Mirando atrás
Así éramos: la deliciosa hemeroteca de Sobremesa

Los gastro tiene puntos comunes con la música, la moda, el enamoramiento y eventos deportivos memorables: activan el delicioso carrusel de la nostalgia. Seleccionamos nuestra más suculenta hemeroteca de papel. Javier Vicente Caballero
Para muchos, la melancolía de lo que fue no es más que una ciénaga que nos impide avanzar; para otros, el pasado resulta nuestro único patrimonio. Para todos ellos, lectores gourmand, mes a mes seguimos tirando de hemeroteca para mirarnos en espejos pretéritos y analizar cómo éramos, qué pensábamos, cómo criticábamos y sobre todo, qué trasegábamos y qué materias primas elaboradas con filigrana echábamos al paladar. Aquí tienen nuestra ropa vieja actualizada en forma de veteranos reportajes que vuelven al presente abandonando el hueco de la librería para regresar a la vida en este océano digital, viejos menús que datan de 1984 hasta hoy (ahora que henmos doblado la esquina del número 400 en papel, ahí es nada la heroicidad analógica). Si Fray Luis de León espetó el histórico “como decíamos ayer” a su alumnado tras recuperar su cátedra al completar una dolorosa pena de cárcel, desde Sobremesa lanzamos un aforismo que vendría a decir “como comíamos y bebíamos ayer...”, Sumérjase pues ávido navegante con gusto en esta manzana de Proust y dele a la máquina del tiempo para brindar y solazarnos en la evolución y la memoria de la cocina, las bodegas, los chefs y las tendencias gastronómicas. A fin de cuentas, no es más que buscar el viejo reflejo de nuestras propias apetencias.
Catando con Peñín los 10 vinos más vendidos del 84
Al increíble precio de 250 pesetas salía del horno el primer número de Sobremesa en febrero de 1984. Y uno de sus reportajes más interesantes versaba sobre los 10 vinos que más se vendían en España. Una pieza de las llamadas “ de campo”, de recabar datos y cribar, y donde quedaba clara la hegemonía de la DO Ca Rioja a la hora de las preferencias del gran público. Para dotarle de cariz profesional al asunto, se constituyó una Mesa de Cata comandada por el hoy augusto José Peñín, escoltado por Jesús Flores (sumiller y mentor de tantos wine lovers), Víctor M. Rodríguez, firmante del reportaje, José Luis González Cledera (director técnico de Vinoselección) y el citado Peñín al que se glosaba como “escritor y periodista especializado en temas vinícolas”. ¿El resultado de la cata de los más vendidos por orden de precio y calidad según el panel de expertos? Sorprendente. Ganó Carta de Plata (Berberana), un “rioja equilibrado y ligero, un poco arreglado en el laboratorio” y que tenía un tarifa en el súper de 119 pesetas. Le sucedían en el escalafón Banda Azul (Paternina), Campo Viejo (Campo Viejo), Marqués de Riscal (Vinos de los Herederos del Marqués de Riscal) a 390 pesetazas, Siglo Saco (AGE) al que calificaban con una “relación fatal calidad precio: 380 pesetas"; Señorío de los Llanos (Los Llanos, un Valdepeñas al que le achacan estar “quemado, casi sin acidez”, San Simón (García Carrión, Jumilla al que recomendaban “que si lo tiene en casa, se lo beba cuanto antes”, Castillo de San Asensio (de nuevo Campo Viejo), Romeral (otra vez AGE) y, por último, cerrando la lista Preferido (de Berberana), “un vino fabricado y con olor a sucio”. Mientras esto sucedía, nuestros políticos firmában un acuerdo pesquero con la entonces Comunidad Económica Europea. Y hubo un montón de brindis por aquel hito...
Abril del 90: gato por liebre del asado argentino
Sí, ahora todos somos Prometeo y metemos los hocicos en cualesquiera parrilla para opinar impunemente sobre cocciones, puntos y combustiones. Pero ya hace 31 años justamente que Sobremesa daba todas las indicaciones, los datos, los pelos, las brasas y las señales sobre el incipiente asado argentino. Lo más conocido entonces del país de la plata era un tal Diego Maradona (que aún no había perdido la final del Mundial de Italia, eso sucedería en julio) por eso el interés por las viandas de la tierra del tango caminaban entre el exotismo y la ignorancia. El artículo lo firmaba el albiceleste Edgardo Oviedo que realiza un exhaustivo trabajo de trazabilidad histórica, desde el Descubrimiento hasta el citado año 90. Habla y detalla la irrupción del vasco Juan de Garay que en 1580 refundó Buenos Aires al tiempo que más de un millón de cabezas ya pastan por la zona central del país de Eva Perón y el maldito corralito. Oviedo trae a colación términos y lingo como charque (carne salada y desecada), los solitarios gauchos, los espetones clavados en el suelo (ojo, herencia española), entrañas, tiras, costillares, chinchulines, locro, humita, carbonada... y se refiere al auge de asadores argentinos en nuestro país. “Los restaurantes argentinos han sido descubiertos en los últimos tiempos en España y han experimentado en cierto modo comparable al que obtuvieron los italianos y los chinos en la década de los 70 (…) En la mayoría de ellos, tanto en Madrid como en Barcelona, la carne es representante ineludible del país del Plata y aun así dan lo que se dice gato por liebre”. Y añade una frase de antología sobre la oferta del restaurante El viejo cafetín de Buenos Aires, en Madrid (ya clausurado): el dueño del establecimiento arguye que sirve chinchulines de cordero porque los de vacuno resultan duros para el cliente español, a lo que el reportero añade que es como “si un restaurante español en Nueva York presentara la típica tortilla de patata hecha con boniatos porque los americanos no están acostumbrados al gusto de la patata”. Genial.