Santiago Rivas

Igual empiezas a ser winelover y aún no lo sabes

Miércoles, 29 de Julio de 2020

Me he dado cuenta -es que estoy muy reflexivo últimamente, casi místico- de que llevo años desglosando, describiendo, argumentando, exponiendo, señalando qué acciones dan puntos al carnet winelover (ese que solo entrego yo, no caigáis en marcas blancas). Pero nunca me he puesto a indicar qué conductas son síntoma de estar adentrándose en nuestro culto. Santiago Rivas

Y es que esto no es como el vampirismo. Se parece, una vez convertido, en el sentido de que estamos ante una calle de una sola dirección, ya que ningún winelover consumado puede dejar de serlo. Es algo para toda la vida. Como la alergia al polen de oleas y gramíneas. Pero si con los no muertos succionadores de sangre basta con que te muerdan, aquí tienen que darse unos comportamientos previos que denoten que estás preparado para tu iniciación.Son casi inconscientes, pero señalan inequívocamente lo que está por ocurrirte si conoces a las personas adecuadas, y no a otra gentuza que hay por ahí. Resumiendo: a continuación voy a describir praxis que os convierten en proto winelovers y lo mismo aún no lo sabíais.


Sobremesa siempre iluminando a sus sobremesers. Comencemos.

 

  • Empiezas a ser winelover si lo primero que haces cada vez que entras en un supermercado es ir a la sección de vinos a cotillear alguna referencia que esté anormalmente barata (estas superficies tienen muchos errores de etiquetado) o añadas extrañamente pretéritas (como el personal civil solo compra vinos tintos #tiesosfriendly de Rioja o Ribera del Duero suele quedar stock de otras regiones de añadas bien interesantes). De hecho, el supermercado es un gran abastecedor de vinos #readytodrink.

 

  • Ya empiezas a no decir albariño y sí Rías Baixas, aunque a tu entorno le dé igual.

 

  • Coges la copa por el tallo, o la base, ya que para eso tienes pulgares.

 

  • Prometes como winelover si, a la hora de planificar unas vacaciones, miras si hay alguna bodega cerca y, en caso afirmativo, le pides el favor a algún conocido del mundillo por si te pueden recibir para visitarla, pero no en plan normal, no, sino eludiendo la turistada. Tú lo llamas “evitar la visita del guiri”. Empiezas a dar asco. Vas bien.

 

  • Cada vez subes más fotos de botellas a tu perfil de Twitter o Instagram. Tu filtro preferido es el Juno.

 

  • Cuando vas a un restaurante rollo Telva sabes identificar alguna referencia del culto. No sabes la razón del todo, pero intuyes que Do Ferreiro es winelover (lo digo porque Do Ferreiro, por la extraña buena labor de sus comerciales, está en todos los restaurantes jorgejuanescos/ponzanescos de Madrid, y yo agradecido, que de más de una papeleta me ha salvado).

 

  • Cuando vas a un restaurante con buena carta de vinos, nunca pides dos veces la misma botella. Y si alguien lo propone, le miras con una sonrisa condescendiente. Como miraría Wittgenstein a un monito gracioso.

 

  • Te suena que existe un sitio llamado Jura.

 

  • Sabes lo que es un sacacorchos de láminas, aunque tú lo llames “de patitas”.

 

  • Ya has bebido algún vino blanco con años de guarda y sabes que también envejecen divinamente y que eso de que los de este tipo sean de una clase menor que los tintos es una idiotez que solo sale de gente con algún tipo de discapacidad.

 

  • Dices Barolo y no Bartolo.

 

  • Se te ven hechuras winelover al no tener prejuicios con ningún vino de ningún país, independientemente de su PIB, ya sea Portugal, Rumanía, Eslovenia, Serbia, Kazajistán o Méjico.

 

  • Has visto al Viña Tondonia Rosado en foto.

 

  • En espantosas quedadas en las que, mientras todo el mundo decide qué se come o dónde se ubica la casa rural que vais a arrendar, tú solo piensas en el número de botellas que harán falta y en las referencias que lo compondrán. Además de que te genera mucho odio (nivel yugoslavo o, incluso, extremeño) el momento en que uno del grupo de whatsapp vergonzante que habéis montado para la logística dice que él prefiere cervezas, o que el vino le da acidez o que más de cinco euros la botella lo ve un derroche. Estos hijos de puta existen, y tú ya los identificas.

 

  • También sabes que Vega Sicilia no es un vino italiano.

 

  • Y el síntoma definitivo: sabes quién soy y estás en este momento leyendo la edición online de Sobremesa. De todo el ocio gratuito a tu disposición, has decidido dedicarle cinco minutos (ocho si no eres especialmente hábil leyendo y comprendiendo) a esto. Lo siento: estas infectado.

 

 

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