"Bebiendo" fases
Terraceo: tomando la temperatura a la nueva normalidad

No han levantado el cierre ni la mitad de las casi 5000 terrazas de Madrid. Y muchas de las que sí perderán dinero. Contamos la reapertura en la que te "disparan"con un termómetro y una caña no se debe alargar más allá de lo prudente. Javier Caballero. Imágenes: Álvaro Fernández Prieto
Cegados por la luz solar, extrañados y vacilantes, los terracistas se han echado a las calles como si salieran de un búnker tras un cataclismo nuclear. Los más profesionales han sido precavidos y han reservado con tiempo, no sea que tengan que esperar de pie en plan el juego de las sillas musicales a que se levante aquella parejita, el señor del periódico con el café frío y la propina en el platillo o el grupito "que está a punto de pagar". Para calibrar la temperatura de esta subdivisión hostelera –y ya que todavía no se puede consumir en el interior– nos arrimamos al epicentro de la capital, a esa Puerta de Alcalá que es balcón y escaparate, y donde sus cinco ilustres terrazas han abierto al unísono en el contorno de la Plaza de la Independencia. La mayoría de los capitalinos con ganas de cañas o café lejos de cuatro paredes tenía grabada a fuego la fecha de la reentrada en la atmósfera: el lunes 25 de mayo. Y se han echado esta semana en busca de la silla de rafia, de metal o directamente de durísimo plástico con el respaldo patrocinado... Pensemos que este verano ya no se goza de los 160 000 asientos que el Ayuntamiento permitía otras temporadas veraniegas a los establecimientos, sillas que dispuestas juntitas en fila india llegarían literalmente desde la Puerta del Sol hasta Guadalajara. De lo que sí goza el cliente es de la escrupulosa distancia de seguridad entre mesas. Ya no hay que estar aguantando (por aquella vieja proximidad) pláticas sobre vidas conyugales rotas, segundas opiniones médicas o cómo se ha frustrado que "mi Jorge este agosto no viaja a aprender inglés a Irlanda". Nada más montar la terraza, los empleados estiran de un lado y de otro el metro retráctil para que dos metros sean dos metros. Y cada conversación se queda donde debe quedarse. En el aire...
A todo aquel que quiera franquear el outdoor del Patio de Leones (terraza neo cañí "con garra" en la esquina con Serrano) se le toma la temperatura como si se le apuntara con incruento revólver en la frente. "Lo hicimos hasta con Begoña Villacís, la vicealcaldesa, que vino el día de la reapertura", relata Alejandro Lonnelongue, director de operaciones del Grupo Ramsés. El termómetro da para muchas chanzas y rompe el hielo inicial del redebut como terracista. Una pareja de amigos a la hora del vermut se presta a la toma con la sonrisa en la cara y unas miradas pícaras en plan quién está más caliente de los dos. Una camarera les acompaña con gusto: todavía hay sitios libres donde solazarse bajo los toldos. Todo el personal lleva mascarilla y la cortadora de jamón Joselito enguantó sus manos. En una esquina, la mascarilla higiénica no impide que distingamos a una maravillosa actriz que sigue siendo nuestra Ava Gardner patria. Toma una caña y lee la contra de El País. "Es una sociedad sin rostro, esto es tremendo. Llevo 40 años viniendo a estas terrazas. Ahora nos queda pasar la posguerra", relata antes de marchar de vuelta a su cercano domicilio despiendóse dejando ver su luminosa sonrisa.
El regreso, por esperado, no ha sido fácil. Lonnelongue cuenta que llevan tres semanas preparando cómo levantar de nuevo el cierre dentro de esta nueva normalidad. "Ha sido trabajo previo muy intenso. Y sabiámos que abríamos perdiendo dinero. Pero lo hacemos por un tema de responsabilidad con el equipo –hay chicos que no han cobrado aún el ERTE de marzo– con los proveedores –hacer un plan de pagos–, y por supuesto con nuestros clientes aunque tengamos solo el 50% de nuestro aforo. El briefing estos días está siendo superpositivo porque el equipo viene con muchas ganas y buena vibraciones". A rajatabla: lavarse jabonosamente las manos antes y después de cada servicio, ofrecer geles hidroalcohólicos, guantes y hasta mascarillas para el cliente olvidadizo; limpiar mesas y sillas con denuedo y mantener un perímetro personal lo más adecuado posible. "Habíamos comprado pantallas protectoras para nuestros empleados, pero la Policía nos dijo que eso no podía ser. Nos parecía lo más adecuado para el trato con el cliente porque puede ver la expresión de la cara del camarero", explica Lannelongue, quien añade que trabajan con reservas, pero que dejan huecos libres "para el cliente de a pie". En condiciones sin coronavirus y en plena temporada, las terrazas del Grupo Ramsés (Ramsés y el mencionado Patio de Leones) ocupan a unas 200 personas. Ahora rebasan por poco la cincuentena. A cada recepción de producto se desinfecta escrupulosamente, y ahora los proveedores no se pasean por la cocina como antes. Todo es más aséptico, claro. No se distinguen las expresiones de los meseros, si bien se atisba su buena predisposición y su hospitalidad por el brillo de su mirada y por las arrugas que deja en la mascarilla un leve sonrisa. Los saludos y despedidas aparejan una fría distancia asumida.
De vuelta al aire libre, las ganas son muchas, y todo el mundo quiere apurar, optimizar, ensanchar el gozo, así que ¿hay límite de tiempo para el terracista? ¿se enroca el cliente tras una cerveza cuya espuma es un recuerdo en el vaso? En algunas terrazas de la ciudad de Bilbao hemos visto esperar y coger turno como en la pescadería y como norma sagrada no sobrepasar los 60 minutos, cronómetro en mano, una vez sentado. En el caso del Patio de Leones, se estipula entre una hora y media o dos horas... si bien depende de lo que vaya consumiendo el cliente. Las cartas son de un solo uso por aquello del manoseo (también han desaparecido los periódicos comunales, una inmensa pena), y también te puedes descargar la oferta del lugar en el móvil a través de un código QR.
Sentados y despreocupados, bajo el influjo del monumento levantado por Carlos III, Ana Belén y Víctor Manuel, los habitantes de las terrazas se olvidan por un rato de la triste realidad que nos inunda, y ahogan fases en el gin&tonic. Llega el momento del "dígame que le debo". Si hay que teclear el pin de la tarjeta en el datáfono, se desinfecta el teclado. Para el sector, el naufragio ocasionado por la Covid-19 estos primeros 15 días puede resultar engañoso. Mucho entusiasmo, pero irreal. Hay que tener prudencia y paciencia, mantras estos días para sobrellevarlo todo. Un grupito de clientes se incorporan y vuelven a enfundarse sus antifaces antes de despedirse con un tenue levantamiento de cejas. Aleluya. Dejan sitio para cuatro. Mírala, mírala, mírala... esa mesa queda libre.