Tendencia digital

Cómo alimentar ahora tu Instagram gastro sin desescalar seguidores

Jueves, 30 de Abril de 2020

Vamos a tardar en postear el erizo con alga kodium que sirven en ese restaurante Michelin. Aquí van unas claves de expertos para nutrir Instagram y que no decaigan esos codiciados followers. Javier Caballero

Sin un mal restaurante que echarse al gaznate digital; sin una mísera foto tecno-emocionada donde unos berberechos conviven con un torrezno espumeante; sin un stories donde la coreografía del equipo de sala danza espasmódica en time-lapse. Instagram se ha nutrido históricamente (y se nutre) de millones de fotos de gastronomía y aledaños, y el parón del confinamiento amenaza con matar de inanición virtual muchas cuentas. Para los aspirantes a followers culinarios, ¿cómo tragar y gestionar este parón, cuando no la temida sangría... de seguidores? ¿Cómo sobrevivir a dieta tan espartana y a las fotos sobrantes y desenfocadas un estrella Michelin que se visitó hace una eternidad? ¿Cómo ganar followers y mantener el gusanillo de la cuenta si solo podemos subir revivals recalentados, horrorosos panes domésticos y/o el arroz con cosas de los domingos? Los expertos en estas lides nos ofrecen algunas claves:  “Yo empecé haciendo fotos de restaurantes como tantos otros, y ahora compongo bodegones, hago recetas en casa y trabajo para marcas. Con este confinamiento o nueva realidad, es importante dar un giro. Por ejemplo, si te lanzas a hacer recetas caseras, hay que interactuar muchísimo, cuidar a tu comunidad. Subir fotos y no comentar nada no funciona. En mi caso para cada imagen me tiro unas dos o tres horas de preparación. Y luego por la noche contesto a más de 500 mensajes privados. Opiono que en estas circunstancias puedes subir una barata tortilla de patata y que quede chulísima o un arroz a la cubana que te cuesta cuatro duros, porque en estos tiempos no es bueno mostrar trufas o bogavantes, al menos no abusar de ello", sostiene Laura Ponts, influencer en esto de disponer y elaborar alimentos con más de 290.000 acólitos en Instagram.

 

Comida recalentada

 

En su opinión, tirar de hemeroteca tampoco funciona. "Si fuiste a Diverxo hace un año y ya vi que fuiste y lo que comiste, ¿para que subes otra vez un plato? Es mejor no hacerlo. Tampoco hace falta enseñar playas o lujos pasados porque no creo que sea el momento más conveniente. Todos lo podemos hacer y es una pesadez", añade esta reputada food sytilist, que tampoco recomienda subir recetas sin ton ni son, como por ejemplo "un bizcocho vegano: sin harina, sin huevos, sin leche.... No se puede llamar bizcocho, no me parece". 

 

[Img #17989]Hay que recordar ciertas estadísticas emanadas de la propia red social: los foodies se conectan a Instagram un promedio de 18 veces al día y el hashtag #food se adhiere a más 250 millones de publicaciones. Más cifras para abrir el apetito: un 27% de los usuarios de Internet en IG comparten contenido de alimentos y el 38% de los usuarios miran y remiran contenido vinculado a alimentación y restauración.  “La clave está en cuidar la estética, la edición gráfica, tanto en las stories, como en las entradas. Y que cada foto o vídeo se atenga a un criterio de actualidad, un sentido o una intención. No hay que olvidar estar muy en contacto con los lectores y seguidores, de forma directa y atendiendo a lo que ellos demandan. No es del todo necesario subir algo actual o que sucede al momento; primero por razones obvias debido al confinamiento, y segundo porque puede ser más oportuno subir una vieja y buena foto de la floración de las cepas ahora en primavera que una de peor calidad pero más reciente. Hay que vincular el producto a la temporalidad", reflexiona Álvaro Fernández Prieto, la principal mirada de Sobremesa y sus canales digitales y uno de los más reputados fotógrafos de vino y gastronomía del país. "Ahora es más difícil sumar seguidores, pero el engagement es más fiel, hay menos fluctuación", añade este zamorano nacido en Benavente con varios premios de fotografía en su mochila. 

 

Los en vivo y en directo...

 

[Img #17990]Este apagón hostelero no solo afecta a los clientes, claro, sino que también es un golpe a la línea de flotación comunicativa de los propios chefs, o sea, de los community managers que han de lidiar con el día a día de una cuenta. Y con grandes dosis de imaginación y mucha cautela, que el horno no está para según qué bollos. De tal guisa que hemos visto a colosales cociner@s hacer patatas a lo pobre o pizzas para niños con un delantal tan horroroso como tierno; se han asomado en vivito y directo para ser entrevistados por influencers pantagruélicos –inenarrable el vis a vis nocturno de Gorak el Gorila con Jesús Sánchez, el triestelar timonel de El Cenador de Amós– y también han dado fe digital de su vena solidaria y comprometida, entre otras acciones para lanzar un mensaje necesario que vendría a decir: “no olviden que aquí andamos, y mientras esperamos, comunicamos”. El mundo del vino no es ajeno a esta coyuntura del atractivo balcón digital que supone IG para muchos wine lovers. Los brindis son ahora domésticos, botellas que provienen de la cesta del super o de portales on line como Vinoselección. No parece recomendable igualmente traer de nuevo a la actualidad aquella visita a una bodega del Priorat de hace justo un año o aquel descorche de un ilustre de Ribera de Duero para ilustrar lo felices que éramos cuando hizo la comunión el pequeño. En conclusión: no es excluyente pasear móvil en ristre en bata o pijama, con el teletrabajo a cuestas, y cuidar, amigos Instagramers, lo que suben a sus respectivos perfiles. Tengan mimo y criterio a la hora de servir sus creaciones. Aunque sean unas patatas a la riojana o pongan a contraluz un barato best seller del Campo de Borja. 

 

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