¿Cuándo me lo bebo?
Vinos gran reserva, las mejores ocasiones para descorcharlos
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Son pura nobleza y señorío. Años de paciencia y silencio han ido forjando el carácter de los vinos gran reserva, la elite de los vinos, una categoría en la que no cabe cualquiera. Y que tampoco es para cualquier ocasión. Raquel Pardo. Imagen: Raquel Pardo, DOC Rioja, Emma Frances Logan, Nick Nice, Sincerely Media, Alice Donovan Rouse y Jacob Rank- Unsplash
Los grandes reservas son una estirpe noble entre los vinos. Su categoría goza de un prestigio que solo en algunas ocasiones se ve perjudicado por unos precios que no hacen justicia al trabajo, el tiempo y la paciencia que encierra la botella. Es intolerable encontrarse grandes reservas de menos de diez euros en una estantería, y eso debería hacer sospechar al comprador.
Pero si hablamos de grandes reservas, es necesario mencionar una serie de condiciones previas.
¿Qué hace que un vino sea gran reserva?
Si tenemos que hablar de una de las condiciones principales para que un vino sea gran reserva, lo primero que viene a la mente es el término en sí. Reserva hace referencia a ese vino que se guarda para momentos especiales, es decir, un vino que tiene, ya desde el principio, algo singular, un nosequé que lo diferencia de otros vinos de esa misma cosecha cuyas uvas entran a la vez en la bodega y que, sin embargo, irán destinados a hacer vinos de menos crianza.
Por lo tanto, un gran reserva, antes de serlo, ha de tener condiciones que lo hagan excepcional. El Consejo Regulador de la Denominación de Origen Rioja estipula que los grandes reservas “son vinos de grandes cosechas”. Ojo ahí. Grandes cosechas, esto es, años particularmente benévolos que han dado como resultado uvas magníficas, cuya calidad está por encima de la media: acidez, concentración, taninos y, por supuesto, calidad del fruto son esenciales en un gran reserva.
¿Por qué?
Y llegamos aquí al siguiente punto: porque el vino que se elabore con esas uvas especiales tendrá que ser capaz de aguantar una larga crianza. Es decir, aquí entra en juego el otro condicionante para que un vino sea gran reserva: el tiempo. Porque los grandes reservas tienen que permanecer, entre la barrica y la botella, en la oscuridad de la bodega, un mínimo de cinco años, o sesenta meses, tal como estipula la Ley de la Viña y el Vino. De todo este tiempo, al menos 18 meses, según la ley, han de ser en barrica y el resto en botella. Rioja, que tiene una legislación un poco más estricta que esta ley, exige dos años de barrica y al menos dos de botella para la crianza, pero el mínimo total sigue siendo sesenta meses.
Es decir, que no puede ser gran reserva un vino con un año de barrica y cuatro de botella, o al revés.
Si hablamos de blancos o rosados, este periodo se acorta hasta los cuatro años, de los que seis habrán de ser en barrica (tanto según la ley del vino como el reglamento de Rioja, referencia legislativa que sirve de ejemplo para vinos de otras regiones).
Cuando se trata de cavas, el reglamento exige un mínimo de treinta meses en la botella, a los que se pueden sumar otros meses (no hay mínimo establecido) porque haya vinos que formen parte del assemblage y hayan sido criados en barrica.
Resumiendo: tiempo, sí, de crianza largo, pero sobre todo, que puede que sea una condición que pase desapercibida, calidad, de la añada, de las uvas, de todo en general. Los grandes reservas tienen lo mejor de cada casa, porque son también la imagen de prestigio de las bodegas. No todos los años se puede hacer un gran reserva, ni todas las bodegas deberían hacerlos si la uva no tiene esa calidad excepcional.
Por lo tanto…
Tampoco los grandes reservas son vinos para tomar a diario, sino que tienen sus ocasiones.
Por ejemplo, la legislación de Ribera del Duero establece que son vinos limpios, intensos y con tonos rojos teja a rojo púrpura; que en la nariz exhiben aromas de crianza (madera, vainillas, chocolates, coco, especias) y pueden tener también notas frutales de frutas maduras o compotadas, sobre todo negras, como moras, arándanos… Esta misma legislación describe los grandes reservas como vinos “equilibrados, con acidez suficiente y con cuerpo y persistencia medios a altos”.
Bien, pero esto tampoco aclara demasiado, así que habría que quedarse con que un gran reserva de calidad es un vino complejo, intrincado, que no se expresa a la primera, que encierra cierto erotismo a la hora de tomarlo porque no se exhibe, sino que se insinúa; que seduce precisamente porque cada sorbo es distinto aunque es un paso más respecto al anterior: enganchan, vamos. Además, en la boca son sedosos, equilibrados, aterciopelados, con vida aún y energía que hacen vibrar el paladar. Un gran reserva debería, y esto habría que subrayarlo, ser siempre un gran vino.
