.
Y hasta aquí la cata ochentera.
Lo he hecho por las risas y porque me parecía curioso rescatar este contenido, pero el texto de hoy tiene otra lectura o moraleja mucho más siniestra, y es que este grado de libertad (por muy loca que sea su manera de expresarla) a la hora de valorar un vino, en la prensa actual ha desaparecido.
Y no ha desaparecido por sensatez, sino por miedo.
Eso ya no hace tanta gracia.
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