Sir Cámara

Cerrado por si acaso

Miércoles, 26 de Agosto de 2020

Los últimos en cerrar y los primeros en abrir eran los del bar de abajo. Abajo siempre ha habido un bar en la vida de todos. Por eso el bar, la taberna, luego la cafetería eran espacios de desahogo tras un conflicto familiar, vecinal, laboral, o personal. En aquellos tiempos no abundaba la atención psicológica que ayudara en los problemas y las disfunciones. España era un país en el que se bebía sin sed y sin red, y se pagaba sin tener muchos recursos. Por eso había tantos bares como sucursales bancarias en los años setenta. Sir Cámara

 

Era una época en la que lo diferente se empezaba a diseñar con diversos y tentadores objetivos y un único horizonte: que nuestro dinero, poco o mucho, se hiciera rentable en los planes de la modernidad naciente. Las vacaciones y los recursos que llevaban aparejados se desplegaron con facilidad en nuestras inquietudes.

 

[Img #18327]Pronto nos llegó a las manos el primer coche, las ansias de viajar, de ver, de conocer, de comentar todo esto… Y así hasta llegar a viajar con síntomas de huida. Steve McQueen se habría quedado con la mandíbula por debajo de la mascarilla si llega a conocer la gran evasión de los españoles, que para el puente del Pilar se iban a Yokohama en la década de los noventa y siguientes.

 

El fenómeno se desquicia. Ya no se viaja para ver y conocer, sino para decir he estado y mira las pruebas: selfies y facturas, algunas realmente dolorosas, para marcar un nivelito social, que plantea odiosas comparaciones. Y luego, en el día a día, y dentro de una escala de proximidad, ocurre algo similar en el fenómeno de los viernes por la noche con los amiguetes, en el que se trata de mostrar descubrimientos que enriquecen nuestro perfil: bares, mesones, restaurantes, tabernáculos, antros y otras exquisiteces van engordando nuestra cartera de descubrimientos hasta casi superar los de Hernán Cortés, Francisco Pizarro y Diego de Almagro.

 

Desde la mejor tortilla de patata de tu ciudad a los sofisticados crujientes de memez con un aire de berberechos al Aerored y brotes tiernos del día de la madre, la competición activa los cada vez más diversos escenarios. Ya no sólo valen los establecimientos antes descritos. Se recurre a otra dimensión y se ponen de moda los mercados de abastos, plenamente integrados en esta realidad. Incluso otros esquemas en los que, comprando unas botas para ir a buscar boletus, te marcan el paquete con alojamiento y sherpas para moverte en territorios micológicos.

 

El fenómeno hostelero se desborda como la espuma en el as de copas de nuestra realidad y nuestra ficción maquillada. Y así llegamos a conjugar en este entramado la satisfacción con los primeros auxilios, porque la hostelería ha venido a paliar muchas necesidades laborales, como ocurrió casi al tiempo, en el sector de la construcción. De todos es sabido que cuando alguien no servía para estudiar se cobijaba en la carretilla, el pico y la pala o detrás de un mostrador quitando chapas a las cervezas. El que no vale para otra cosa, decían, siempre tiene ese cobijo. También es verdad que muchos desahuciados en el mercado laboral se mostraron en una disciplina y otra, dando sobradas pruebas de su valía profesional con eficacia e innovación. Incluso sirviendo pintas en Londres.

 

Muchos irresponsables hicieron grande la política, los negocios, la hostelería… Irresponsables, como algunos clientes que casi logramos poner en la juventud y adolescencia contraetiqueta al hígado. Irresponsables como los que hoy día, a fecha de hoy mismo, inspiran las drásticas medidas acordadas por el Ministerio de Sanidad y las CC AA.

 

Los rebrotes y la política del “todo vale” han sentenciado lo más facilito: el cierre de locales de ocio y hosteleros, bares de copas, discotecas y  espacios con actuaciones en directo… En vez de hacer lo pertinente, sancionar a los irresponsables que con su comportamiento  propician estas decisiones, llevando al destrozo económico a los hosteleros que invirtieron en una adecuación responsable de los locales ante la pandemia.  Con esta drástica decisión, pagan justos por desaforados y nos castigan a todos a esa imprecisa nueva normalidad que han diseñado los oportunistas del caos.

 

Es como si quisieran que los hosteleros españoles funcionen al revés, que en vez de ser los últimos en cerrar y los primeros en abrir, que sean los primeros en cerrar para acabar como ya se venía augurando desde hace años: a este paso, la España de taberna y pandereta (en directo, claro) se irá a hacer puñetas.

 

Qué fácil es decir cerrado por si acaso. Pues eso.

 

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