Por tanto…
No hay perdón para los grandes reservas que no tienen nada de grandes.
Al fregadero, sin piedad.
Vamos, que no son vinos cualquiera y por eso requieren ocasiones “gran reserva” para tomarlos.
¿Cuándo tomar un gran reserva?
El que no sean vinos para cualquier ocasión no quiere decir que no haya ocasiones que piden a gritos descorcharse grandes reservas. Aquí van unas cuantas.
En soledad
Sin duda, es uno de los grandes placeres, esos momentos en los que una está consigo misma y alrededor hay silencio, calma. Si bien compartir un vino es un verdadero privilegio y un placer casi siempre, descorcharse un gran reserva en soledad puede ser un ejercicio de lo más placentero, precisamente por esa calma que pone sobre alfombra roja la oportunidad de meter la nariz en la copa y dejarse llevar, alargar el momento de tomar ese primer sorbo, de dejar que el vino inunde la boca poco a poco y empiece a agitar las papilas gustativas. Puede que un gemido escape de tu garganta… pero sin miedo, nadie te oye, estáis tú y tu vino.
Cuando llueve
El ambiente romántico que puede generarse cuando la lluvia golpea las ventanas y nosotros estamos dentro, calentitos, es perfecto para abrir un gran reserva y disfrutarlo en compañía de amigos o pareja. La complejidad de aromas y sabores, ese bouquet que se va haciendo más evidente cuando el oxígeno empieza a hacer su labor y despliega todo el potencial del vino es un momento delicioso si además se acompaña del sonido de la lluvia. Sí, fuera llueve ¿Y qué? Tengo el sabor confortable de este vino, su textura mullida que envuelve mi boca, su trago largo y pausado. Que llueva cuanto quiera.
Antes del sexo
Si hay un vino sensual por excelencia, ese (con permiso del champagne) es el vino gran reserva, da igual si es tinto, blanco o rosado. El propio concepto es ya en sí seductor: tiempo de espera, paciencia hasta que llega el momento perfecto para salir de la botella y servirse en la copa. Aromas que van desplegándose lentamente, desvelando una complejidad que susurra que nos acerquemos, que nos dejemos llevar. Después, el trago, esa sensación táctil de caricia, de mimo en la lengua, en la garganta… el paso, el recorrido, el deslizarse hasta desaparecer… El buen sexo no tiene por qué hacerse esperar, pero a veces la espera maximiza la experiencia, y pasa un poco así con los grandes reservas, por eso son una perfecta antesala para entregarse al placer de la carne, la saliva y la sal del sexo.
Con un buen libro
Al final, los momentos de pausa, unidos al ejercicio intelectual de la lectura, son también perfectos para acompañar con un gran reserva. Abrirse un libro, pasar las páginas y entregarse a la aventura de descubrir qué nos cuentan los autores con cada frase es una actividad muy “gran reserva friendly”, porque cada sorbo, intercalado con los momentos de lectura, irá siendo cada vez más embriagador, desvelando una nueva cara del mismo vino, intrigando un poquito más como podría intrigar una buena novela de suspense o un ensayo que nos abre los ojos e invita a reflexionar. Gran reserva y lectura son sinónimo de uno de los mayores lujos de los que gozar hoy en día en momentos de estrés y preocupación: son el lujo del tiempo, del tiempo para nosotros.
Con un queso añejo
Que no te la den con queso, dice la expresión. Y es verdad, muchas veces queso y vino, sobre todo si es tinto, no son la mejor elección para tomarlos juntos. Pero los grandes reservas también son blancos y espumosos, y así la cosa cambia. Un cava gran reserva, con notas oxidativas, especiadas, amieladas y de fruta madura, flores marchitas… y un queso potente y graso, complejo y complicado en el paladar, pueden ser una explosión de sabor si los mezclamos en las correctas proporciones. La magia de la burbuja, afinando la textura puntiaguda y agresiva del queso, hará maravillas convirtiendo a la pareja en una ganadora.
Con alguien a quien amas
La grandeza de un vino se mide, en parte, por su capacidad para aguantar el paso del tiempo. En el caso de los grandes reservas, se parte de un listón alto en este sentido. Son vinos especiales, irrepetibles, capaces de reflejar la complejidad y encantos de una excelente cosecha en el campo y la maestría de una crianza perfecta en la bodega. Por eso son perfectos, también, para agasajar, divertir, acompañar a las personas que más queremos, sean parejas, amigos a los que hace tiempo que no vemos, padres y madres, abuelos, hermanos o hermanas… el amor es, quizá, el mejor maridaje para un gran reserva.