Ribera del Duero meridional

Milsetentayseis, Fuentenebro interpretado por Alma Carraovejas

Jueves, 22 de Abril de 2021

El nuevo proyecto de los fundadores de la exitosa bodega ribereña Pago de Carraovejas es un homenaje al pueblo de Fuentenebro y sus viticultores, una interpretación del terreno fundamentada en dejar hablar al suelo y la historia. Raquel Pardo

Alma Carraovejas es un grupo bodeguero que hunde sus raíces en Peñafiel, territorio donde se ubica Pago de Carraovejas, germen del conglomerado. La (pen)última incorporación a este proyecto  es Milsetentayseis, un homenaje en forma de vinos al pueblo de Fuentenebro, un páramo vitícola situado en altitud al sur de la provincia de Burgos y lindando con Segovia, donde se han empezado a recuperar viñedos viejos y a plantar viñas con el objetivo de dejar un legado de valor para la siguiente generación.

 

Los dos elementos clave del proyecto son la altitud, a cotas que rondan los mil metros y con el límite de 1076 en su cima, y la riqueza mineral de su entorno, que en su momento tuvo un fuerte pasado ligado a la minería y conserva restos de un enclave para extraer mica. Mineralidad y altura que son un arma frente a los efectos del cambio climático, según explica el CEO de Alma Carraovejas, Pedro Ruiz.

 

[Img #19231]Un grupo bodeguero inquieto

 

Ruiz, que ha presentado hoy oficialmente el proyecto junto a la directora técnica de Milsetentayseis, Patricia Benítez, ha hecho un repaso por la trayectoria del grupo, que comenzó teniendo como referencia el restaurante José María de Segovia, un lugar emblemático de la ciudad que hoy también sufre las consecuencias de la crisis hostelera que ha provocado la pandemia y que fue el origen la bodega de Peñafiel, ya que la familia Ruiz, con José María, padre de Pedro y conocido restaurador segoviano, al frente, quiso proveer de vino propio al renombrado restaurante.

 

De ahí a Pago de Carraovejas y, después, a Ossian, bodega adquirida por Carraovejas en 2016 y con la que el grupo ha procurado preservar, en sus palabras, el patrimonio de viñedo viejo de verdejo, y que cuenta en la actualidad con 120 hectáreas de esta variedad.

 

Tras Ossian llegó Ambivium, un restaurante que, en palabras de Ruiz, “es un homenaje al mundo del vino y tiene la vocación de colocar a la Ribera del Duero entre las grandes zonas vitivinícolas del mundo”. Cuenta con una Estrella Michelin y es uno de los reclamos enoturísticos de la región, precisamente por su oferta gastronómica y vinícola, esta, encabezada por el sumiller David Robledo.

 

[Img #19232]Ese mismo 2017 fue el año en que Milsetentayseis empezó a andar. Ya desde 2008, Carraovejas comenzó a estudiar los efectos del cambio climático y a buscar viñedos a mayores altitudes que las de su finca de Peñafiel para proveerse de uvas. En su investigación, se fijaron en parcelas orientadas al sur y llegaron a Fuentenebro, un pueblo agricultor de pasado minero que apenas cuenta con 100 habitantes: “Queríamos otra cara de la Ribera, y Fuentenebro es de las zonas menos conocidas y, a la vez, de las más impactantes”. De hecho, en el Archivo Histórico del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en su cuadro sobre las Plantaciones de viñedo en Burgos entre 1875 y 1885 señala a este pueblo como el sitio con más cepas, más de 110 000, en el Partido Judicial de Aranda de Duero.

 

Esto, unido a un pasado minero que aprovechaba la riqueza en mica y sus suelos con feldespato y cuarzo hizo que el interés de la bodega creciera y se centrara en recuperar la viña vieja de la localidad con la ayuda de dos viticultores jóvenes, herederos de una tradición de gente ligada al campo, los hermanos Daniel y Miguel Otero.

 

Ahora Alma Carraovejas posee, entre viñedo en propiedad y con contratos a largo plazo, un tercio de las 1200 hectáreas que hay en las cercanías de Fuentenebro. Eso sí, tuvieron claro que no querían replicar Pago de Carraovejas, un vino superventas de Peñafiel que les ha dado muchas alegrías, y buscaron un equipo capaz de lograr una interpretación distinta. Fue cuando apareció la enóloga gaditana Patricia Benítez, gran conocedora de la Ribera gracias a su trabajo en bodegas como Pingus. Hubo entendimiento, o “flechazo” como lo califica Pedro Ruiz, y comenzó la labor de recuperación, combinada con nuevas plantaciones que se iban adaptando a la orografía, el suelo y los microclimas de la zona, buscando dejar un patrimonio vitícola digno para las generaciones venideras.

 

Interpretando variedades y suelos

 

Entre medias, fueron localizando, junto a diversos clones de tempranillo, hasta 24 variedades en las viñas más añejas de la zona, que están caracterizando en colaboración con la Universidad de Navarra y la empresa Vitis Navarra: bobal, monastrell, xarel·lo… una diversidad que se hace necesario conservar y estudiar a fondo para observar su adaptación al terroir de Fuentenebro.

 

La vinificación que hace ahora Patricia Benítez divide fincas que combinan viñas con 12, 30 y hasta 110 años, y que proceden de distintas fincas: Moruga, El bosque, Carrascalón, La Majada y Lituero, esta última, la más vieja y singular, que en una muestra de barrica de la añada 2020 se muestra muy compleja, con aromas florales, de fruta negra (arándanos, moras) minerales… y una boca precisa y redonda, elegante, fina y con una atractiva acidez. De hecho, esta es una finca de la que confiesan sentirse enamorados en Milsetentayseis, y de la que no se descarta hacer un vino parcelario en el futuro, pese a que su extensión es de poco más de una hectárea.

 

[Img #19230]Junto al que es el único tinto de la casa, que lleva el nombre del proyecto y que se estrenó en 2018 con un vino mineral, con mucha fruta negra madura, especiado, fresco en nariz, ahumado en la boca, amplio y amable, que en 2019 se vuelve más fresco y acentúa esa mineralidad, la bodega elabora un singular rosado de finca, de nombre La Peña, con mitad de uvas tintas y mitad blancas, una heterogénea mezcla de variedades que supone un retrato de ese terreno de menos de media hectárea y suelos francos con arcilla, arenas y otros minerales, un vino intenso, con mucha fruta de hueso, floral, telúrico, opulento y redondo en la boca y con un paso tremendamente fluido y fresco, con señorío y clase.

 

Pedro Ruiz recordó durante la presentación de estos vinos y de todo el proyecto Milsetentayseis que Alma Carraovejas es un grupo en movimiento, cuyo siguiente paso será mostrar sus vinos de Rioja Alavesa bajo el nombre de Aiurri y que recientemente ha aterrizado en Ribeiro con la compra de dos de las bodegas más destacadas de la Denominación, Viña Mein y Emilio Rojo.

 

 

También cuentan con una fundación, Cultura Líquida, que ha puesto en marcha un proyecto de recuperación y publicación de libros del mundo del vino nacionales e internacionales, además de contemplar otras actividades formativas y culturales; y en 2020 crearon Singular Vineyards, importadora en exclusiva del champagne Charles Heidsieck y vinos como los de la bodega italiana Marisa Cuomo o los toscanos Biondi Santi.

 

 

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