CoronaVino

Hace no mucho hubo un año en Madrid particularmente seco, no llovía. Provocó consecuencias inmediatas y predecibles como un aumento de la contaminación -y de las enfermedades -, así como un gran descenso en las ventas de paraguas. Santiago Rivas
Pero también este periodo supuso una gran crisis en el sector de los talleres de reparaciones, ya que la lluvia provoca pequeños accidentes de circulación en los que los coches necesitan arreglos. Sin estos siniestros menores, los mecánicos dedicados a arreglarlos vieron mermados sus ingresos considerablemente. Nadie pensaría, a priori, que es bueno que llueva para un taller, y sí para el agricultor, sí para un asmático. Pero hasta que me enteré de esta circunstancia, nunca pensé que la lluvia era tan importante para un chapista.
Ascendiendo, espectacularmente, en la escala de anomalía e impacto en nuestras vidas, vivimos bajo el yugo de una pandemia global que también está provocando comportamientos no menos anómalos. Más allá de que estemos perdiendo cordura o de que vayamos camino de una manera de relacionarnos nunca vivida, quiero referirme al aumento del consumo de ciertos productos con el confinamiento. Y es que una de sus estrellas está siendo el vino. Un hit de ventas en España, lo nunca visto, vamos.
Según los datos dados por una aplicación de móvil, Gelt, que no entiendo, pero que está vinculada a la compra en supermercados, entre lo que fue la primera y segunda semana del confinamiento, la compra de cerveza se disparó un 77,65% con respecto a la semana anterior. Hasta ahí cero sorpresas. Pero la siguiente bebida alcohólica en crecimiento de consumo fue el vino con un espectacular aumento del 62,7%. Inédito.
Por ser “completista”, cabe señalar que los reyes de esa primera quincena de cuarentena fueron las aceitunas (+93,82%), las patatas fritas (+87,13%) y, cerrando el pódium, el chocolate (+79,04%). Así eran nuestros carros de la compra al principio del Estado de Alarma. Pero es que ayer mismo (escribo este texto en 17 de mayo), los medios se hicieron eco de un estudio a nivel europeo, realizado por diferentes universidades, sobre el comportamiento de los consumidores europeos en lo relativo al alcohol tras ya más de un mes de confinamiento. El resultado fue que, si bien el personal está tirando de toda bebida que te evada de la realidad, el vino -y, sorprendentemente para mí, sobre todo en España-, está arrasando, y más en comparación con las cerves y los destilados.
Claro está que luego, si profundizas, hay datos menos winelover. Y es que los clientes van a por los vinos más baratos, y eso puede ser muy barato teniendo en cuenta que el local de adquisición de estas botellas es, básicamente, el supermercado. También me ha llamado la atención que los hogares donde más se consume son en los habitados por solteros. Yo me pensaba que pasar este confinamiento con niños pequeños era excusa más que suficiente para ir a dos magnum por día. Pero parece que no, que los desatados son los que viven solos. Obviamente no puedo pasar por alto que el personal, al no poder ir a un restaurante o a un bar, consume en casa haciendo que este crecimiento no sea neto.
Pero, aun así, hay otros síntomas tan extravagantes como positivos. Y es que otra circunstancia que también está teniendo su impacto es la fiebre que hay con los IG Live. Los IG Live son una posibilidad que da Instagram de ponerte delante de la cámara del ordenador, móvil o tablet, para contar o hacer algo del, supuesto, interés de tus seguidores. Los hay de fitness en casa, de cocina, de manualidades… y de vino. Estos suelen consistir en contactar con un amigote o personaje del sector para mantener una charla con él mientras asisten sus respectivos seguidores con la posibilidad de interactuar con ambos bustos parlantes a través de un chat creado a tal efecto. Pues han sido todo un éxito. Yo mismo llevo casi dos meses haciendo uno a diario y nunca, pero nunca, había obtenido tanto volumen de respuesta. Y no ya solo en forma de nuevos seguidores o visualizaciones de contenidos, sino en interés. La cantidad de preguntas que me hacen en estos directos, o por privado, sobre tiendas donde comprar, referencias de culto o simplemente detalles del vino comentado, como vinificación o alguna anécdota que le rodee es, para mí, lo nunca visto. Y mi cuenta precisamente no era clandestina.
Y hablo por mí, pero intuyo que los realizados por otros winelovers han tenido el mismo -o muchísimo más- seguimiento que el mío. Y no ha habido pocos. Además, que este fenómeno sí tiene mucho de español, ya que luego te asomas a los IG Live de estrellas como Eric Asimov (divulgador del New York Times con 29 000 seguidores) y no tienen ni la mitad de asistentes de la que tienen los míos. Y los míos están a una considerable distancia de audiencia con respecto a otros de winestars patrios.
Y aquí va mi conclusión positiva: sé que el sector está sufriendo enormemente por el cierre de los restaurantes y de las fronteras, pero esto va a pasar. Más tarde o temprano, pasará. Pero lo que no pasará es toda esa gente que ahora se está interesando y consumiendo vino, aunque no todo sea del que dé puntos en el carnet #winelover.
Ha aflorado toda una masa crítica de gente que, por aburrimiento, tiempo libre o ganas de beber otra cosa, está mostrando un deseo de acercarse al vino. Nuestra misión ahora, la de todos los actores involucrados en el sector vínico, es no perderlos en la Fase 4.
No volvamos a hacer eso tan nuestro de no perder la oportunidad de perder una oportunidad.
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