RUEDA DE AUTOR

Finca Montepedroso: cuando otra verdejo es posible

Jueves, 06 de Mayo de 2021

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Una década ha pasado ya desde la primera cosecha de la bodega Finca Montepedroso. Para conmemorar, una cata vertical donde la verdejo y los suelos expresaron la calidad que esconde la "otra" Rueda. Javier Caballero

Lejos de "tropicalismos". Huyendo de tendencias y modas que hablan de vinos suaves, frescos y facilones. A millas de distancia de zonas de confort o etiquetas que han ahormado una zona que –para bien o para mal– ha metido a (casi) todos en el mismo saco en cuanto a metodologías y rasgos. Pero siempre hay reducto o resquicio para los diferentes. Para los que abren sendas. Los que hollan terroir y experimentan con sensata temeridad. A través de su Finca Montepedroso, la Familia Martínez Bujanda demuestra que hay otra DO Rueda lejos de las cifras mastodónticas de consumo, una Rueda de suelos y tipicidades, donde la verdejo se mima y se atesora para que afloren sus aristas, su versatilidad, su genuina calidad. "Creemos en la verdejo sin maquillajes para hacer un blanco de guarda, sin madera, con un estilo que no tiene nada que ver con los demás. Una verdejo ni aromática ni tropical, sino que huele a heno, a manzana verde a hierba cortada, a reinetas...", explica Lauren Rosillo, enólogo y director técnico de Martínez Bujanda, mientras descorcha un fresquísimo y pleno de justa acidez Finca Montepedroso 2020. "En Rueda lo más importante es sujetar esa acidez, ese PH que a veces se desboca", añade el experto. 

 

[Img #19303]Con unos viñedos de 40, 25 y 15 años, Finca Montepedroso se perfila como un Rueda de terruño, singular y exclusivo, antiglobal, con suelos aluviales en altiplano, arcillosos y franco-arenosos. En total, 25 hectáreas a 750 metros de altitud, con la finca La Morejona como punta de lanza. En un tenue descenso de la apabullante frescura del 2020 –cosecha sanísima, año espléndido de cantidad y calidad– con el 2019 comienzan a asomar las puntas minerales, con una sequedad que se traduce en cierto nervio para aguantar la guarda. La lluvia marcó la cosecha de 2018 donde aparecen en nariz notas a fruta de hueso, melíferas, aunque quizá se trate de un vino menos expresivo, algo más apagado que sus compañeros. Una de las marcas de la casa es la permanencia en sus lías durante cinco meses con removido semanal. "Ojo, las lías son muy reductivas, se comen todo el oxígeno", advierte Rosillo al tiempo que comienza la cata de 2017 y 2016. El primero resulta formidable, redondo, estructurado, madurado. En el segundo, dan en nariz las teclas empireumáticas, "empieza a petrolear", como comenta el divino e irreversible Santiago Rivas, compañero de cata y firma de esta santa casa. Montepedroso viaja a contracorriente para abrazar el éxito, su éxito personalísimo, cuyas ventas se dividen en mitad mercado español, mitad foráneo (en especial Alemania). Cifras: 150.000 botellas anuales. "Hemos oído cosas como: 'Esto huele a frenazo", y al principio nos dieron unas bofetadas tremendas. Precisamente eran esos matices los que buscábamos, la mineralidad, la sedosidad, los toques de humo...". No le falta razón. Algunos vinos se revelan como viejos riesling. Plenos de largura, equilibrados. El trabajar con una sola variedad el enólogo se obliga a contar con la soledad y factores del campo para ir ecualizando sus vinos. 

 

[Img #19304]Una mágnum de 2014 nos trae hierbas de río en nariz, en una de las mejores añadas, en general, para la DO Rueda. Con 2013 volvió la lluvia y cierta salinidad, que ahora dan en llamar para casi todos los blancos "atlántica". El grado alcohólico sube hasta los 13 grados con un sensacional 2012, en el que la sequedad y calidez de la temporada se traducen en un vino fresco, con temperamento y que denota toda la identidad de la bodega vallisoletana. Con 2011 "regresa el buen queroseno", con uvas aromáticas pero con menos complejidad y estructura en boca que el viejo debutante 2010, que ha resistido el paso del tiempo y del que es complicado encontrar ya una botella. Aquel estreno, con una cosecha balanceada en lluvias y sequedades, delata un vino que aguanta estoico el envite y que hace fantasear alianzas con menús gastronómicos de altura.

 

Como guinda, se abre Montepedroso Enoteca 2017. Se embotelló en marzo de 2019, fermentó en inoxidable y maceró durante 32 días. Pasó año y medio en huevos de hormigón, un detalle crucial. "Pese a lo que se pueda pensar sobre porosidad, el cemento actúa como una botella gigante. Se crea una capa de tartárico que no deja que se oxigene. Eso sí, resulta ideal porque estabiliza el vino en humedad y temperatura", advierte Rosillo. Enoteca resulta versátil, punzante, con acidez controlada y un augurio de guarda sobresaliente. Enoteca solo aparece en el mercado en añadas excepcionales, como el mejor millesime. Las altas puntuaciones de la crítica certifican el buen hacer de esta bodega de la saga Martínez Bujanda, que llegó a Rueda hace poco más de una década para entablar otro diálogo con el suelo, el clima y una uva con una injusta pátina sobre su hollejo. 

 

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