ASÍ ÉRAMOS

¡Adjudicado! En una subasta de vinos de mayo del 86...

Lunes, 24 de Mayo de 2021

Cada semana se subastan picassos o mondrians, pero también lotes de vinos. De los más ilustres y caros. Recuperamos un reportaje de una puja de mayo de 1986 en la sala Christie's de Londres. Javier Caballero

Hace unas temporadas, entre el mundillo vinófilo y/o wine lover corrió de boca en boca un documental raruno y delicioso acomodado en el servidor de Netflix. Llevaba por título Sour Grapes (traducido como uvas amargas, muy bien traído) y en él se detalla las peripecias de un zascandil tramposo y fascinante llamado Rudy Kurniawan, quien colocó en cientos de subastas falsificaciones de los más ilustres vinos de la galaxia. Sin expediente ni pasado, como una rara avis espontánea y zalamera, el impostor convocó eventos y catas para ir atrayendo a los grandes coleccionistas, quienes cayeron rendidos a algunas de las joyas que Karniawan les daba de libar.

 

Héte aquí que la martingala se desmontó cuando un viticultor francés sensato y desconfiado, Laurent Ponsot, se percató de que algunas botellas ofrecidas por el truhán Kurniawan pertenecían a añadas que su estirpe jamás había embotellado. Bajo el sobrenombre de Dr. Conti –entronizado como el mayor coleccionista de botellas de Romanée-Conti las cuales vendía por más de 90.000 euros, entre otras baratijas– se escondía pues el mayor falsificador de vino de la historia. Hasta que el FBI le desmontó el tinglado. El mundo de las subastas de vino quedó herido de muerte desde entonces, lo que ha provocado que se extremen las precauciones en cuanto a etiquetados, controles de calidad y autenticidad e incluso pruebas y exámenes acerca del elixir contenido. 

 

[Img #19372]Cabe recordar que a principios de este milenio se produjo el estallido de lo que dan en llamar “fine wines” en inglés. Organizadas por ilustres casas, estas subastas convocaron a multimillonarios que pensaban como en inversión refugio una caja de Cheval Blanc del 73 o un lote de Château Lafitte encontrado en las catacumbas del castillo de un noble sin descendencia. Nosotros, que somos sabuesos de hemeroteca, hemos tirado del hilo de nuestra revista para encontrar un reportaje sobre subasta de vino de hace exactamente 35 años. Nos situamos: mayo de 1986. Maradona aún no había irritado a los ingleses con su gol de eslalom ni su mano divina, así que Londres seguía con su rutina. Qué se ha puesto Lady Di hoy, qué tal va el ánimo de los mineros contra la Thatcher... En la sala Christie's, en un ventrículo del barrio de Saint James, se vivía ajeno a altercados laborales o comidillas de la prensa amarilla. Se pujaba con total calma por tres docenas de Château Petrus del 64, segudidos de cinco mágnums de Château La Mission-Haut Brion del 59, dos docenas de Oporto Quinta do Noval del 66 y seis litros y medio de Tokaj cosecha del 63. Simultáneamente, en una sala contigua y con una mesa alargada dispuesta, parte del público espera el comienzo de la puja copa en mano: están catando los vinos que pronto entrarán en liza. 

 

En las filas más alejadas del atril se acomodan jóvenes representantes de las casas más egregias de vino de la City. Bajo la mirada de cuadros naturalistas que tapizan las paredes, un banquero suizo se lleva a casa (o a su búnker) medio Saint Émilion, mientras un japonés manda recoger un Madeira de 1790... que se ha llevado a Tokio por ¡¡160 libras!!.

 

Echando la vista atrás, Christie's empezó a sacar vino de sus almacenes en el año 1966. Intentaba diversificar actividades, casi como un experimento que tampoco dejaba pingües beneficios pero sí apuntalaba eso que ahora llaman en "hacer marca". A finales de los 60 celebró 32 subastas de vinos, recaudando 220.000 libras (una minucia, comparado con cualquier cuadro o antigüedad). En los 80 todo cambió. Christie's llevaba a cabo cada año más de 50 subastas (una a la semana) por valor de unos 14 millones de euros. Hoy como ayer, las organiza en Londres, Ginebra, Chicago, Ámsterdam y Los Ángeles. Pese a periñanes como Kurniawan, que menoscabaron el presitigio de algunas pujas, Christie's es sinónimo de transparencia y autenticidad, garantía absoluta de la calidad y la conversación del vino que busca comprador.

 

Las referencias pasan directamente a su departamento procedentes del stock de las bodegas. Sin mediadores. ¿Los compradores? Inversores, mercaderes de todo pelaje y, sobre todo, coleccionistas. En los 70 y 80 era una práctica común arriesgar capital comprando vino recién trasegado a la barrica, sin embotellar, aventurando una cosecha excepcional para un futuro de guarda. En la actualidad se ofertan excedentes de grandes bodegas. Por ejemplo, en la última subasta de Christie`s a este particular, celebrada en Ginebra el pasado 11 de mayo, se recaudaron casi dos millones de euros en vino, principalmente lotes de Romanée-Conti y Le Montrachet. Fue la venta 1373 para la casa y aquella jornada el lote número 11, seis botellas de Romannée-Conti Vintage del 99 tenían un precio de salida de unos 35.000 euros. Se vendieron finalmente por 75.000. En diciembre de 1985 un coleccionista estadounidense pagó 22 millones de pesetas (132.000 euros) por un Château Lafitte de 1787 que al parecer estuvo en la bodega del ex presidente Thomas Jefferson. ¿Quién da más?

 

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