Opinión

¿A qué huele?

Miércoles, 07 de Abril de 2021

Me dedico al mundo del vino desde la comodidad de quien no se ocupa de la vendimia ni se preocupa de las plagas; no miro al cielo más que para preguntarme si me hará falta un paraguas y no escojo roble si no es para mesas o estanterías. Beatriz Almendro

Desde el confort de mi despacho, frente a una a veces temida, a veces aborrecida página en blanco, intento esbozar en el lector una imagen mental de lo que ha de esperar cuando compra un godello con crianza o un joven tinto de la variedad mencía.

 

Y ¿a qué huele? Pues… como dice mi amiga la talaverana: “tú veráh”.

 

[Img #19152]aromas del vino durante la cata- fase olfativaEl olfato evoca, traslada, transporta. El olfato es personal. Una herramienta básica y ancestral que seguramente auxilió a no pocos de nuestros antepasados, evitándoles enormes desgracias como morir envenenados o cometer terribles errores con consecuencias insospechadas, ya sea dejar una hoguera encendida con enemigos al acecho o, tal vez, escoger la pareja equivocada para descalabro de sus genes y una -no menos importante- desdichada convivencia.

 

El más astuto de los sentidos se garantiza, cual disco duro, la impronta en nuestra sesera de aquello que aconteció sin que lo advirtamos siquiera; algo que se nos quedó dormido, haciendo seda, aguardando durante años hasta que, de pronto, tal día de tal año, el aroma de ciprés Arizónica nos devuelve de sopetón a veranos de bicicleta y radiocasete que creíamos enterrados, añorados y, al final, inevitablemente olvidados. El olfato llama a nuestra puerta como la señorita de Avon.

 

Pero este no es el tema. Esta disertación intenta esquivar el recuerdo para no dejarse engullir por la remembranza de lo vivido. Pues lo vivido, como dijo aquel, es pasado.

 

He aquí el quid de la cuestión: evocar como invocar, llamar y conjurar, nada de rememorar. Esa es la esencia, el meollo. El olfato es la búsqueda, el anhelo, el deseo.

 

No obstante, la memoria sensorial es un must en mi labor, un archivo impagable, un recurso casi tan indispensable como las #RAEconsultas y objeto de conversación de presumidos y cuñados en muchas sobremesas. Pero la memoria sensorial no siempre es tal cosa. Es -como los amores- conexión, enlace y relación(es). Invoca, no evoca. ¡Y menos mal! Porque, de otro modo, yo tendría que preguntarme en qué momento de su vida consiguió el director técnico de mi empresa arrimarse tantísimo a un mico como para que ciertos líquidos, en la cata, le recuerden a “culo de mono”. Quita, quita, Dios me libre. Con las cosas del beber no se juega… Y, ciertamente, no quiero ese recuerdo grabado en mi memoria.

 

 

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.